LA ÚLTIMA NOCHE EN GAZA
En la dura franja de Gaza, donde las paredes hablan de dolor y las sombras de la noche componen una melancólica sinfonía de temor, los ruidos de la guerra se funden con los latidos acelerados de sus habitantes. En una humilde morada, bañada por el tono amargo de los escombros, vive Farid, un padre cuyo único escudo es su amor incansable por su familia.
Farid es de estatura media, pero su corazón es tan inmenso como las olas del Mediterráneo. Sus manos, curtidas por el trabajo y la lucha, siempre ofrecen calor. Su esposa, Layla, es una mujer robusta con los ojos samegh, esos que conocen el peso de la vida pero aún guardan chispas de esperanza. Cinco estrellas orbitan alrededor de estos dos: sus hijos, preciosos retoños que crecen en esta jungla de piedra que es Gaza.
Cada noche, se reúnen en la más pequeña de las habitaciones de su casa, un santuario marcado por los bombardeos, las risas de los niños, las lágrimas, y las plegarias a Allah. Sus cuerpos se encuentran enredados en un abrazo colectivo, formando una muralla contra los miedos y los ruidos externos.
"¡Shh, Hana, duerme, duerme!" Farid murmura a su hija menor, una niñita de cabellos castaños como el dulce dátil, arrullándola con antiguas rimas árabes, intentando ahogar el estruendo que tiñe la noche de terror.
La guerra, es ese lobo voraz que ronda fuera de su refugio, recuerda Layla, mientras cierra fuertemente los ojos, evocando los relatos de la Nakba de sus abuelos. Cada explosión es un eco de aquella diáspora dolorosa, un capítulo más en la larga historia del conflicto que ha marcado su tierra.
A pesar del miedo y el horror, persisten en la cotidianidad de las noches fatídicas. El hilo del amor familiar tejido a través del tiempo y las pruebas soporta el peso del cielo, que parece siempre estar a punto de caer sobre ellos.
"Si debemos morir, moriremos juntos," proclama Farid en una calma desconcertante. Sus palabras, empapadas de determinación y una profunda tristeza, resuenan en el espacio reducido y se quedan flotando, mezclándose con el olor del miedo y la esperanza.
Los niños, a pesar de su corta edad, entienden. Entienden que en la proximidad de sus cuerpos encuentran no solo protección, sino también amor y resistencia. Entienden que, en este caótico y violento capítulo de la historia, ellos cumplen el antiguo pacto de proteger y amar a quienes forman parte de su familia.
Y así es el relato de su días, con sus protagonistas anclados a la realidad de la guerra pero también al inmutable y poderoso lazo del amor paterno. Sus voces, aunque ahogadas por el estruendo de los bombardeos, mantienen una melodía que narra, con valentía, la vida en medio del horror en Gaza.
"Tranquilícese, todo está mal" (Esta frase que viene que ni pintada a la situación mundial actual, la acuñó Clément Rousset que nació el 12 de octubre de 1939 y se dedicó a la filosofía. La pesimista... ¿o hay alguna filosofía optimista?)
Y que cumplas muchos más de los 57 de hoy. Elévate tu que aún puedes hacerlo. És el moment de parar-nos o, més ben dit, parar el món i escoltar cançons com la del vídeo. Necessitem una mica d'assossec o, tal vegada, una altra pandèmia que ens faci recapacitar.
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