PENDIENTES DE UN HILO
La llovizna caía suavemente sobre las calles vacías. Mis pasos resonaban en el empedrado mientras caminaba sin rumbo fijo. Las farolas proyectaban su luz mortecina sobre los edificios de piedra que parecían observarme con gesto adusto. En algún lugar, un reloj dio las campanadas de medianoche.
Me detuve bajo el alero de una panadería cerrada y encendí un cigarrillo. El resplandor del fósforo iluminó por un instante mi rostro demacrado en el cristal de la ventana. Exhalé una bocanada de humo que se disipó rápidamente en la noche.
-Disculpe, ¿tiene fuego? -dijo una voz a mi lado.
Me volví y vi a un hombre mayor, encorvado y con el cabello cano, que sostenía un cigarro apagado entre sus dedos temblorosos. Asentí y le ofrecí mi encendedor. Sus ojos se iluminaron al prender el cigarro.
-Muchas gracias, joven. Los pequeños placeres de la vida son tan efímeros... -comentó con una sonrisa melancólica-. Como este momento, compartiendo un fuego en medio de la noche. Pronto se desvanecerá en el olvido.
Asentí en silencio. El hombre dio una larga calada a su cigarro y exhaló el humo lentamente, como saboreando cada segundo.
-A veces tengo la sensación de que el mundo está pendiente de un hilo -dijo de pronto, clavando su mirada en la mía-. Todo parece tan frágil, a punto de romperse. Las vidas, los imperios, las ideas... algo tan sólido como una roca puede resquebrajarse en un instante.
Sus palabras despertaron un eco en mi interior. Era como si hubiera verbalizado el sentimiento difuso que me rondaba desde hace tiempo.
-Los jóvenes como usted quizás no lo perciban aún -continuó-. Pero cuando has vivido lo suficiente, empiezas a ver las grietas en la fachada. La máscara de estabilidad que todos llevamos comience a resquebrajarse...
En ese momento, el relajo de una patrulla de policía nos sobresaltó. Las luces azules destellaron en la oscuridad mientras el vehículo pasaba a toda velocidad frente a nosotros para luego perderse calle abajo. El hombre apagó su cigarro a medio fumar en el suelo mojado.
-Tenga cuidado ahí afuera, joven. Recuerde, todo puede desmoronarse en un instante... -dijo mientras se alejaba cojeando bajo la llovizna.
Me quedé solo de nuevo, contemplando la colilla de cigarro que humeaba a mis pies. Sus palabras resonaban en mi mente. Miré a mi alrededor como si el mundo se hubiera vuelto más frágil. Y en la bruma nocturna, tuve la certeza de que sólo era cuestión de tiempo antes de que todo se viniera abajo.
“Las mujeres estamos siempre como presentando un examen, quizá no sabemos todo el tema a la perfección, pero damos lo mejor de nosotras” (Hillary Clinton, a los 76 años que hoy cumple sigue teniendo más personalidad que su famoso marido)
Y que cumplas muchos más de los 60 de hoy aunque el mundo te parezca un carnaval. Puc adoptar el paper del jove o l'home menys jove, però en el que si estic d'acord és en aquesta sensació de fragilitat que hi ha voltant.
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