LOS ECOS DEL SUEÑO
En el abismo de la conciencia, un sueño se despliega, un teatro de sombras y luces donde la realidad se desvanece y la fantasía se erige. Mi yo durmiente se halla en un lugar espectral, suspendido en el espacio y el tiempo. Un enjambre de rostros, algunos familiares, otros extraños, se agolpan en un ballet de silencio. Todos expectantes, todos en movimiento, todos enmudecidos por la coreografía del sueño.
En esa muchedumbre, una mujer emerge: ojos que reflejan mi alma, ojos que despliegan un manto de lumínica seducción. Todo alrededor se sume en la penumbra, y ella y yo, somos islas de luz en un mar de oscuridad. Sin palabras, nos alejamos del gentío y paseamos, cada uno en su silencio, cada uno en su luz.
La secuencia se repite, un día tras otro, como el compás de una danza ancestral. Un nuevo día, un nuevo encuentro. Esta vez, el aire vibra con el aroma de nuestra presencia. Nos olemos, nos reconocemos. La marcha se emprende de nuevo, en el mismo silencio, pero ahora con la esencia del otro marcada en nuestras almas.
Y en otro día, la mano de ella se encuentra con la mía. Las sentimos vibrar juntas, dos cuerpos conectados a través de la piel. El camino sigue, familiar y extraño, silencioso y sonoro. Volvemos, como siempre, al epicentro de la multitud. Ella se funde con los demás, y yo, en mi soledad, anhelo su presencia.
El tiempo sigue su danza, y ella me espera de nuevo. Los labios de ella encuentran los míos, y el silencio se rompe con el lenguaje del deseo. Un beso suave, luego más intenso, luego un incendio. El camino familiar se ve ahora adornado con flores, tal vez siempre estuvieron ahí, tal vez brotaron para celebrar nuestro amor. Pero siempre, al final, ella vuelve a la multitud, dejándome solo con mi añoranza.
Y entonces, al alba de un nuevo día, ella me recibe con un beso y las palabras que tanto he anhelado: “Hola, mi amor, te estaba esperando”. La expectativa se desvanece, la realidad y el sueño se entrelazan. En ese instante, me doy cuenta de lo que significa este sueño: el anhelo de descubrir el amor, la seducción de la incertidumbre, la necesidad de la conexión. La danza del sueño es, en verdad, la danza del amor.
"A veces añoro lugares que ni siquiera sé si existen" (Knut Hamsun, del 4 de agosto de 1859, le dieron el Nobel de Literatura en 1920. Nunca añoró el lugar dónde reside ahora)
Y que cumplas muchos más de los 71 de hoy, un tiempo y una edad perfecta para seguir cantando como lo haces. A vegades somio coses estranyes, tan estranyes que penso si en realitat no serà el somni la realitat i la vigília el somni.
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