miércoles, 8 de noviembre de 2023

 ¿CUANTO ME DA POR MIS HIJOS?

Laureano de Andrade caminaba por las calles de Nova Iguacu con una expresión de desesperación en su rostro. Llevaba de la mano a sus seis hijos, tres varones y tres hembras, que lo seguían con miradas asustadas y curiosas. El sol de noviembre caía implacable sobre sus cabezas, haciendo que el sudor les empapara la ropa. Laureano miraba a los transeúntes con ojos suplicantes, buscando a alguien que se interesara por su oferta.

-¿Quién quiere comprar a mis hijos? –gritaba-. Los vendo baratos, a 33 dólares cada uno. Necesito dinero para pagar el hospital donde está mi mujer, que va a parir en cualquier momento.

La gente lo miraba con incredulidad. Algunos se burlaban de él, otros lo insultaban, otros lo ignoraban. Nadie se detenía a escuchar su historia, nadie le tendía una mano amiga.

-¿Qué haces, hombre? ¿Estás loco? ¿Cómo vas a vender a tus hijos? -le reprochó un policía que lo vio desde lejos.

-No tengo otra salida, señor. Mi mujer está en el hospital público de Nova Iguacu, y me han dicho que tengo que pagar 25 dólares por la factura. No tengo trabajo, no tengo casa, no tengo nada. ¿Qué voy a hacer? ¿Dejar que se muera mi mujer y mi hijo que va a nacer?

-Eso no es excusa, hombre. Tus hijos son tu responsabilidad, no puedes deshacerte de ellos así. Ven conmigo, te voy a llevar al juez del Tribunal de Menores. Él sabrá qué hacer contigo.

El policía lo agarró del brazo y lo arrastró hacia su patrulla. Los niños se aferraron a su padre, llorando y gritando.

-¡Papá, no nos dejes! ¡Papá, no nos vendas!

-Tranquilos, hijos, tranquilos. No os voy a vender, os voy a dar una vida mejor. El juez os va a encontrar una familia que os quiera y os cuide. Yo no puedo hacerlo, yo no sirvo para nada.

-¡Papá, no digas eso! ¡Papá, te queremos!

-Yo también os quiero, hijos, pero no puedo hacer nada por vosotros. Perdonadme, perdonadme.

El policía los metió a todos en la patrulla y los llevó al Tribunal de Menores. Allí, el juez escuchó el caso y decidió poner a los niños bajo la custodia de una persona que se hizo responsable de ellos. El juez le dijo a Laureano que lo que había hecho era un delito, pero que lo iba a dejar en libertad por compasión. Le sugirió que visitara a un psiquiatra, que tal vez pudiera ayudarlo.

Laureano salió del tribunal con las manos vacías y el corazón roto. Se dirigió al hospital donde estaba su mujer, Erotides, esperando que le dejaran verla. Quería abrazarla, besarla, pedirle perdón. Quería ver a su séptimo hijo, que había nacido mientras él estaba en el tribunal. Quería decirle que lo amaba, que era su esperanza, su razón de vivir.

Pero cuando llegó al hospital, se encontró con una escena que lo dejó helado. Erotides yacía en una camilla, pálida y sin vida. A su lado, una enfermera sostenía a un bebé envuelto en una manta, que lloraba con fuerza. Laureano se acercó, temblando.

-¿Qué ha pasado? ¿Qué le ha pasado a mi mujer?

-Lo siento, señor. Su mujer ha muerto por complicaciones en el parto. No pudimos hacer nada por salvarla.

-¿Y el bebé? ¿Está bien el bebé?

-Sí, el bebé está bien. Es un niño. ¿Quiere cogerlo?

La enfermera le tendió al bebé, que se calmó al sentir el calor de su padre. Laureano lo miró con una mezcla de amor y dolor. Era un niño hermoso, con los ojos de su madre y el pelo de su padre. Laureano lo acunó entre sus brazos, sintiendo que se le partía el alma.

-¿Cómo se llama? –preguntó la enfermera.

-Se llama Erotides, como su madre. Es lo único que me queda de ella.

"La historia es el testimonio de los tiempos, la luz de la verdad, la vida de la memoria, la maestra de la vida, mensajera de la antigüedad." (Martín Fernández de Navarrete, nacido el 8 de noviembre de 1765, descendiente directo de “El Cid” Campeador, sabía de la importancia de la Historia para que no la volviésemos a repetir. Vano intento el suyo)

Y hoy hace justo un año que Dan MacCaffer pasó a la habitación de al lado llevándose su peculiar voz. En el video, una muestra.  El relat està basat en un fet real: la desesperació per la misèria social té aquestes conseqüències.


 

 

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