Confieso
que caí en la trampa. Me compré el primer libro de la trilogía “50 sombras de
Grey” cuando una mujer me comentó que era un libro porno para mamás de gran
éxito entre las féminas. De las 500 y pico páginas que tiene el libro no pude
pasar de la doscientos, justo cuando me percaté que de porno para mamás, nada
de nada. Es, sencillamente, el cuento de la Cenicienta puesto a los días del
siglo XXI. El esquema es igual de rancio
que en el cuento: chica inmersa en un mundo de mediocridad –antes de pobreza y
miseria- espera a príncipe azul que la saque de ese mundo para ir en “jet”
privado a un mundo nuevo de élite.
A partir
de ahí la chica del cuento solo tiene que dejarse llevar, todo corre a cargo
del príncipe, reconvertido en joven, exitoso y, cómo no, guapísimo empresario. El mensaje es igual de retrógrado hoy que hace
200 años. Pero claro, si la novela fuera de una chica activa y dueña de su
destino que hace lo que quiere, no sería un éxito. Por supuesto, el hombre sólo
vale la pena si es triunfador, rico y sofisticado. Los que trabajamos de 8 a 8
para mantener a la familia, cuidar de los hijos y renunciar a los sueños por
ser un buen padre, a ojos de las cultas mujeres lectoras de las sombras no será
una de esas cincuenta sombras sino que estará en la más absoluta de las
oscuridades.