EL ÁTOMO DE LA VIDA
Era un día como cualquier otro en el planeta Zirón, el cuarto más grande del átomo de hidrógeno que formaba parte de una molécula de agua. Los zironianos, una raza inteligente y pacífica, se dedicaban a sus actividades cotidianas: trabajar, estudiar, divertirse, amar. Nadie sospechaba que ese día cambiaría sus vidas para siempre.
En el centro de investigación atómica, el profesor Zalix y su equipo habían logrado un gran avance: habían construido un microscopio capaz de observar los átomos de otros elementos. Era el sueño de toda una generación de científicos, que anhelaban conocer los secretos del universo.
- ¡Lo hemos conseguido! -exclamó Zalix, emocionado-. Por fin podremos ver lo que hay más allá de nuestro átomo.
- ¿Qué elemento vamos a observar primero? -preguntó su asistente Zira.
- El carbono -respondió Zalix-. Es el elemento más abundante y complejo que conocemos. Tal vez encontremos otros planetas como el nuestro, o incluso otras formas de vida.
Zalix ajustó los controles del microscopio y enfocó una muestra de carbono que había obtenido de una roca. Lo que vio le dejó sin aliento.
- ¡Increíble! -exclamó-. El átomo de carbono tiene seis planetas, y cada uno tiene seis satélites. Es una estructura simétrica y perfecta.
- ¿Y hay vida? -preguntó Zira, impaciente.
- Veamos… -dijo Zalix, acercando la imagen-. Sí, hay vida. Pero no es como la nuestra. Es… diferente.
Zalix y Zira observaron con asombro las criaturas que habitaban los planetas del átomo de carbono. Eran seres orgánicos, pero no tenían forma definida. Podían cambiar de aspecto y tamaño según sus necesidades o deseos. Algunos eran grandes y fuertes, otros pequeños y ágiles. Algunos eran solitarios, otros vivían en grupos. Algunos eran pacíficos, otros violentos. Algunos eran curiosos, otros temerosos.
- Son fascinantes -dijo Zalix-. Parecen tener una gran variedad de emociones e inteligencia. Me gustaría poder comunicarme con ellos.
- Tal vez podamos -dijo Zira-. Tenemos un dispositivo que puede enviar señales electromagnéticas a cualquier frecuencia. Podríamos intentar establecer contacto.
- ¿No será peligroso? -preguntó Zalix-. No sabemos cómo reaccionarán.
- No perdemos nada por intentarlo -dijo Zira-. Tal vez sean amistosos y quieran compartir sus conocimientos con nosotros.
Zalix accedió a probar el experimento. Conectó el dispositivo al microscopio y empezó a enviar mensajes codificados en diferentes lenguajes y símbolos. Esperó unos minutos, pero no hubo respuesta.
- Tal vez no nos entiendan -dijo Zira-. O tal vez no les interese hablar con nosotros.
- No nos demos por vencidos -dijo Zalix-. Sigamos intentándolo.
Zalix y Zira continuaron enviando señales durante horas, sin éxito. Estaban a punto de rendirse cuando ocurrió algo inesperado: el microscopio empezó a vibrar y a emitir un sonido agudo.
- ¿Qué pasa? -preguntó Zira, alarmada.
- No lo sé -dijo Zalix-. Parece que hay una interferencia.
Zalix miró la pantalla del microscopio y se quedó petrificado. Lo que vio le heló la sangre.
- ¡No puede ser! -gritó-. ¡Es imposible!
- ¿Qué ocurre? -preguntó Zira, asustada.
- Mira -dijo Zalix, señalando la pantalla-. Nos están observando.
Zira se acercó al microscopio y vio lo mismo que Zalix: un enorme ojo humano que los miraba fijamente desde el otro lado del átomo de carbono.
- ¿Qué es eso? -preguntó Zira, aterrada.
- Es… es un ser vivo -dijo Zalix, temblando-. Un ser vivo que forma parte de un objeto mucho más grande que nosotros. Un objeto que está hecho de millones de átomos como el nuestro.
- ¿Qué quieres decir? -preguntó Zira, confundida.
- Quiero decir que… que nosotros somos parte de un átomo. Un átomo que forma parte de una molécula. Una molécula que forma parte de una célula. Una célula que forma parte de un tejido. Un tejido que forma parte de un órgano. Un órgano que forma parte de un cuerpo. Un cuerpo que forma parte de un ser vivo. Un ser vivo que… que nos está mirando.
Zalix y Zira se quedaron sin palabras. No podían creer lo que acababan de descubrir. Su mundo, su realidad, su existencia, se habían desmoronado en un instante.
El ojo humano los observaba con curiosidad, sin saber que acababa de cambiar el destino de todo un universo.
“La sinceridad es un don como los demás. No todo el que quiere es sincero.” (Julien Green, nacido el 6 de setiembre de 1900 y que además de tener el don de escribir novelas, quería tener el don de la sinceridad)
Hoy hace 33 años que se quedó sin cuerdas la guitarra de Tom Fogerty, efeméride que he aprovechado para poner una canción "de las de mi época": una de los Creedence Clearwater Revival y que no la escuché por ahí. I ja per avui em retiro que no dono per a més... ni per a menys. Bona nit.
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