lunes, 4 de diciembre de 2023

EL VERIFICADOR: UN ACUERDO DE SUPERVIVENCIA


Era una noche fría y lluviosa en la ciudad. Las calles estaban vacías y solo se oía el sonido de las gotas golpeando el asfalto. En un edificio de oficinas, dos personas se miraban con recelo a través de una mesa. Eran los líderes de dos facciones rivales que llevaban años enfrentadas por el control del territorio. En lo único que estaban de acuerdo era en que no estaban de acuerdo en nada.

Sus nombres eran Luis y Ana. Luis era el jefe de los Rojos, un grupo de rebeldes que luchaban por la independencia de su región. Ana era la líder de los Azules, un partido político que defendía la unidad del país. Ambos tenían una larga historia de odio y violencia entre ellos. Habían sufrido atentados, secuestros, sabotajes y asesinatos por parte del bando contrario. No había nada que los uniera, salvo el deseo de acabar con el otro.

Pero las circunstancias se habían confabulado para que la supervivencia de uno dependiese del otro y viceversa. Un tercer actor había entrado en escena: los Verdes, una organización internacional de ultraderecha que pretendía imponer su agenda. Los Verdes habían lanzado una campaña de boicot económico y social contra los Rojos y los Azules, acusándolos de ser unos terroristas y unos opresores. Los Verdes tenían el apoyo de la opinión pública y de los medios de comunicación subvencionados por ellos, y habían logrado aislar a los Rojos y los Azules del resto del mundo. Los Verdes amenazaban con intervenir militarmente si los Rojos y los Azules no cesaban su conflicto y se sometían a sus condiciones.

Así que no había más salida que tratar de buscar los puntos en común que no tenían. Se pusieron de acuerdo en una cosa, poner por escrito sus diferencias que no hizo más que evidenciar que el uno estaba en las antípodas del otro. Pero pudieron redactar un escrito. Los Verdes, enemigos de ambos, porque eso también eso tenían en común, que no se preocupaban porque pensaban que nunca se pondrían de acuerdo dadas sus diferencias, vieron con mucha inquietud que hubiesen llegado a acordar poner por escrito sus desacuerdos. Lo cierto es que no acababan de entender el significado de todo aquello. Los Rojos y los Azules advirtieron entonces que habían podido llegar a dos acuerdos: el primero, poner por escrito sus diferencias y, el segundo, ver que tenían enemigos en común lo que les hizo reflexionar que, a lo mejor, estaban haciendo las cosas bien. Despacio, pero bien. Decidieron explorar, y eso fue otro acuerdo, que a lo mejor un tercero ajeno a sus circunstancias pudiese mediar para acercar sus diferencias a la vez que verificaba que cada parte había cumplido con sus compromisos. Y se pusieron de acuerdo. Llegados a este punto fue cuando los enemigos de ambos, bramaron con mucha intensidad: repararon en que era posible una convivencia entre dos personas que a ellos no les convenía porque, entonces, peligraba su supervivencia. Era una terreno no explorado, por eso el miedo de los enemigos y la esperanza de los, hasta el momento, irreconciliables.

-¿Qué quieres que hagamos? – preguntó Luis con voz ronca, mirando el papel que contenía sus desacuerdos.

-Quiero que hagamos un pacto - respondió Ana con firmeza, mirándolo a los ojos.

-¿Un pacto? ¿De qué tipo? – inquirió Luis con recelo.

-Un pacto de no agresión, de respeto mutuo, de colaboración frente a los Verdes - explicó Ana con claridad.

-¿Y por qué debería confiar en ti? – replicó Luis con desconfianza.

-Porque yo tampoco confío en ti, pero sé que es la única forma de sobrevivir - contestó Ana con sinceridad.

-¿Y cómo sabré que cumplirás tu parte? – insistió Luis con duda.

-Porque habrá un testigo, un verificador, un mediador - propuso Ana con convicción.

-¿Y quién sería ese mediador? – preguntó Luis con curiosidad.

-Alguien que no tenga nada que ver con nosotros, que sea neutral, que tenga credibilidad - sugirió Ana con criterio.

-¿Y dónde encontraremos a alguien así? – cuestionó Luis con escepticismo.

-Hay una persona que podría serlo - dijo Ana con confianza.

-¿Quién? - indagó Luis con interés.

-El escritor que nos ha escrito esta historia - reveló Ana con una sonrisa.

Luis se quedó perplejo. Miró el papel que tenía en sus manos y luego a Ana. Ella le devolvió la mirada con una expresión de complicidad. Luis sintió algo que hacía mucho tiempo que no sentía: esperanza. Tal vez, solo tal vez, hubiera una forma de salir de ese callejón sin salida. Tal vez, solo tal vez, hubiera una forma de entenderse con alguien que pensaba tan diferente a él. Tal vez, solo tal vez, hubiera una forma de escribir un nuevo capítulo en su historia. Un capítulo que empezaba con un pacto de los desacuerdos.

"Cuando los hombres se ven reunidos para algún fin, descubren que pueden alcanzar también otros fines cuya consecución depende de su mutua unión." (Thomas Carlyle, nacido hoy hace 228 años cuando aún no se habían "inventado" los verificadores o, mejor dicho, aún no les habíamos puesto el nombre correcto)

Y que cumplas muchos más de los 68 de hoy, aunque no soportes la lluvia. Ahí si estamos en profundo desacuerdo. Evidentment que el meu paper en tota aquesta història és el de simple inventor d'aquesta. O no. Bona nit.


 


 

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