EL LIBRO DE LOS ESPEJISMOS
El 27 de agosto de 1955, una singular publicación vio la luz del día, un libro que prometía ser un faro para los desorientados, una brújula para los curiosos, un mapa para los aventureros de lo trivial. Sin embargo, en lugar de iluminar, este faro proyectó sombras grotescas y distorsionadas de la humanidad: El Libro Guinness de los Récords.
Este volumen, publicado con la intención de dirimir disputas en los pubs irlandeses, se convirtió en un espejo de la insensatez humana, un espejo que en lugar de reflejar nuestra imagen veraz, proyecta un retrato deformado, un espejismo de méritos y logros.
Pensemos, por un momento, en el hombre que ostenta el récord de comer más huevos en un minuto. ¿Es acaso un héroe? ¿Cuál es el valor intrínseco de su hazaña? ¿Cómo se compara con la labor de un científico que busca una cura para el cáncer, o un maestro que inculca el amor por el conocimiento en sus alumnos? ¿No es este récord un ejemplo de la glotonería humana, más que un logro de la resistencia y la determinación?
O consideremos a la mujer que posee el récord de tener las uñas más largas del mundo. ¿Es esto un testimonio de paciencia y dedicación, o un tributo a la vanidad? ¿No sería más loable dedicar ese tiempo y esfuerzo a ayudar a otros, a aprender algo nuevo, a crear algo de valor?
El Libro Guinness de los Récords es un caleidoscopio en el que cada giro revela una nueva manifestación de la estupidez humana, una sopa de letras en la que los ingredientes más absurdos se mezclan en un revoltijo indigesto de trivialidades. No es un faro, sino una antorcha que arde con el fuego de la vanidad y el exceso, proyectando sombras danzantes de lo absurdo en las paredes de nuestra conciencia.
En este libro, la humanidad es un pájaro que, en lugar de volar hacia el sol del conocimiento y la comprensión, se lanza en picada hacia el mar de la trivialidad, donde se ahoga en olas de insignificancia. Es un pintor que, en lugar de crear una obra maestra, se dedica a rellenar su lienzo con manchas de color sin forma ni propósito. Es un músico que, en lugar de componer una sinfonía, se obsesiona con tocar la misma nota una y otra vez.
El Libro Guinness de los Récords es, en esencia, un monumento a la estupidez humana, un mausoleo de méritos fabricados y logros artificiales. Pero también es un espejo. Y en su reflejo deformado, podemos ver la verdad de nuestra especie: somos seres capaces de grandes hazañas y grandes tonterías, de buscar la gloria en lo profundo y lo superficial, de crear y destruir, de amar y odiar, de aprender y olvidar.
Y quizás, en ese reflejo distorsionado, encontremos la motivación para cambiar, para buscar un camino mejor, para crear un nuevo récord: el récord de ser la mejor versión de nosotros mismos.
“La independencia del hombre consiste en esto: en que sabe lo que lo determina” (Georg Wilhelm Friedrich Hegel, Hegel para l@s que lo estudiamos en la carrera. Lo que no recordaba es la fecha de su nacimiento, el 27 de agosto de 1770. No me extraña porque ese dato no me aporta nada)
Y hoy hace un año que se fue montado en su caballo negro a la habitación de al lado, Manolo Sanlucar, el de la guitarra que hablaba. En aquesta part del món afortunadament ens ha caigut tot l'aigua del món i, a més, la temperatura Què o qui caurà més en les pròximes hores?
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