sábado, 26 de agosto de 2023

 POR AMOR AL DINERO


       La noche del 26 de agosto de 1976 era fría y lluviosa en Ámsterdam. Las calles estaban vacías y silenciosas, salvo por el ocasional sonido de algún coche o tranvía. En una de las esquinas del centro de la ciudad, se alzaba el imponente edificio del periódico De Telegraaf, el más leído de los Países Bajos. Allí, en la redacción, un grupo de periodistas trabajaba a contrarreloj para cerrar la edición del día siguiente. Tenían entre manos una exclusiva que iba a sacudir los cimientos de la monarquía neerlandesa: las cartas que demostraban que el príncipe consorte Bernardo de Lippe-Biesterfeld había recibido 1,1 millones de dólares de la empresa estadounidense Lockheed a cambio de favorecer sus intereses en la venta de aviones militares.       El director del periódico, Henk van der Meijden, supervisaba el trabajo de sus reporteros con nerviosismo y satisfacción. Era consciente de la importancia y la repercusión que iba a tener su publicación. No solo se trataba de un caso de corrupción y traición a la patria, sino también de una crisis institucional sin precedentes. La reina Juliana, esposa del príncipe Bernardo, había amenazado al gobierno con abdicar si su marido era juzgado por sus actos. El primer ministro Joop den Uyl se encontraba en una situación delicada: tenía que elegir entre defender el Estado de derecho o preservar la estabilidad del país.

       - ¿Estás seguro de que estas cartas son auténticas? - preguntó Van der Meijden a uno de sus periodistas, Pieter Koster, que había sido el encargado de obtener las pruebas.

   - Absolutamente - respondió Koster con seguridad -. Las he conseguido gracias a un contacto que tengo en Washington. Es un alto funcionario del Pentágono que está implicado en la investigación sobre los sobornos de Lockheed a varios países. Me ha dicho que estas cartas son parte del material que han recopilado y que están dispuestos a compartir con las autoridades neerlandesas.

    -  ¿Y cómo sabes que no te está engañando? - insistió el director.

    - Porque he comprobado la veracidad de las cartas con varios expertos en grafología y en historia contemporánea. Todos coinciden en que se trata de la letra y la firma del príncipe Bernardo. Además, los hechos y las fechas que se mencionan en las cartas coinciden con los registros oficiales.

    -  Bueno, pues entonces no hay duda - dijo Van der Meijden -. Tenemos que publicar esto cuanto antes. Es nuestra obligación como periodistas informar al pueblo neerlandés de lo que está pasando en su casa real. 

    - Estoy completamente de acuerdo - afirmó Koster -. Pero hay algo más que debes saber.

-                       - ¿Qué es?

    - Que no somos los únicos que tenemos estas cartas.

      -¿Cómo? ¿Qué quieres decir?

  - Que hay otro periódico que también las ha conseguido y que tiene intención de publicarlas mañana mismo.

   -  ¿Qué periódico?

   - El Volkskrant.

       Van der Meijden sintió un escalofrío al escuchar el nombre del rival más directo y más prestigioso de su periódico. El Volkskrant era un diario progresista y crítico con la monarquía, mientras que De Telegraaf era conservador y monárquico. Si el Volkskrant se adelantaba a ellos, no solo les quitaría el mérito de la exclusiva, sino que también les acusaría de encubrir al príncipe Bernardo y de traicionar al pueblo neerlandés.

     - ¿Cómo lo sabes? - preguntó Van der Meijden con angustia. 

     -Porque he hablado con uno de sus periodistas - confesó Koster -. Se llama Jan van der Linden y es un viejo amigo mío. Estudiamos juntos periodismo en la universidad y desde entonces mantenemos el contacto. Él me llamó esta tarde para contarme que tenía las cartas y que iba a publicarlas mañana. Me dijo que me lo decía como amigo, para que no me pillara por sorpresa.

     -¿Y tú qué le dijiste?

   - Le dije que yo también las tenía y que iba a publicarlas mañana. Le propuse que las publicáramos juntos, como una colaboración entre los dos periódicos, pero se negó. Me dijo que el Volkskrant no quería compartir la gloria con el Telegraaf y que además tenía una visión diferente de la historia. Me dijo que ellos iban a enfocarla como un ataque a la monarquía y como una oportunidad para instaurar una república.

-        ¿Y qué piensas tú de eso?

-     Yo pienso que la monarquía es una institución anacrónica y antidemocrática, que no tiene sentido en la época actual. También que el príncipe Bernardo es un individuo corrupto y desleal, que ha manchado el honor de su país y de su familia. Creo que debe ser juzgado por sus actos y que la reina Juliana debe renunciar al trono si quiere salvar su reputación.

-    Pues yo pienso lo mismo - dijo Van der Meijden -. Pero no podemos dejar que el Volkskrant nos gane la partida. Tenemos que adelantarnos a ellos y publicar las cartas esta misma noche.

-       ¿Esta misma noche? - se sorprendió Koster -. ¿Es posible?

-     Claro que es posible - afirmó el director -. Solo tenemos que llamar a la imprenta y pedirles que paren las máquinas. Luego tenemos que rehacer la portada y las páginas interiores con la exclusiva. Y finalmente tenemos que distribuir los ejemplares por toda la ciudad antes del amanecer.

-       ¿Y crees que podremos hacerlo?

-    Por supuesto que podremos - dijo Van der Meijden con determinación -. Somos el Telegraaf, el periódico más grande y más influyente de los Países Bajos. Tenemos los recursos, el talento y la voluntad para hacerlo. Y sobre todo tenemos la verdad de nuestra parte.

-        Pues entonces, manos a la obra - dijo Koster con entusiasmo.

  Los dos periodistas se pusieron en marcha para llevar a cabo su plan. Llamaron a la imprenta, rehicieron el diseño del periódico, escribieron los titulares y los textos, revisaron las pruebas, dieron el visto bueno final. Luego se encargaron de organizar la distribución de los ejemplares por toda la ciudad, usando todos los medios posibles: coches, motos, bicicletas, barcos, aviones. No dejaron ningún rincón sin cubrir. Querían que todo el mundo supiera lo que habían descubierto.       La noche se hizo día y el sol se asomó por el horizonte. Los primeros lectores empezaron a comprar el periódico en los quioscos o a recibirlo en sus casas. Al abrirlo, se quedaron boquiabiertos al ver la portada:

EL ESCÁNDALO REAL

El Telegraaf revela las cartas que prueban que el príncipe Bernardo recibió 1,1 millones de dólares de Lockheed

La reina Juliana amenaza con abdicar si su esposo es juzgado

Lea las cartas íntegras en las páginas 2, 3 y 4

  La noticia causó un impacto enorme en la opinión pública. La gente no podía creer lo que leía. Se sentían engañados, traicionados, indignados. Algunos pedían la dimisión del príncipe Bernardo y la abdicación de la reina Juliana. Otros pedían la abolición de la monarquía y la proclamación de la república. Otros defendían a la casa real y acusaban al periódico de mentir y de manipular. El debate se extendió por todo el país, por todos los medios de comunicación, por todos los círculos sociales.       En el edificio del Telegraaf, Van der Meijden y Koster observaban con orgullo y satisfacción el resultado de su trabajo. Habían conseguido su objetivo: habían publicado las cartas antes que el Volkskrant y habían provocado una conmoción nacional. Y ya sabéis como continúa la historia: el hecho sirvió para aumentar la tirada del periódico, que los ciudadanos neerlandeses estuvieran entretenidos unos cuantos días debatiendo sobre el tema y que sus monarcas continuasen donde están y haciendo lo que hacen.         
 
"Déjà Vu" (Término acuñado, no solo para una película, sino para referirse a una situación que creemos haber vivido con anterioridad por Émile Boirac nacido el 26 de agosto de 1851, por lo que todo el mundo ya pudo emplear el término sin pagar royalties)

Y hoy justos 19 años que marchó "a la habitación de al lado" con 52 años dejándonos el poder del amor. I l'efemèride del dia és la pluja. Per fi va aparèixer l'aigua que refresqui una mica terres i consciències esbojarrades.


 

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