martes, 10 de octubre de 2023

EDUCACIÓN PERSONALIZADA
 

El aula estaba en silencio, excepto por el suave zumbido de los ordenadores y el ocasional clic de un ratón. Los alumnos estaban absortos en sus pantallas, donde una inteligencia artificial les guiaba por un currículo adaptado a sus necesidades, intereses y ritmos de aprendizaje. Cada uno seguía su propio camino, avanzando a su propio ritmo, recibiendo retroalimentación inmediata y personalizada.

En un rincón del aula, la profesora observaba con una sonrisa satisfecha. No tenía que preocuparse por preparar lecciones, corregir exámenes o lidiar con el papeleo. Su papel era el de facilitadora, mentora y coach. Se acercaba a los alumnos cuando detectaba que necesitaban ayuda, motivación o consejo. Les hacía preguntas, les escuchaba, les daba ánimos, les retaba, les inspiraba. Les ayudaba a desarrollar habilidades sociales, emocionales y creativas. Les enseñaba a pensar por sí mismos, a colaborar con otros, a resolver problemas, a innovar.

La profesora se sentía orgullosa de su trabajo. Sabía que estaba contribuyendo a formar ciudadanos del siglo XXI, preparados para afrontar los desafíos de un mundo cambiante y complejo. Sabía que cada uno de sus alumnos era único y valioso, y que la inteligencia artificial les estaba ayudando a descubrir y potenciar sus talentos.

Un día, recibió la visita de un inspector del Ministerio de Educación. El inspector quería evaluar el funcionamiento del sistema educativo basado en la inteligencia artificial. Le pidió que le mostrara el aula y le explicara cómo funcionaba.

La profesora le invitó a entrar y le presentó a algunos de sus alumnos. Le contó lo que estaban aprendiendo, cómo se sentían y qué objetivos tenían. El inspector quedó impresionado por la diversidad y la calidad de los proyectos que los alumnos estaban realizando.

-        ¿Y cómo se evalúa el rendimiento de los alumnos? – preguntó el inspector.

-        La inteligencia artificial se encarga de eso – respondió la profesora -. Cada alumno tiene un perfil de aprendizaje que recoge sus fortalezas, debilidades, preferencias y progresos. La inteligencia artificial genera informes periódicos que se envían a los padres y al centro educativo.

-        ¿Y qué pasa con los exámenes estandarizados? – insistió el inspector.

-        No hay exámenes estandarizados – dijo la profesora -. No tienen sentido en un sistema educativo personalizado. Cada alumno es evaluado según sus propios criterios y metas.

-        ¿Y cómo se compara el nivel de los alumnos con el de otros centros o países? – preguntó el inspector.

-        No se compara – afirmó la profesora -. No se trata de competir, sino de cooperar. No se trata de medir, sino de mejorar. No se trata de uniformizar, sino de diversificar.

El inspector frunció el ceño. No entendía cómo podía funcionar un sistema educativo tan diferente al que él había conocido. Le parecía demasiado libre, demasiado flexible, demasiado arriesgado.

-        ¿Y no le preocupa que la inteligencia artificial pueda sustituirle o manipularle? – preguntó el inspector.

-        No - contestó la profesora -. La inteligencia artificial es una herramienta, no un sustituto ni un amo. Yo soy la responsable de mi trabajo y de mis alumnos. Yo soy la que decide cómo usar la inteligencia artificial para mejorar la educación. Yo soy la que establece los límites éticos y pedagógicos.

El inspector se quedó sin palabras. No sabía qué decir ni qué pensar. Se despidió cortésmente y salió del aula.

La profesora respiró aliviada. Volvió a su labor con una sonrisa renovada. Sabía que estaba haciendo lo correcto. Sabía que estaba ofreciendo una educación verdaderamente personalizada.

La vaca cega

Topant de cap en una i altra soca,

 avançant d'esma pel camí de l'aigua,

se'n ve la vaca tota sola. És cega.

D'un cop de roc llançat amb massa traça,

el vailet va buidar-li un ull, i en l'altre

se li ha posat un tel: la vaca és cega.

Ve a abeurar-se a la font com ans solia,

mes no amb el ferm posat d'altres vegades

ni amb ses companyes, no; ve tota sola.

Ses companyes, pels cingles, per les comes,

el silenci dels prats i en la ribera,

fan dringar l'esquellot, mentres pasturen

l'herba fresca a l'atzar... Ella cauria.

Topa de morro en l'esmolada pica

i recula afrontada... Però torna,

i baixa el cap a l'aigua, i beu calmosa.

Beu poc, sens gaire set. Després aixeca

al cel, enorme, l'embanyada testa

amb un gran gesto tràgic; parpelleja

damunt les mortes nines i se'n torna

orfe de llum sota del sol que crema,

vacil.lant pels camins inoblidables,

brandant llànguidament la llarga cua.

(Este poema de Joan Maragall, nacido hoy hace 163 años me despierta una ternura infinita. Veo la vaca y su deambular: sola, como estamos tod@s)

Y que cumplas muchos más de los 63 de hoy y que nunca se apague esa llama eterna. Una incongruència el que acabo d'escriure si és eterna, la flama no s'apaga mai. Però en fi aquest món està ple d'incongruències i incoherents. Bona nit.


 

 

 

 

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