EL AMOR EN LOS DÍAS COMUNES
En el pueblecito de Sorrento, donde las casas se aferran a la ladera de la montaña como perlas en un collar, y el mar baila con la luz del sol en un perpetuo vals, vivían dos amantes, Marco y Giulia.
Marco era un pescador, cuyos ojos azules reflejaban el eterno horizonte marino, y su piel estaba curtida por la sal y el viento del mar. Giulia, por otro lado, era la hija del panadero, heredera de una dulce risa y ojos color miel que rivalizaban con la belleza de las más exquisitas madalenas.
El amor entre ellos era como el vino añejo, robusto y dulce en los días alegres, pero con un regusto amargo en los días difíciles. Días de silencios incómodos, de palabras afiladas como cuchillas y de lágrimas saladas como el mar que Marco desafiaba día tras día.
Una tarde, después de un día de pesca particularmente difícil, Marco regresó a casa llevando el peso del mundo sobre sus hombros. Giulia, cansada de amasar la masa y de los eternos pedidos del panadero, esperaba con ansias una chispa de alegría, una sonrisa de su amado.
"¿Por qué no puedes ser más como tu padre, Marco? Siempre alegre, siempre con una historia que contar", reprochó Giulia, la frustración tintineando en su voz como las campanas de la iglesia en la plaza.
Marco, fatigado y agotado, respondió amargamente, "Y tú, ¿por qué no puedes ser más como el mar? Siempre cambiante, siempre brindándome un nuevo desafío cada día".
Las palabras flotaron en el aire, como hojas en el viento, y el silencio se apoderó de la habitación, más denso que la miga del pan que Giulia horneaba cada día.
La luna se elevaba sobre Sorrento, bañando la ciudad con su luz plateada, y los amantes estaban separados por un abismo de malentendidos y heridas no curadas.
Fue entonces cuando Marco, mirando a los ojos de Giulia, comprendió que el amor que compartían no era una constante felicidad, sino una sinfonía de emociones, a veces una melodía alegre, otras veces una balada triste. Al igual que el mar, su relación requería resistencia y valentía para navegar a través de las tormentas.
"Giulia", dijo con voz suave, "Eres como una rosa en mi jardín de piedras, siempre floreciendo a pesar de las dificultades. No te pido que seas como el mar, sino que sigas siendo mi rosa, en los días soleados y en los días de tormenta".
Giulia, lágrimas brillando en sus ojos color miel, asintió. Entendió que el amor no era solo sonrisas y dulces palabras, sino también discusiones y lágrimas. Eran como el pan y el vino, diferentes pero esenciales el uno para el otro.
Aquella noche, bajo el manto plateado de la luna, Marco y Giulia se prometieron resistir juntos las tormentas, disfrutar juntos los días soleados, y amarse en los días comunes, aquellos que hacen de la vida una aventura llena de amor y comprensión. Porque el verdadero amor no se trata solo de ser feliz, sino de estar dispuestos a enfrentarse a todos los matices de la vida, juntos.
"Esto es la vida espiritual, las cosas corrientes que se hacen todos los días" (P.D. James, nacida el 3 de agosto de 1920 tuvo una vida nada corriente y, sin embargo, muy espiritual)
Nació el 3 de agosto de 1944 y se fue demasiado pronto a la habitación de al lado. Tenía 29 años y much@s tuvimos tiempo de conocer su voz inigualable. No sé que té aquest 3 d'agost que sembla el dia de l'amor universal. Bé, a més d'universal no deixem que es vagi mai.
No hay comentarios:
Publicar un comentario