miércoles, 13 de septiembre de 2023

 EL ASTRONAUTA DE PALENQUE

En las profundidades de la selva tropical, en medio de la exuberante vegetación y el aire cargado de misterio, se alzaba majestuosamente la antigua ciudad de Palenque. Sus templos y pirámides de piedra se erguían como guardianes de un pasado lleno de secretos y leyendas. Parecía como si el tiempo se hubiera detenido en aquel lugar sagrado, donde los susurros de los antiguos dioses aún se oían entre las sombras de las estatuas de piedra.

En el corazón de esta enigmática ciudad, reinaba K'inich Ahkal Mo' Naab III, un gobernante maya cuyo nombre resonaba con poder y prestigio en toda la región. Su figura imponente y su mirada penetrante inspiraban temor y respeto entre sus súbditos. Era un hombre de gran sabiduría y visión, cuyo reinado estaba marcado por la construcción de monumentos imponentes y la búsqueda incansable de la conexión entre los dioses y su pueblo.

Sin embargo, a pesar de su grandeza, K'inich Ahkal Mo' Naab III estaba atormentado por un oscuro presagio que le acechaba en sus sueños. Noches tras noche, veía visiones de sombras danzantes y oía susurros incomprensibles que parecían advertirle de un destino funesto. Intrigado y preocupado, convocó a los sabios y chamanes del reino para buscar respuestas.

En una noche estrellada, bajo el resplandor de la luna llena, los sabios se reunieron en el Templo XIX, el lugar sagrado donde la divinidad y la humanidad se entrelazaban. Las antorchas iluminaban sus rostros arrugados mientras debatían sobre el significado de los sueños del gobernante. Los ecos de sus voces resonaban en el aire, mezclándose con el susurro del viento entre las hojas de los árboles.

"Mi señor", dijo uno de los sabios, "los dioses están enviando señales a través de tus sueños. Parece que un peligro amenaza tu vida y la estabilidad de nuestro reino".

K'inich Ahkal Mo' Naab III asintió solemnemente, consciente de la gravedad de la situación. "¿Qué debo hacer para evitar este destino sombrío?", preguntó con una mezcla de esperanza y temor en su voz.

Los sabios intercambiaron miradas cargadas de sabiduría ancestral antes de que uno de ellos se adelantara con una propuesta. "Mi señor, debemos realizar un ritual sagrado en el Templo de las Cruces. Allí, los dioses nos revelarán la verdad y nos guiarán hacia la solución".

Con determinación en sus ojos, el gobernante maya aceptó la sugerencia y se preparó para el ritual. Envuelto en túnicas ceremoniales adornadas con plumas de colores, caminó con paso firme hacia el Templo de las Cruces. Las escalinatas de piedra crujían bajo sus pies mientras ascendía hacia la cima, donde la energía cósmica parecía fluir con mayor intensidad.

Una vez allí, rodeado de sus consejeros y sacerdotes, K'inich Ahkal Mo' Naab III cerró los ojos y se sumergió en un profundo trance meditativo. Las palabras de los sacerdotes resonaban en sus oídos como un eco lejano, mientras su espíritu se elevaba hacia los reinos divinos.

En ese momento, una ráfaga de viento recorrió el templo, como si los dioses mismos hubieran descendido para responder a las súplicas del gobernante. Al abrir los ojos, K'inich Ahkal Mo' Naab III se encontró rodeado de una luz cegadora y una figura etérea se materializó frente a él.

"Gran Sol Lago de la Tortuga Guacamaya", habló la figura con una voz que parecía resonar desde los confines del universo. "Tu destino está entrelazado con el de los dioses. Para evitar la tragedia, deberás renunciar a tu trono y partir hacia el exilio. Solo así podrás salvar tu vida y proteger a tu pueblo".

El corazón del gobernante se llenó de pesar, pero sabía que debía aceptar el mandato divino. Con la determinación de un guerrero, K'inich Ahkal Mo' Naab III se despidió de su amada ciudad de Palenque y emprendió un viaje incierto hacia el exilio.

A medida que se adentraba en la espesura de la selva, el ambiente se volvía más denso y opresivo. Los rayos del sol apenas conseguían filtrarse entre las copas de los árboles, creando una penumbra en la que parecían esconderse los secretos ancestrales de la región. Los sonidos de la selva se transformaban en susurros enigmáticos, como si los espíritus de los antiguos gobernantes mayas le susurraran al oído.

K'inich Ahkal Mo' Naab III avanzaba con paso decidido, enfrentándose a los desafíos que la selva le presentaba. Las lianas se enredaban a su paso, como tentáculos que intentaban retenerlo en el pasado glorioso que había dejado atrás. Pero él se mantenía imperturbable, sabiendo que su destino estaba más allá de aquellos muros de piedra.

Días y noches se sucedían, y el gobernante maya se internaba cada vez más en territorios desconocidos. Atravesó ríos caudalosos y escaló montañas imponentes, buscando un refugio donde pudiera encontrar paz y protección. Pero en cada paso que daba, el recuerdo de su antiguo reinado y la incertidumbre sobre lo que le deparaba el futuro lo acosaban sin descanso.

En una noche sin luna, K'inich Ahkal Mo' Naab III se encontró frente a un abismo profundo, cuyas oscuras aguas parecían devorar la luz. La bruma se alzaba desde el fondo, como un velo que ocultaba los secretos más oscuros de la tierra. El gobernante se detuvo al borde del precipicio, sintiendo cómo la historia y el destino se comprimían en aquel lugar.

Miró hacia atrás, hacia el camino que había recorrido, y luego miró hacia adelante, hacia lo desconocido. Entonces, sin vacilar, dio un paso al frente y se lanzó al abismo. El aire rugía a su alrededor mientras caía en la oscuridad, sintiendo cómo su antiguo yo se desvanecía en el vacío.

Cuando finalmente emergió de las profundidades, K'inich Ahkal Mo' Naab III se encontró en un oasis escondido, un paraíso resguardado por la selva. Allí, lejos de los ojos del mundo y envuelto en la tranquilidad de la naturaleza, encontró la paz que tanto anhelaba. Se convirtió en un espectador silencioso de la historia que seguía su curso, como un río incesante que fluye a través de los siglos.

Muchas personas creen que cuando han superado un error ya no necesitan volver a enmendarlo. (Marie von Ebner-Eschenbach, hoy celebraríamos su 193 aniversario, todo un récord de longevidad. Ignoro si dejó algún error por enmendar... yo, sin duda, dejaré bastantes)

Y que cumplas muchos más de los 79 de hoy; espero que hayas superado la prueba que a tod@s nos cuesta: pedir perdón.El perdó: fàcil demanar-ho i difícil acceptar-ho o era a l'inrevés?



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