martes, 26 de septiembre de 2023

 EL VIAJE DE LA ATLÁNTIDA (Y III)


El joven ayudante observaba maravillado los avanzados instrumentos de la sala de mando mientras la tripulación atlante preparaba el despegue. El profesor Maximilian no cabía en sí de emoción, realizando un sinfín de preguntas al comandante Nautilus sobre la tecnología extraterrestre.

"Nuestros reactores de antimateria permiten doblar el tejido del espacio-tiempo, posibilitando viajes más rápidos que la luz", explicaba Nautilus. "Pero requerirán algo de recalibración tras tantos milenios inactivos. Confío en que sus conocimientos científicos nos serán de gran ayuda, profesor". 

Tras años estudiando mitos y leyendas sobre la Atlántida, al fin Maximilian estaba presenciando la realidad: una avanzada civilización extraterrestre, oculta en las profundidades oceánicas desde la antigüedad. Su corazón latía acelerado mientras la nave cobraba vida, los reactores zumbando con energía arcana.

"Preparen despegue", ordenó Nautilus. Un temblor sacudió la nave al activarse los propulsores. Tras milenios  sumergida, la Atlántida se elevaba majestuosa desde el océano hacia los cielos del planeta que un día fue su escondite.

El joven ayudante miraba por la escotilla, maravillado, mientras se elevaban más allá de la atmósfera terrestre. La excitación en la mirada del profesor era un espejo de la suya propia. Estaban viviendo lo que ningún humano, ni siquiera Julio Verne, había osado imaginar.

"Ha llegado el momento de reanudar nuestra misión", dijo Nautilus, accionando la palanca de hiperpropulsión. La miríada de estrellas se convirtió en rayas borrosas al adentrarse en el hiperespacio. Su destino: las profundidades del cosmos. La aventura definitiva acababa de comenzar.

La nave atravesaba la inmensidad del universo a velocidades de vértigo, dejando atrás la Vía Láctea. El profesor Maximilian y su joven ayudante observaban extasiados desde la cubierta de observación, donde una cúpula retráctil ofrecía una vista panorámica del hiperespacio.

"Es lo más extraordinario que he presenciado en mis setenta años de vida", decía el profesor con lágrimas en los ojos. "Y pensar que la humanidad creyó durante eras que la Atlántida era solo una leyenda...".

"Le debemos una disculpa a la historia, profesor", replicó el ayudante, pletórico. "¡Hemos descubierto que estaba en lo cierto!"

El comandante Nautilus se les unió, informando que se aproximaban a un planeta habitable. "Allí encontraremos los recursos necesarios para reabastecer la nave antes de continuar nuestra búsqueda de un nuevo mundo para nuestra gente".

El planeta resultó ser un lugar idílico, de praderas púrpuras y bosques de cristal. Una pequeña colonia de científicos atlantes los recibió cálidamente, facilitándoles víveres y herramientas para las reparaciones pendientes. 

Durante la breve escala, el ayudante del profesor Maximilian encontró el amor en la piloto atlante Alana, quien lo invitó a unirse a la tripulación permanentemente. Con una mirada de súplica, el joven pidió consejo a su mentor.

"Ve con ellos, muchacho", sonrió Maximilian. "Tu lugar está aquí, entre las estrellas. Yo volveré a la Tierra y contaré nuestra historia".

Y así, mientras la Atlántida retomaba su interminable viaje, el profesor regresó a casa con el mayor descubrimiento de la historia, listo para reescribir los libros de texto con la verdad sobre la legendaria civilización perdida.

“Todo lo grande está en medio de la tempestad” (Esto lo dijo Martin Heidegger entre el 26 de septiembre de 1889 y el 26 de mayo de 1976 recordándonos que 'para coger peces, hay que mojarse el culo')

Hoy hubiese cumplido 76 años pero se quedó con 68 y con un jardín de rosas. I per avui ja he tingut una ració doble de debat "democràtic" (a vegades)



 

 

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