LOS OJOS DE EINSTEIN
El año 2123 se acercaba a su fin, pero nadie tenía motivos para celebrar. La sociedad se había empobrecido de tal manera que estaba a punto de desaparecer. Hacía 100 años que los expertos lo habían vaticinado: una disminución en los índices de matemáticas, comprensión lectora y educación llevaría aparejado la destrucción de la sociedad.
El mundo se había convertido en un lugar inhóspito, donde la violencia, el hambre y la enfermedad eran el pan de cada día. Los recursos naturales se habían agotado, y la contaminación había hecho irrespirable el aire. La mayoría de la población vivía en las ruinas de las antiguas ciudades, rodeados de basura y chatarra. Los pocos que tenían acceso a la tecnología la usaban para fines egoístas y destructivos.
En medio de este caos, había un grupo de personas que se resistía a rendirse. Eran los últimos descendientes de los antiguos sabios, los que habían preservado el conocimiento y la cultura de la humanidad. Se hacían llamar los Guardianes, y vivían en una fortaleza oculta en las montañas. Allí guardaban una enorme biblioteca, donde se encontraban los libros más valiosos de la historia. Los Guardianes se dedicaban a estudiar y enseñar, con la esperanza de que algún día pudieran restaurar la civilización.
Un día, uno de los Guardianes, llamado Leo, recibió una misión muy especial. Tenía que viajar a la ciudad más cercana, donde se rumoreaba que había un libro perdido que contenía la clave para salvar el mundo. Era un libro de matemáticas, escrito por un genio llamado Albert Einstein. Según la leyenda, ese libro explicaba la teoría de la relatividad, que permitía comprender el funcionamiento del universo y sus misterios.
Leo aceptó el encargo con entusiasmo, pues era un apasionado de las matemáticas y la física. Se preparó para el viaje, llevando consigo una mochila con provisiones, una pistola y una brújula. También se llevó un libro de bolsillo, que era su favorito. Se trataba de El Principito, una obra de ficción que narraba las aventuras de un niño que viajaba por diferentes planetas.
Leo salió de la fortaleza al amanecer, montado en una bicicleta. Sabía que el camino era peligroso, pues tendría que atravesar zonas infestadas de bandidos, mutantes, robots y políticos. Pero también sabía que valía la pena arriesgarse, pues el libro que buscaba podía cambiar el destino de la humanidad.
Mientras pedaleaba recordaba las lecciones que había aprendido de sus maestros. Le habían enseñado que las matemáticas eran el lenguaje de la naturaleza, y que con ellas se podía descifrar la belleza y la armonía del cosmos. Le habían enseñado que la comprensión lectora era la llave para acceder al saber, y que con ella se podía viajar por el tiempo y el espacio. Le habían enseñado que la educación era el bien más preciado, y que con ella se podía construir un mundo mejor.
Leo se sentía orgulloso de ser un Guardián, y de seguir el legado de los antiguos sabios. Estaba convencido de que su misión era noble, y de que algún día lograría su sueño: ver el mundo con los ojos de Einstein.
“Cuando tienes curiosidad, encuentras muchas cosas interesantes que hacer” (Walt Disney, del 5 de diciembre de 1901, una suerte que naciera antes que tod@s nosotros para acercarnos al mundo de los sueños… y de frases como esa. La curiosidad, origen de la inteligencia y la educación)
Hoy hubiese cumplido 84 años pero se quedó en 74 no se si de tanto esnifar la canción del vídeo. Encara que és un relat ambientat i inventat per a dins de 100 anys, anem pel camí de fer-lo realitat en breu. El que si és cert és que la nostra societat no il·luminarà un nou Einstein. Sigueu curios@s.
No hay comentarios:
Publicar un comentario