domingo, 15 de octubre de 2023

VÍSPERA DE LA DESTRUCCIÓN


La noche caía sobre la ciudad, cubriendo con su manto oscuro las calles vacías y silenciosas. El aire estaba cargado de tensión, como si presagiara una tormenta inminente. En una plaza, rodeada de edificios antiguos y monumentos históricos, se alzaban cuatro estatuas que representaban a cuatro personajes ilustres: un rey, un general, un poeta y un filósofo. Cada una de ellas tenía una placa con su nombre y una breve reseña de sus logros.

El rey era Carlos I de Espanya y V de Alemania, el emperador que gobernó sobre un vasto imperio en el siglo XVI. Su placa decía: "Carlos I, Rey de Espanya y Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Defensor de la fe católica y protector de las artes y las letras".

El general era Francisco Franco, el dictador que lideró el bando nacional en la Guerra Civil Española y que mantuvo el poder durante casi cuatro décadas en el siglo XX. Su placa decía: "Francisco Franco, Generalísimo de los Ejércitos Españoles y Caudillo de Espanya por la gracia de Dios. Restaurador de la unidad nacional y garante de la paz y el orden".

El poeta era Federico García Lorca, el genial escritor que plasmó en sus obras la belleza y el drama de su tierra andaluza, y que fue asesinado por los fascistas al inicio de la guerra civil. Su placa decía: "Federico García Lorca, Poeta y Dramaturgo. Máximo exponente de la Generación del 27. Víctima de la barbarie y símbolo de la libertad".

El filósofo era José Ortega y Gasset, el pensador que reflexionó sobre la crisis de la civilización europea y la necesidad de una renovación cultural y política en Espanya. Su placa decía: "José Ortega y Gasset, Filósofo y Ensayista. Fundador de la Escuela de Madrid y precursor del existencialismo. Autor de La rebelión de las masas".

Las cuatro estatuas permanecían inmóviles e impasibles ante el paso del tiempo, pero en su interior albergaban sentimientos encontrados hacia sus compañeros de piedra. El rey despreciaba al general por haber traicionado a la monarquía y haber instaurado una dictadura sangrienta. El general odiaba al poeta por haber sido un rojo subversivo y haber apoyado a los enemigos de Espanya. El poeta aborrecía al filósofo por haber sido un intelectual elitista y haber ignorado el sufrimiento del pueblo. El filósofo criticaba al rey por haber sido un déspota intolerante y haber provocado el declive del imperio.

Aquella noche, algo extraño ocurrió. Un rayo cayó sobre la plaza e iluminó las cuatro estatuas con un fulgor sobrenatural. Al instante, las estatuas cobraron vida y se miraron unas a otras con asombro y recelo.

- ¿Qué es esto? ¿Qué ha pasado? -preguntó el rey con voz autoritaria.

 - No lo sé, pero no me gusta nada -respondió el general con tono desafiante.

 - Parece un milagro o una maldición -dijo el poeta con expresión melancólica.

 - Es un fenómeno inexplicable desde el punto de vista racional -afirmó el filósofo con gesto analítico.

Las estatuas se bajaron de sus pedestales y se acercaron entre ellas con curiosidad y cautela.

 - ¿Quiénes sois vosotros? -preguntó el rey.

 - Yo soy Francisco Franco, el salvador de Espanya -dijo el general con orgullo.

 - Yo soy Federico García Lorca, el cantor de Espanya -dijo el poeta con humildad.

 - Yo soy José Ortega y Gasset, el pensador de Espanya -dijo el filósofo con modestia.

 - Pues yo soy Carlos I, el emperador de Espanya -dijo el rey con soberbia.

 - ¿Emperador? ¿De qué hablas? Espanya es una dictadura -dijo el general con indignación.

 - ¿Dictadura? ¿De qué hablas? Espanya es una democracia -dijo el poeta con esperanza.

 - ¿Democracia? ¿De qué hablas? Espanya es una anarquía -dijo el filósofo con desdén.

 - ¿Anarquía? ¿De qué hablas? Espanya es un reino -dijo el rey con arrogancia.

Las estatuas se enzarzaron en una acalorada discusión sobre la historia, la política y la cultura de Espanya, defendiendo cada una su visión y atacando la de las demás. El rey alababa su obra imperial y condenaba la decadencia posterior. El general ensalzaba su obra nacional y denunciaba la traición de los rojos. El poeta elogiaba su obra poética y lamentaba la represión de los azules. El filósofo valoraba su obra filosófica y censuraba la mediocridad de las masas.

Las estatuas se insultaban, se amenazaban y se desafiaban, sin escuchar ni comprender a las otras. El rey llamaba al general tirano, al poeta hereje y al filósofo loco. El general llamaba al rey débil, al poeta marica y al filósofo traidor. El poeta llamaba al rey opresor, al general asesino y al filósofo cobarde. El filósofo llamaba al rey fanático, al general vulgar y al poeta sentimental.

La plaza se llenó de gritos, de injurias y de desprecio. Las estatuas se olvidaron de que eran de piedra y se comportaron como humanos. Humanos llenos de odio, de rencor y de violencia. Humanos que no sabían convivir, que no sabían dialogar, que no sabían amar.

La noche avanzaba y el cielo se oscurecía. La ciudad seguía dormida e ignorante del drama que se vivía en la plaza. Las estatuas seguían vivas e inconscientes del destino que les esperaba en la plaza.

De repente, otro rayo cayó sobre la plaza e iluminó las cuatro estatuas con un fulgor terrible. Al instante, las estatuas explotaron en mil pedazos y se convirtieron en polvo.

El silencio volvió a reinar en la plaza. Sólo quedaban los pedestales vacíos y las placas rotas.

Y una voz que resonaba en el aire, cantando una canción:

“Pero me dices una y otra y otra vez, amigo mío

Ah, no crees que estemos en vísperas de la destrucción”

 “El hombre fue quién creó a Dios a su imagen y semejanza” (Friedrich Nietzsche, nacido el 15 de octubre de 1844 para llenarnos con su filosofía y para sacarnos de un error monumental: la existencia de Dios, creado por el hombre para dominar a sus semejantes)

Y que cumplas muchos mas de los 89 porque eso querrá decir que hoy no es la víspera de la destrucción.  I amb l'ànima encongida per l'horror de les imatges que ens arriben, us desitjo bona nit a tot@s i que tingueu una feliç setmana. Per cert, la foto està feta amb IA. A que ha quedat aparent?


 


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