¡SOCORRO, LLEGA LA NAVIDAD!
La Navidad es una época maravillosa, llena de paz, amor y armonía. Al menos eso dicen los anuncios, las películas y las canciones. Pero la realidad es muy distinta. La Navidad es una pesadilla, una tortura, un infierno. Y yo soy el primero que lo sufre.
Cada año, me veo obligado a visitar a mi familia política, que vive en un pueblo perdido de la mano de Dios, donde no hay ni wifi ni calefacción. Allí me recibe mi suegra, una mujer que tiene más bigote que yo y que me mira con desprecio. Me dice que soy un vago, un inútil, un mal marido para su hija. Y yo me callo, porque no quiero discutir. Además, sé que tiene razón.
Mi cuñado es otro que tal. Es un fanático del fútbol y no se pierde ni un partido. Se pasa el día en el sofá, con una cerveza en la mano y un mando a distancia en la otra. Me obliga a ver con él los partidos más aburridos del mundo, mientras me cuenta sus hazañas como jugador amateur. Dice que podría haber sido un profesional, si no fuera por una lesión de rodilla. Yo le creo, porque tiene una rodilla del tamaño de una sandía.
Mi cuñada es una mujer muy guapa, pero también muy tonta. Se dedica a vender productos de belleza por internet, y siempre me quiere convencer de que los pruebe. Me dice que tengo la piel seca, las ojeras marcadas, las arrugas profundas. Me ofrece cremas, lociones, mascarillas, exfoliantes. Yo le digo que no, que estoy bien así, que soy un hombre natural. Ella insiste, y me pone cara de pena. Yo cedo, y me deja la cara como un payaso.
Los niños son lo peor. Son unos demonios disfrazados de angelitos. Corren, gritan, saltan, rompen. No paran ni un segundo. Me tiran del pelo, me pegan, me muerden. Me esconden las gafas, me roban el móvil, me pintan la cara. Me hacen preguntas indiscretas, me cuentan chistes malos, me piden regalos. Yo intento ser amable, pero no puedo. Los odio.
Y todo esto lo tengo que aguantar con una sonrisa falsa, fingiendo que estoy feliz, que me encanta estar con ellos, que son mi familia. Pero no lo son. Son unos extraños, unos intrusos, unos enemigos. Yo solo quiero escapar, volver a mi casa, a mi trabajo, a mi vida. Pero no puedo. Tengo que quedarme por es la navidad.
Así que me resigno, y espero que pase el tiempo. Cuento los días, las horas, los minutos. Sueño con el momento de volver a mi coche, de arrancar el motor, de salir de ese pueblo maldito. Y cuando por fin llega, me despido de todos con un beso falso, con un abrazo frío, con un adiós mentiroso. Y me voy, con el alivio de haber sobrevivido a otro año más de la navidad.
Pero sé que no es el final. Sé que volveré. Sé que el año que viene tendré que repetir la misma historia. Porque la navidad es así. La navidad es una mierda.
"La guerra es solo una invención humana, y la invención humana siempre se puede detener". (Frank Billings Kellogg –no era el de los ‘kellogs’- nació el 22 de diciembre de 1856 y por decir frases como esa y poca cosa más, le dieron el Nobel de la Paz en el 1929. Ahora me doy cuenta que l@s muert@s que hay en las guerras son pura invención ¡Pues vámonos tod@s a Gaza o a Ucrania o a cualquier país africano! Total los misiles son de mentira)
Nueve años ya que se marchó a la habitación de al lado dejándose sólo el sombrero puesto. Anunci important: no m'ha tocat la loteria (o si?) però soc com el premi gros de cada any. Estic molt repartit.
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