lunes, 17 de abril de 2023

  EL DON DE LOS ANIMALES

Sara se despertó con un dolor de cabeza. Había tenido un sueño extraño, en el que un rayo le caía encima y le provocaba una descarga eléctrica. Se levantó de la cama y se dirigió al baño. Al pasar por el salón, vio a su gato, Tomás, tumbado en el sofá.

- Buenos días, Tomás -le dijo con cariño.

- Buenos días, Sara -escuchó que le respondía el gato.

Sara se quedó paralizada. No podía creer lo que acababa de oír. ¿Su gato le había hablado? ¿O se lo había imaginado? Miró al gato con incredulidad y le preguntó:

-¿Tomás? ¿Eres tú?

-Sí, soy yo -dijo el gato-. ¿Qué pasa? ¿Te sorprende oírme?

-Sí, mucho -dijo Sara-. ¿Desde cuándo puedes hablar?

-No puedo hablar -dijo el gato-. Estoy pensando. Tú eres la que puedes escuchar mis pensamientos.

-¿Qué? -dijo Sara-. ¿Cómo es posible?

-No lo sé -dijo el gato-. Tal vez tengas algún tipo de don especial. O tal vez sea por el rayo que te cayó anoche.

-¿Qué rayo? -dijo Sara-. ¿De qué hablas?

-Del rayo que te cayó anoche en el sueño -dijo el gato-. Yo lo vi. Estabas durmiendo y de repente un rayo entró por la ventana y te dio en la cabeza. Fue muy raro.

-Eso fue un sueño -dijo Sara-. No fue real.

-Pues parece que sí lo fue -dijo el gato-. Porque desde entonces puedes leer la mente de los animales.

Sara no sabía qué pensar. ¿Sería cierto lo que decía el gato? ¿Podría leer la mente de los animales? Decidió comprobarlo. Salió de su casa y se dirigió al parque. Allí vio a varios perros, pájaros, ardillas y otros animales. Se acercó a ellos y trató de escuchar sus pensamientos.

Y funcionó.

Sara podía oír lo que pensaban los animales. Sus deseos, sus miedos, sus emociones. Era como si tuviera una conexión especial con ellos. Algunos eran simpáticos y amables, otros eran gruñones y malhumorados, otros eran curiosos y divertidos. Sara se sintió fascinada por ese nuevo mundo que se abría ante ella.

Pero también se sintió abrumada. Era demasiada información, demasiados estímulos, demasiados ruidos. Sara empezó a sentirse mareada y confundida. No podía concentrarse ni pensar con claridad. Necesitaba silencio y tranquilidad.

Así que volvió a su casa y se encerró en su habitación. Allí solo estaba su gato Tomás, que la miraba con comprensión.

-Lo siento, Sara -le dijo el gato-. Sé que esto debe ser muy duro para ti.

-No te preocupes, Tomás -le dijo Sara-. Gracias por estar a mi lado.

-De nada, Sara -le dijo el gato-. Eres mi dueña y mi amiga. Te quiero mucho.

-Yo también te quiero mucho, Tomás -le dijo Sara-. Eres mi gato y mi confidente.

Y así fue como Sara descubrió que podía leer la mente de los animales. Un don maravilloso y terrible a la vez. Un don que le permitió conocer mejor a los seres vivos que la rodeaban. Un don que la alejó definitivamente de l@s polític@s para no oírlos pensar.


"Llevaba casi cuarenta años creyendo de buena fe que si uno no hacía cosas se evitaba tener que lamentarlas, cuando lo cierto era exactamente lo contrario"(Nick Hornby, hoy cumple 66 años haciendo y, sobre todo, escribiendo cosas. Como l@s catalan@s)

No sé si fue un verano azul pero hoy hace 63 años que pasó "a aquella habitación" Eddie Cochran con sólo 22 años y un ritmo inimitable. No em vull ni imaginar poder llegir el pensament dels animals. Em tornaria boig amb les burradas que pensen algun@s del meu voltant.


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario