AGUA LIBRE
En un mundo exangüe y descolorido, donde los edificios de cristal y acero se elevaban como sombrías tumbas del cielo, había surgido un nuevo orden. Las grandes corporaciones financieras -Goldman Sachs, JP Morgan Chase, Citigroup y su nefasta cohorte- habían encadenado al líquido sustento de la vida: el agua. Esta preciosa sustancia, antes tan común como el aire que se respira, había pasado a ser un bien de lujo, un tesoro que solo la élite podía saborear.
En este mundo de cristal y concreto, a la sombra de las grandes corporaciones y sus torres de marfil, se encontraba nuestro protagonista: un hombre llamado Winston, un trabajador de mediana edad que recordaba un tiempo en que el agua no era un lujo, sino una promesa de la naturaleza. Winston vivía en una realidad donde la escasez del agua era el orden del día, y las palabras "lluvia", "río" y "océano" eran términos casi mitológicos.
El día que cambió la vida de Winston comenzó como cualquier otro, en una fila interminable para recoger su ración diaria de agua. Mientras esperaba, Winston escuchó un murmullo en la multitud. Un hombre al final de la fila, un viejo vestido con harapos, gritaba con una voz débil pero inquebrantable: "¡El agua debería ser libre! ¡Como el aire que respiramos! ¡Como la luz del sol!".
El hombre fue llevado a rastras por guardias privados, sus palabras ahogadas por el ruido de la ciudad. Pero algo en el interior de Winston se había encendido. Esa noche, en la penumbra de su pequeño apartamento, Winston comenzó a escribir. Sus palabras eran como gotas de agua, que caían sobre la página en un flujo constante.
Los días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses. Winston escribió sobre el agua, sobre su esencia y su importancia, sobre la injusticia de su control y la necesidad de su liberación. Sus palabras se convirtieron en un río, que fluía con una fuerza cada vez más grande.
Winston decidió compartir sus palabras, sus gotas de agua, con el mundo. Pero las corporaciones, con sus ojos siempre vigilantes, no tardaron en descubrirlo. Fue arrestado y condenado por "terrorismo acuático". Mientras lo llevaban a la torre de marfil, Winston miró el cielo gris y sonrió. Había plantado una semilla, y sabía que algún día, esa semilla crecería y se convertiría en un río.
En la cima de la torre, mirando a la ciudad desde su trono de cristal, el director ejecutivo de Goldman Sachs apretó un botón. En la calle, la gente miraba con terror y asombro mientras el agua comenzaba a subir. Las calles se convirtieron en ríos, los ríos en océanos. Los rascacielos de cristal y acero se derrumbaron bajo la furia del agua. Las corporaciones, en su codicia, habían desatado el apocalipsis acuático.
En su celda, Winston sonrió mientras el agua subía a su alrededor. Se había convertido en un mártir de la causa, pero había logrado su objetivo. El agua era libre una vez más. Y mientras la ciudad se hundía bajo las olas, Winston se sumergió en el agua, cerró los ojos y se dejó llevar por el flujo. El mundo que conocía estaba terminando, pero un nuevo mundo estaba a punto de nacer. Un mundo donde el agua era libre.
"Evito siempre mirarme al espejo; me hace daño pensar que tengo una cara que todo el mundo puede ver" (Leonid Nikoláievich Andréyev, nacido el 9 de agosto de 1871 no sé si era tímido o feo. O las dos cosas a la vez. Lo que si es cierto es que escribió infinidad de relatos para que tod@s nos quedásemos con su cara)
Y que cumplas muchos más de los 51 de hoy. A ver si te regalan una camisa más coloreada que estamos en verano. No és per espantar-vos però les grans corporacions financeres estan adquirint empreses privades d'aigua dolça. D'aquí al relat d'avui doncs això, dos telenoticies.
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