LA MALDICIÓN DE LA MOMIA
El calor del desierto egipcio era sofocante cuando la expedición arqueológica llegó frente a la legendaria Pirámide de Kheops. Tras semanas de arduo trabajo removiendo la arena, por fin habían expuesto por completo sus enormes bloques de piedra caliza. El sol se reflejaba contra su pulida superficie como fuego, cegando a quien osara mirar directamente hacia el poderoso monumento fúnebre.
El doctor Henry Williams, jefe de la expedición, observaba maravillado la estructura mientras el sudor le recorría el rostro. Llevaba años estudiando los antiguos pergaminos que narraban los misterios ocultos tras sus muros, y por fin estaba allí, a un paso de resolver siglos de enigmas. A su lado, su ayudante Sarah Foster escudriñaba con impaciencia los jeroglíficos que decoraban la base, buscando alguna pista sobre cómo acceder a sus entrañas.
Tras muchos cálculos astronómicos y topográficos, por fin dieron con el mecanismo secreto que les permitió franquear la primera puerta. Un estrecho pasillo descendía en espiral hacia las entrañas de la tierra, tan angosto que apenas cabían de pie. A cada paso que daban se adentraban más en las profundidades, sintiendo sobre sí el peso de milenios de roca y secreto.
De pronto, la oscuridad se disipó. Ante ellos se extendía una cámara tallada en la piedra, iluminada tenuemente por antorchas de aceite. En el centro reposaba una gran losa de basalto sobre una elevación de arena. El doctor Williams contuvo la respiración. Tras limpiar con cuidado la superficie, aparecieron ante ellos jeroglíficos que narraban la identidad del sepultado. Era Kheops, el legendario faraón constructor de la pirámide, que por fin les revelaba sus secretos después de 4000 años.
- Hemos logrado vencer todas las trampas mortales - gritó Sarah eufórica - ¡Estamos a punto de revelar el tesoro más grande de Egipto!
Lo que no sabían es que alguien más también se alegraba de su descubrimiento. Bajo la losa, en las tinieblas, una misteriosa figura esbozó una sonrisa siniestra tras milenios de letargo...
Un intenso frío recorrió la espina dorsal del doctor Williams al vislumbrar entre las sombras aquel rostro momificado que les observaba con ojos inyectados en sangre. Antes de que pudieran reaccionar, un alarido ensordecedor retumbó en la cámara funeraria.
- ¡Es la momia de Kheops, ha cobrado vida! - gritó Sarah aterrorizada.
El desdoblado ser se arrastró con pasos vacilantes hacia ellos. Sus vendas comenzaron a caer, dejando al descubierto una piel reseca como el papiro y heridas milenarias que nunca cicatrizaron. Alzó un brazo esquelético señalándolos con un dedo acusador.
- ¡Habéis osado perturbar mi sueño eterno! - bramó con voz sepulcral - ¡Ahora conoceréis la ira de un faraón!.
El doctor intentó razonar con la criatura, pero sus palabras fueron en vano. La momia embistió contra él con una fuerza sobrehumana.
Tras esquivar por los pelos sus garras putrefactas, Williams entendió que solo les quedaba una esperanza: sellar de nuevo la cámara antes de que la momia escapara. Sarah se arrojó sobre la palanca que controlaba la gran losa de piedra mientras el doctor distraía a la momia.
Con un sonoro chirrido, esta comenzó a descender poco a poco. La momia lanzó un alarido de furia al comprender sus intenciones. En un último acceso de fuerza sobrehumana, logró asirse al borde de la losa.
- ¡Malditos seáis! - bramó - ¡Cuando escape, la maldición de Kheops caerá sobre vosotros y todos los vivientes!
La losa se cerró con un golpe seco, dejando tras de sí solo silencio y oscuridad. Un pesado sello había vuelto a caer sobre la cámara funeraria. Pero el doctor Williams sabía que aquello no había hecho más que comenzar, pues la amenaza de la momia ahora planeaba sobre todo Egipto...
Tras sellar de nuevo la cámara, Williams y Sarah se apresuraron en abandonar la pirámide. El calor del desierto les recibió como un bálsamo después del terrible encuentro.
- Debemos avisar cuanto antes a las autoridades - dijo el doctor con semblante preocupado - La momia de Kheops no descansará hasta cumplir su maldición.
Tomaron el Land Rover y emprendieron la carrera contra reloj hacia El Cairo. Pero una figura furtiva les observaba desde las sombras.
Mientras tanto, bajo las arenas que sepultaban la pirámide, la momia arrancaba sus vendas con dedos encallecidos por el paso de los eones. Pronto estaría libre. Las primeras figuras comenzaban a formarse en su mente: caos, destrucción, muerte. El mundo de los vivos pagaría el haber osado despertarla.
Cuando el doctor irrumpió en las oficinas del Ministerio, explicó atropelladamente la amenaza a la que se enfrentaban. Sin embargo, los burócratas se negaban a tomarle en serio.
- Es una ridícula leyenda para turistas - se burló uno de ellos.
Pero la risa se les heló en la
garganta cuando al anochecer llegaron los primeros gritos de pánico desde la
pirámide. La momia había escapado. Lo que nadie sabía es que los laberintos de las pirámides habían sido hechos no para que los asalta tumbas se llevasen los tesoros de la momia, sino para que éste no pudiese escapar de allí.
"Es tan irónico que a menudo escuches a estas personas de derecha que hablan de la constitución." (George Saunders, hoy celebra su 65 cumpleaños y es uno de los pocos “frasoplonistas” vivos que pongo por aquí. Y no, no es espanyol a pesar de que la frase parece que se inspiró en este país)
Y que cumplas muchos más de los 45 de hoy e imagínate el porqué no puede decirte la verdad. Es tan viejo como el mundo. La desesperada lluita d'alguns vividors de la política per a no seguir en la irrellevància més absoluta és patètica.
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