DOS HORAS PARA LA ETERNIDAD
Manel era un hombre obsesionado con la salud. Desde que su médico le había recomendado caminar 30 minutos al día para mejorar su circulación, no había dejado de hacerlo ni un solo día. De hecho, había multiplicado por cuatro la dosis prescrita, y se pasaba dos horas diarias caminando por las calles de Barcelona, con la esperanza de alcanzar la inmortalidad.
Su amigo Francesc, en cambio, era un hombre despreocupado y hedonista. Le gustaba disfrutar de la vida sin pensar en las consecuencias, y se burlaba de la manía de Manel por el ejercicio. Cada vez que lo veía salir de casa con sus zapatillas deportivas y su reloj contador de pasos, le soltaba alguna frase sarcástica.
- ¿A dónde vas, Manel? ¿A dar la vuelta al mundo?
- No, Francesc, solo voy a caminar un rato. Es bueno para la salud, ya sabes.
- ¿Y qué ganas con eso? ¿Vivir más años? ¿Para qué? ¿Para seguir caminando?
- No seas tan negativo, Francesc. Caminar tiene muchos beneficios. Te hace sentir más feliz, más joven, más fuerte...
- ¿Y más guapo? Porque la verdad es que no se te nota mucho.
- Venga, Francesc, déjame en paz. Ya verás cómo cuando seamos viejos, yo estaré mucho mejor que tú.
- ¿Viejos? ¿Tú crees que vamos a llegar a viejos? Con lo mal que está el mundo, lo más probable es que nos caiga un meteorito encima o que nos invadan los extraterrestres.
- No seas tan pesimista, Francesc. El mundo no es tan malo. Hay cosas buenas y cosas malas, como siempre.
- Bueno, bueno, como quieras. Tú sigue caminando, que yo me voy al bar a tomarme una caña. Adiós, Manel.
- Adiós, Francesc.
Así era la rutina diaria de Manel y Francesc. Manel caminaba y caminaba, convencido de que así prolongaba su vida. Francesc bebía y bebía, convencido de que así disfrutaba de su vida. Y así pasaban los días, los meses, los años...
Un día, Manel recibió una llamada de teléfono que le dejó helado. Era la secretaria de su médico, la que le había dado la famosa recomendación de caminar 30 minutos al día.
- ¿Manel? Soy Lola, la secretaria del doctor García.
- Hola, Lola. ¿Qué pasa? ¿Hay algún problema?
- Verás, Manel... tengo una mala noticia que darte. El doctor García ha fallecido.
- ¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué?
- Fue ayer. Tuvo un accidente de aviación. Iba a dar una conferencia sobre los beneficios del ejercicio en Nueva York, y el avión se estrelló. No hubo supervivientes.
- ¡Oh, Dios mío! ¡Qué horror! ¡Qué tragedia! ¡Pobre doctor García!
- Lo siento mucho, Manel. Sé que era tu médico de cabecera desde hace años, y que te llevabas muy bien con él.
- Sí, sí, era un gran médico, y un gran amigo. Siempre me aconsejaba lo mejor para mi salud. Gracias a él, empecé a caminar todos los días, y me sentía mucho mejor.
- Bueno, Manel, no te desanimes. Estoy segura de que el doctor García estaría orgulloso de ti, y de que seguiría queriendo que cuidaras de tu salud.
- Sí, sí, tienes razón, Lola. Gracias por llamarme, y por darme el pésame. ¿Sabes cuándo será el funeral?
- Todavía no lo sé, Manel. Te avisaré cuando lo sepa. Hasta entonces, cuídate mucho, ¿vale?
- Vale, vale, Lola. Gracias por todo. Adiós.
- Adiós, Manel.
Manel colgó el teléfono y se quedó pensativo. El doctor García había muerto. Su médico, su amigo, su mentor. El que le había enseñado el camino de la salud. El que le había animado a caminar 30 minutos al día. Y ahora, ¿qué? ¿Qué sentido tenía seguir caminando, si el destino podía ser tan cruel y caprichoso? ¿Qué garantía tenía de que caminar le iba a dar más años de vida, si el propio doctor García había muerto tan joven y tan repentinamente? ¿No sería mejor vivir el momento, como hacía Francesc, y olvidarse de las preocupaciones?
Manel se levantó del sofá y se dirigió a la puerta. Se puso las zapatillas deportivas y el reloj contador de pasos, como siempre. Pero esta vez, en vez de salir a caminar, se dirigió al bar de la esquina, donde sabía que estaría Francesc. Entró y lo vio sentado en la barra, con una caña en la mano, como siempre.
- Hola, Francesc. ¿Te importa si me siento contigo?
- Hola, Manel. Claro que no, hombre. Siéntate, siéntate. ¿Qué te pongo? ¿Una caña? ¿Un vino? ¿Un whisky?
- Pues... la verdad es que me apetece una caña. Sí, una caña.
- ¿Una caña? ¿Tú? ¿El caminante incansable? ¿El adalid de la salud? ¿El aspirante a inmortal? ¿Qué te ha pasado, Manel? ¿Te has vuelto loco?
- No, Francesc, no me he vuelto loco. Solo he cambiado de opinión. He decidido que la vida es demasiado corta y demasiado incierta como para pasarla caminando sin parar. He decidido que prefiero disfrutar de la vida, como tú, y tomarme una caña de vez en cuando.
- ¿En serio, Manel? ¿No es una broma? ¿No es una cámara oculta?
- No, Francesc, no es una broma, ni una cámara oculta. Es la pura verdad. Te lo juro por el doctor García.
- ¿Por el doctor García? ¿Qué tiene que ver el doctor García en todo esto?
- Pues que ha muerto, Francesc. Ha muerto en un accidente de aviación. Me lo acaban de decir por teléfono.
- ¡Vaya! ¡Qué pena! ¡Qué mala suerte! ¡Pobre doctor García!
- Sí, sí, pobre doctor García. Era un gran médico, y un gran amigo. Siempre me aconsejaba lo mejor para mi salud. Gracias a él, empecé a caminar todos los días, y me sentía mucho mejor.
- Bueno, Manel, no te pongas triste. Piensa que el doctor García habrá muerto feliz, haciendo lo que más le gustaba: viajar y hablar de los beneficios del ejercicio.
- Sí, sí, supongo que sí, Francesc. Pero aún así, me parece muy injusto. Él, que era tan sano, que se cuidaba tanto, que hacía tanto ejercicio... ¿Cómo es posible que le haya pasado esto?
- No lo sé, Manel. Supongo que son cosas del destino. A veces, la vida es así de cruel e irónica.
- Sí, sí, tienes razón, Francesc. La vida es cruel e irónica. Y por eso, he decidido cambiar. He decidido dejar de caminar, y empezar a beber. He decidido vivir el momento, y olvidarme del futuro. He decidido ser como tú, Francesc. ¿Qué te parece?
- Pues... me parece muy bien, Manel. Me parece muy bien que hayas visto la luz, y que hayas dejado de torturarte con tanto ejercicio. Me parece muy bien que hayas decidido disfrutar de la vida, y que hayas venido a tomarte una caña conmigo. Me parece muy bien que hayas decidido ser como yo, Manel. Pero hay una cosa que no me queda clara.
- ¿Qué cosa, Francesc?
- ¿Por qué sigues llevando las zapatillas deportivas y el reloj contador de pasos?
- Ah, eso... bueno, es que... no sé, me he acostumbrado a ellos, y me da pena tirarlos. Además, nunca se sabe, igual algún día me da por volver a caminar...
- ¡Ja, ja, ja! ¡Qué bueno, Manel! ¡Qué bueno! ¡Eres un caso perdido, Manel! ¡
"El individuo puede cambiar su propio destino, pero no puede cambiar el destino del mundo." (Esto lo dijo y escribió Friedensreich Hundertwasser, nacido el 15 de diciembre de 1928 para cambiar su destino no el del mundo. Fue un acérrimo enemigo de la línea recta)
Y que cumplas muchos más de los 84 de hoy aunque tu "hit parade" es de 1961. Ahora no solo va a sonreir tu niña sino tod@s nosotr@s. Bé: no s'ha de deixar de caminar. Almenys jo no ho faré, no vagi a ocórrer que quan em pari ja no pugui tornar a posar-me en marxa. No s'ha de fer cas de tot el que escric.
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