EL SOL Y LA NINFA
Había una vez, en los tiempos antiguos, cuando los dioses del Olimpo gobernaban el mundo, un dios llamado Helios, que era el hijo de Hiperión y de Tea. Helios era el dios del sol y de la luz, que conducía un carro de fuego por el cielo cada día. Helios era el más brillante y el más generoso de los dioses. Helios era el señor de Rodas y de sus habitantes.
Helios tenía una ninfa en Rodas, que era una de las hijas de Océano y de Tetis. La ninfa se llamaba Roda y era la más bella y la más dulce de las ninfas. Roda vivía en el mar y salía a la superficie para ver el sol. Roda era la amante de Helios y de sus rayos.
Helios amaba a Roda y a su isla. Los visitaba y los bañaba con su presencia y su calor. Los alegraba y los embellecía con su luz y su color. Los hacía fértiles y felices.
Pero un día, ocurrió algo inesperado: los dioses del Olimpo se reunieron para repartirse el mundo. Cada dios eligió una región o una ciudad para gobernarla y protegerla. Cada dios reclamó una parte del mundo como suya.
Helios no pudo asistir a la reunión porque estaba ocupado conduciendo su carro por el cielo. Cuando llegó al Olimpo, se encontró con que todo el mundo estaba repartido y que no le quedaba nada para él.
Helios se enfadó y se quejó ante los demás dioses. Les dijo que era injusto que le hubieran dejado sin nada. Les dijo que él también tenía derecho a tener una parte del mundo.
Los demás dioses se burlaron de Helios y le dijeron que llegaba tarde. Le dijeron que no había nada que hacer. Le dijeron que se conformara con lo que tenía.
Helios no se conformó y les hizo una propuesta. Les dijo que si le dejaban elegir una parte del mundo que aún no hubiera salido a la luz, él renunciaría a cualquier otra reclamación. Les dijo que confiaba en su suerte y en su poder.
Helios sonrió y miró hacia el horizonte. Allí vio una isla que acababa de surgir del mar por un capricho de Poseidón, el dios del mar y de los terremotos. La isla era pequeña y rocosa, pero tenía un encanto especial.
Helios reconoció la isla como la que le había regalado a Roda como prueba de su amor. Helios recordó la isla como la que había hecho florecer con su luz. Helios eligió la isla como su parte del mundo.
Helios anunció su elección a los demás dioses y les pidió que respetaran su decisión. Les dijo que esa isla se llamaría Rodas, en honor a su ninfa. Les dijo que esa isla sería suya, para siempre.
Los demás dioses se sorprendieron por la elección de Helios. No esperaban que escogiera una isla tan pequeña e insignificante. No sabían que esa isla tenía un valor especial para él.
Los demás dioses cumplieron su palabra y le concedieron a Helios la isla de Rodas. Le reconocieron como el señor de Rodas y le felicitaron por su elección.
Helios se alegró y se dirigió a Rodas con su carro. Allí se encontró con Roda, que lo esperaba en la playa. Allí le contó lo que había pasado y le mostró su regalo. Allí le juró amor eterno, en Rodas donde nació su amor.
"Para tener éxito con las mujeres debe tratarse a las sirvientas como duquesas y a las duquesas como sirvientas" (Eso lo sentenció un tal Beau Brummell que desde que nació el 7 de junio de 1778 y se dedicó a ser dandi. Lo que nunca llegó a saber es que a una colonia le pondrían su nombre)
Y hoy pasó a la habitación de al lado la chica de Ipanema. Se fue con su barco, o en avión o, tal vez, en tren. Com s'està posant l'habitació del costat! Quan ens toqui a nosaltres serà un no parar de cantar..això si, que sigui més tard.
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