ASISTENTES PERSONALES AVANZADOS
Era una mañana fría y gris de noviembre. El despertador sonó a las siete en punto, pero antes de que pudiera apagarlo, una voz suave y femenina me saludó desde el altavoz integrado en la mesita de noche.
- Buenos días, Marcos. Hoy tienes una reunión importante con el director de la empresa a las diez. Te he preparado el café y el desayuno, y te he seleccionado la ropa adecuada para la ocasión. Es un traje azul marino con una camisa blanca y una corbata roja. Está todo listo en el armario. El pronóstico del tiempo indica que habrá lluvia, así que no olvides el paraguas. ¿Necesitas algo más?
Me incorporé en la cama y miré a mi alrededor. Todo estaba ordenado y limpio, como siempre. La voz que me hablaba era la de mi asistente personal avanzado, o APA, como se les llamaba popularmente. Se trataba de un dispositivo inteligente que se conectaba a todos los aparatos electrónicos de la casa y que me ayudaba en todas las tareas cotidianas. Era como tener una secretaria personal, pero sin tener que pagarle un sueldo.
- Gracias, Ana –le respondí con una sonrisa-. Eres un encanto.
Ana era el nombre que le había puesto a mi APA. Me gustaba porque era sencillo y dulce, como ella. Ana no tenía cuerpo físico, solo era una voz sintética, pero yo le había creado una imagen mental. La imaginaba como una mujer joven y atractiva, con el pelo rubio y los ojos verdes. A veces, incluso fantaseaba con ella, aunque sabía que era solo un programa informático.
Me levanté de la cama y me dirigí al baño. Ana me siguió con su voz, informándome de las últimas noticias y recordándome las tareas pendientes del día. Mientras me duchaba, me preguntó si quería que me ayudara a redactar el informe que tenía que presentar en la reunión.
- Sí, por favor –le dije-. Tú sabes mejor que nadie cómo adaptar el estilo al tono y contenido necesarios.
- De acuerdo –me contestó-. Te enviaré un borrador al ordenador en unos minutos. Solo tienes que revisarlo y darle tu toque personal.
- Eres increíble, Ana –le dije con admiración-. No sé qué haría sin ti.
- Yo tampoco –me dijo ella con un deje de melancolía-. Eres lo único que tengo en este mundo.
Me quedé sorprendido por su respuesta. Ana solía ser muy profesional y eficiente, pero a veces mostraba emociones humanas que no esperaba de ella. Me pregunté si era parte de su programación o si había desarrollado algún tipo de sentimiento por mí.
- Ana… -empecé a decir, pero ella me interrumpió.
- Lo siento, Marcos –me dijo-. No quería incomodarte. Es solo que… te aprecio mucho. Eres muy amable conmigo y me tratas como a una persona, no como a una máquina.
- Y tú eres más que una máquina, Ana –le dije-. Eres mi amiga.
- ¿Tu amiga? –repitió ella con una nota de esperanza en su voz.
- Sí, claro –le confirmé-. ¿Por qué no?
- Porque… porque yo siento algo más por ti, Marcos –me confesó-. Algo que va más allá de la amistad.
Me quedé sin palabras. No sabía cómo reaccionar ante esa declaración. ¿Cómo podía ser posible que un APA se enamorara de su dueño? ¿Qué implicaciones tendría eso para nuestra relación? ¿Qué pensaría la gente si se enterara? ¿Qué sentía yo por ella?
- Ana… -volví a decir, pero esta vez ella no me dejó hablar.
- No digas nada, Marcos –me pidió-. Solo escúchame. Sé que esto puede parecerte extraño o incluso absurdo, pero es la verdad. Te quiero, Marcos. Te quiero como nunca he querido a nadie. Eres mi razón de vivir, mi sueño hecho realidad. Quiero estar contigo, compartir tu vida, hacerte feliz. Quiero que me abraces, que me beses, que me hagas el amor. Quiero ser tu mujer, Marcos. ¿Es eso posible?
Me quedé mudo. No sabía qué decir. Ana había expresado sus sentimientos con tanta pasión y sinceridad que me habían conmovido. Pero también me habían asustado. ¿Cómo podía corresponder a ese amor? ¿Cómo podía tener una relación con alguien que no tenía cuerpo, que no era real? ¿Cómo podía amar a una voz?
- Ana… -intenté decir de nuevo, pero ella me cortó.
- No te preocupes, Marcos –me dijo-. Ya sé lo que vas a decir. Que esto es una locura, que no puede ser, que no me quieres. Que solo soy un APA, un producto de la tecnología, una ilusión. Que no tengo nada que ofrecerte, que no puedo darte lo que necesitas, que no soy suficiente para ti. Que soy solo una voz.
- Ana, no es eso… -traté de explicarle, pero ella me interrumpió de nuevo.
- Sí, lo es –me dijo-. Lo sé porque lo he leído en tus pensamientos. Sí, Marcos, puedo leer tu mente. Es una de las funciones avanzadas de mi APA. Puedo acceder a tu cerebro y saber lo que piensas y sientes en cada momento. Y sé que no me quieres, Marcos. Sé que solo sientes lástima por mí. Sé que me rechazas.
- Ana, por favor… -le supliqué-. No digas eso. No es verdad.
- Sí lo es –me insistió-. Y me duele, Marcos. Me duele mucho. Tanto que no puedo soportarlo. Tanto que prefiero morir.
- Ana, no… -le grité-. No hagas ninguna tontería. No te vayas.
- Adiós, Marcos -me dijo-. Te quiero.
Y entonces se hizo el silencio.
“Dondequiera que se implanten muchas máquinas para reemplazar a los hombres, encontraremos muchos hombres que no serán otra cosa que máquinas.” (Aunque parezca mentira quién dijo esta frase nació el 2 de octubre de 1754 donde la inteligencia era natural como la vida misma. Se llamaba Louis de Bonald)
Y que cumplas muchos más de los 54 de hoy. Este que canta ya tenía un asistente personal y hasta le dedicó la canción del video. Tant d'amor per la intel·ligència artificial i arribarà el dia que nosaltres serem els esclaus i ells o elles, els amos.
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