CON LA INTENCIÓN NO BASTA (II)
Luis abrió el buzón y encontró un sobre con el logotipo de una ONG. Lo abrió y leyó la carta que le agradecía su colaboración. Le informaba de los proyectos que estaban llevando a cabo en diferentes partes del mundo para ayudar a las personas más necesitadas. Le pedía que siguiera apoyando su causa con una donación mensual. Le adjuntaba un calendario con fotos de niños sonrientes.
Sonrió y se guardó la carta. Había pasado un año desde que se dio de alta como socio de la ONG, pero no había hecho nada más. No había participado en ninguna actividad, no había asistido a ninguna reunión, no había conocido a ningún voluntario. Solo había rellenado un formulario online y había autorizado un cargo en su cuenta bancaria. Pero eso le bastaba para sentirse bien.
Recordó el día que se hizo socio, lleno de compasión y solidaridad. Había visto un anuncio en la tele que le había conmovido. Había escuchado las voces de las personas que sufrían por la guerra, el hambre, la enfermedad y sintió la necesidad de hacer algo, de aportar su granito de arena, de cambiar el mundo. Llamó al teléfono que aparecía en la pantalla y dio sus datos. Recibió un correo de confirmación y una pegatina para su coche. Luego se hizo una foto sonriente y la subió a sus redes sociales con el hashtag #yocolaboro. Le hicieron muchos comentarios de apoyo y admiración de sus amigos y familiares. Se sentía orgulloso de haber dado el primer paso.
Pero a ese primer paso no siguieron más. Luis solo había hecho una donación mensual, y siempre con indiferencia y rutina. Le daba igual a qué proyecto iba destinado su dinero, le daba igual quién lo gestionaba, le daba igual cómo lo recibían. Prefería seguir con su vida normal, sin complicarse, sin involucrarse, sin comprometerse. Se decía a sí mismo que ya haría algo más cuando tuviera más tiempo, o más dinero, o más ganas. Pero nunca llegaba ese momento.
Luis se engañaba pensando que con solo darse de alta en la ONG ya era suficiente. Que con solo hacer una donación compró el derecho a ayudar a otras personas. Que con solo tener la pegatina en su coche ya había demostrado su sensibilidad y su generosidad. Pero no era así. Se necesitaba actuar, siempre: participar, asistir, conocer, compartir.
Luis cerró la puerta y se sentó en el sofá. Mañana sería otro día. Quizás mañana se animaría a hacer algo más por la ONG. O quizás no.
"La verdadera victoria en la vida es levantarse de cada caída, recuperarse de cada error y convertir cada revés en un triunfo". (Daisaku Ikeda, nacido el 2 de enero de 1928 y que a estas alturas del año aún sigue en pie a pesar del terremoto que ha habido en su País y del susto del avión)
Hubiese cumplido 65 años, pero no llegó a pesar de que conducía uno de los coches mejor cantados de todos los tiempos. Ella somiava amb ser una estrella de cinema, ell amb ser el seu xofer. Es van conèixer en una festa i es van enamorar. Ella li va demanar que la portés a Hollywood, ell va acceptar sense dubtar. Però en arribar, ella li va confessar que no tenia cotxe, només un pla. Ell va somriure i li va dir: "No importa, carinyo. Jo tinc un cotxe i un cor".
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