domingo, 20 de agosto de 2023

LLUVIAS DE ESPERANZA: CALOR Y LOCURA

Era un tiempo de calor sofocante y la humanidad se asaba en su propio sudor. Los termómetros habían dejado de ser útiles hace mucho, pues siempre marcaban el mismo número: demasiado. El sol, antaño un dios adorado, ahora era el villano que blanqueaba las calles desiertas durante el día.

Las personas, como topos ciegos, solo salían de sus madrigueras cuando el sol se escondía y la luna, una burla helada en el cielo nocturno, iluminaba su camino. Los hospitales estaban llenos, no solo de personas con golpes de calor y deshidratación, sino también de aquellos cuyas mentes se habían rendido ante el calor implacable.

El gobierno, en un intento desesperado por mantener la cordura colectiva, comenzó a falsear las noticias meteorológicas. "Mañana habrá lluvia", decían los presentadores con sonrisas pegadas y sudor en sus frentes. "Un frente frío está en camino." Pero las nubes, como los sueños de un mundo más fresco, se desvanecían en el horizonte sin dejar rastro.

En este mundo de locura y desesperación, dos almas encontraron consuelo en la compañía del otro. Aiden, un meteorólogo que sabía demasiado bien la verdad detrás de las mentiras, y Luna, una enfermera que lidiaba con las consecuencias del calor cada día.

"¿Crees que alguna vez lloverá de nuevo?", preguntó Luna una noche mientras miraban el cielo estrellado desde el techo de su edificio.

Aiden miró la luna, una esfera pálida y fría en la inmensidad del cielo oscuro. "No lo sé, Luna. Pero no podemos perder la esperanza."

Hablaban poco, pero sus silencios estaban llenos de entendimiento. Cada uno buscaba en el otro un remanso de paz en un mundo incierto. En sus ojos, el otro no veía el calor implacable, sino una brisa fresca, una promesa de lluvia en un día sofocante.

Y así, día tras día, esperaban. Esperaban por la lluvia que nunca llegaba, por el frío que era solo una quimera. Pero en su espera, encontraron algo más valioso: un amor que, como una flor en el desierto, florecía en las condiciones más duras.

Porque aunque el sol quemaba y el calor sofocaba, la esperanza, como una vela en la oscuridad, se negaba a extinguirse. Y quizás esa era la verdadera historia: no la de un mundo que se desvanecía bajo el calor, sino la de una humanidad que, a pesar de todo, seguía soñando con la lluvia.

"La muerte es misericordiosa, ya que de ella no hay retorno; pero para aquel que regresa de las cámaras más profundas de la noche, extraviado y consciente, no vuelve a haber paz" (Howard Phillips Lovecraft, nacido el 20 de agosto de 1890 para escribirnos sobre lo que hay en la habitación de al lado. La frase que ilustra la efeméride de su nacimiento es de autoayuda)

Hoy hubiese cumplido 81 años pero nos dejó esta canción con la que cerrábamos las discotecas en Barcelona. Va con dedicación muy especial a los usuarios y usuarias de la extinta "Puskin" ... ya sabéis a lo que me refiero.  Es nota que no m'agrada la calor?

 


 

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