EL ÚLTIMO ALIVIO
En el año 2154, el Sol, nuestro majestuoso y vital astro, se había convertido en un despiadado tirano. La Tierra estaba a punto de ser devorada por su abrasador y creciente ira; los días eran un infierno en el que las calles se derretían como cera y los ríos se evaporaban en segundos. La humanidad, al borde de la extinción, había recurrido a las profundidades de la tierra y las estrellas en busca de alivio.
Los Ecos, una civilización subterránea, eran expertos en la tecnología geotérmica. Habían creado una red de ciudades subterráneas, con enormes ventiladores que funcionaban con el calor del núcleo de la Tierra y expulsaban el calor a la superficie. Sus calles eran como laberintos de cristal, en las que la luz se filtraba a través de miles de prismas, creando un espectro de colores que nunca habría podido existir en la superficie.
Por otro lado, los Astros, con sus ciudades flotantes, se habían elevado por encima de la atmósfera terrestre, donde los gélidos vientos del espacio proporcionaban un respiro del implacable calor solar. Sus ciudades eran como islas flotantes en un mar de estrellas, con estructuras translúcidas que brillaban con la luz de la luna y las estrellas.
Pero tanto los Ecos como los Astros estaban condenados. La ira del Sol no conocía límites y pronto, ni las profundidades de la Tierra ni las alturas del espacio serían suficientes para escapar de su furia.
"Tenemos que encontrar una solución", dijo Thalia, líder de los Astros, en una reunión con Eos, el líder de los Ecos. "Los ventiladores están llegando a su límite y nuestras ciudades ya no pueden ascender más."
Eos asintió, los ojos reflejando la desesperada situación. "Podemos intentar enfriar el Sol", sugirió.
Thalia rió, pero no había humor en su voz. "¿Enfriar el Sol? Eos, incluso para un soñador como tú, eso suena ridículo."
"Pero es posible", respondió Eos. "Podemos construir una red de espejos que desvíen parte de la luz solar hacia el espacio. Podría no ser suficiente para enfriar el Sol, pero podríamos ganar algo de tiempo."
"Es una locura", dijo Thalia. "Pero ya no nos quedan muchas opciones. Comenzaremos a trabajar en ello de inmediato."
Y así, la humanidad, dividida entre el cielo y la tierra, se unió en un último esfuerzo para combatir el calor. Los Astros construyeron los espejos en el espacio, mientras que los Ecos suministraban los recursos desde las profundidades de la Tierra.
Fue una batalla titánica, comparable al mito de Sísifo, con la humanidad empujando incansablemente contra la ira del Sol. Pero al final, los espejos fueron desplegados, desviando una parte de la luz solar hacia el espacio. Fue un pequeño alivio, pero un alivio al fin.
"Es solo una solución temporal", dijo Thalia, observando los espejos en acción.
"Lo sé", respondió Eos. "Pero es una victoria. Y hoy, eso es suficiente."
En un mundo al borde de la extinción, la humanidad había encontrado una forma de resistir. El calor aún era intenso, pero ahora había esperanza. Y a veces, la esperanza es el último alivio que queda.
“El valor de un sentimiento se mide por la cantidad de sacrificio que estás preparado a hacer por él” (John Galsworthy, nacido el 14 de agosto de 1867. Su vida llegó justo a tiempo para que le dieran el premio Nobel de Literatura en 1932 aunque, realmente el que hubiese merecido era el de física al haber descubierto las medidas del valor)
Y que cumplas muchos más de los 71 de hoy y a ver si te da tiempo de tener otra idea y nos la cantas. No m'agrada la calor humida. Atmosfèrica, es clar. Bona nit.
No hay comentarios:
Publicar un comentario