EL ÚLTIMO GENIO
En el año 2050, el mundo se había vuelto cada vez más superficial, distraído y conformista. La tecnología había avanzado tanto que la gente ya no necesitaba pensar por sí misma, sino que confiaba en los algoritmos, las redes sociales y los dispositivos inteligentes para tomar sus decisiones, entretenerse y comunicarse. El nivel de educación había caído en picado, y la cultura general se había reducido a un puñado de memes, influencers y reality shows.
En medio de este panorama desolador, nació Daniel, un niño con una capacidad intelectual extraordinaria. Desde muy pequeño, demostró una curiosidad insaciable por el mundo que le rodeaba, y una facilidad asombrosa para aprender y comprender todo lo que leía, veía o escuchaba. A los cinco años, ya sabía leer y escribir en varios idiomas, resolver problemas matemáticos complejos y tocar varios instrumentos musicales. A los diez años, había leído todos los clásicos de la literatura universal, se había interesado por la historia, la filosofía y la ciencia, y había desarrollado sus propias teorías sobre el origen del universo, la naturaleza de la conciencia y el destino de la humanidad.
Sin embargo, su genialidad no fue bien recibida por el resto de la sociedad. Sus padres, que eran unos simples trabajadores de una fábrica automatizada, no entendían ni compartían su pasión por el conocimiento, y lo consideraban un bicho raro que les traía problemas. Sus profesores, que eran unos mediocres funcionarios que se limitaban a seguir un programa estandarizado y obsoleto, lo veían como una amenaza para su autoridad y un obstáculo para su comodidad. Sus compañeros de clase, que eran unos niños aborregados que solo se preocupaban por seguir las modas y las tendencias impuestas por los medios de comunicación, lo rechazaban y lo acosaban por ser diferente y superior a ellos.
Daniel se sintió solo e incomprendido en un mundo que no estaba hecho para él. Se refugió en los libros, en la música y en su propia imaginación. Soñaba con encontrar a alguien como él, alguien que pudiera apreciar su inteligencia y su sensibilidad, alguien con quien compartir sus ideas y sus inquietudes. Pero ese alguien nunca apareció.
Un día, decidió hacerse una prueba de coeficiente intelectual o CI. Quería saber cuánto se diferenciaba del resto de las personas. El resultado lo dejó atónito: tenía un CI de 200, el más alto jamás registrado en la historia. Era el último genio del planeta.
Y que cumplas muchos más de los 62 de hoy, aunque tengas que batirte el cobre en el circo de tu vida. Només així seràs lliure.
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