EJECUTAR A UN MUERTO
La mañana del 30 de enero de 1661 era fría y gris. El cielo estaba cubierto de nubes que amenazaban lluvia. En la plaza de Whitehall, una multitud se había congregado para presenciar un espectáculo macabro: la decapitación de Oliver Cromwell, el hombre que había derrocado y ejecutado al rey Carlos I, e instaurado una república en Inglaterra.
Pero Cromwell no estaba vivo para ver su destino. Había muerto dos años y medio antes, de malaria y cálculos renales, y había sido enterrado con honores en la Abadía de Westminster. Sin embargo, el nuevo rey, Carlos II, hijo del difunto Carlos I, había ordenado desenterrar su cadáver y someterlo al mismo castigo que su padre había sufrido.
Así que allí estaba Cromwell, o lo que quedaba de él, colgado de una horca, junto con los cuerpos de otros dos regicidas, John Bradshaw y Henry Ireton. Los tres habían sido arrastrados por las calles de Londres en un carro, vestidos con sus ropas funerarias, y expuestos al escarnio público. La gente les lanzaba piedras, basura y todo tipo de insultos. Algunos incluso se atrevían a escupirles o a golpearles con palos.
—¡Abajo el tirano! ¡Abajo el traidor! ¡Abajo el asesino del rey! - gritaban los más exaltados.
—¡Que le corten la cabeza! ¡Que le corten la cabeza! - coreaban los más sanguinarios.
—¡Que le quemen en el infierno! ¡Que le quemen en el infierno! - clamaban los más piadosos.
Entre la multitud, había dos hombres que observaban la escena con una mezcla de horror y fascinación. Eran Samuel Pepys, un alto funcionario de la marina real, y John Evelyn, un escritor y jardinero aficionado. Ambos eran testigos privilegiados de la historia, y la plasmaban en sus famosos diarios.
—¿Qué te parece esto, Samuel? - preguntó Evelyn a Pepys.
—Es una barbarie, John. Una barbarie innecesaria y cruel - respondió Pepys.
—¿No crees que Cromwell se merece este castigo? ¿No fue él el responsable de la muerte del rey y de la guerra civil? - inquirió Evelyn.
—No lo niego, John. Cromwell fue un usurpador y un dictador. Pero también fue un gran líder y un gran soldado. Bajo su mando, Inglaterra se convirtió en una potencia mundial, y derrotó a España y a Holanda. Además, ya está muerto. ¿Qué sentido tiene humillar y mutilar su cadáver? ¿No es eso una profanación? - argumentó Pepys.
—Tal vez tengas razón, Samuel. Pero el rey quiere vengarse de su padre, y el pueblo quiere ver justicia. Es una forma de cerrar las heridas del pasado, y de restaurar el orden y la paz - opinó Evelyn.
—¿Paz? ¿Orden? ¿Acaso no ves la violencia y el odio que se respira en el aire? ¿Acaso no temes que esto provoque más revueltas y conspiraciones? ¿Acaso no sientes compasión por la familia y los amigos de Cromwell, que deben sufrir este ultraje? - replicó Pepys.
—Sí, lo veo, lo temo y lo siento, Samuel. Pero también veo, temo y siento otras cosas. Veo la majestad y la dignidad del rey, que ha perdonado a muchos de sus enemigos, y que ha traído el arte y la cultura a su corte. Temo la anarquía y el fanatismo, que amenazan con destruir la iglesia y la monarquía, y que han causado tantos males y sufrimientos. Siento el orgullo y el alivio de ser inglés, y de vivir en una nación libre y soberana - expresó Evelyn.
—Bueno, John, parece que tenemos puntos de vista diferentes sobre este asunto. Pero no por eso dejaremos de ser amigos, ¿verdad? - preguntó Pepys.
—Por supuesto que no, Samuel. Somos amigos, y lo seguiremos siendo, pase lo que pase. Pero ahora, si me disculpas, voy a acercarme un poco más al cadalso. Quiero ver mejor lo que va a ocurrir - dijo Evelyn.
—¿De verdad quieres ver eso, John? ¿No te basta con leerlo en los periódicos, o en mi diario? - bromeó Pepys.
—No, Samuel. Quiero verlo con mis propios ojos. Quiero ser testigo de la historia - afirmó Evelyn.
Y dicho esto, se abrió paso entre la muchedumbre, dejando a Pepys solo y perplejo. Al cabo de unos minutos, se oyó un grito ensordecedor:
—¡Que le corten la cabeza!
Y acto seguido, se vio caer la cabeza de Cromwell, separada de su cuerpo por el filo de un hacha. La sangre salpicó el suelo, y la gente estalló en vítores y aplausos. El verdugo levantó la cabeza por el pelo, y la mostró al público, que la contempló con una mezcla de repulsión y satisfacción.
—¡He aquí la cabeza del traidor! ¡He aquí la cabeza del tirano! ¡He aquí la cabeza del asesino del rey! - exclamó el verdugo.
Y luego, la clavó en una pica, y la llevó hasta la entrada de la Abadía de Westminster, donde la colocó sobre un poste, para que todo el mundo la viera. Allí permaneció durante 24 años, hasta que un día, una tormenta la derribó, y un hombre la recogió y la escondió. Pero esa es otra historia.
"A veces, es difícil aprender algo nuevo porque hay que deshacerse de algo viejo." (Gene Hackman del 30 de enero de 1930. Nacido para ser actor y entretenernos a muchos… va a ser difícil que se deshagan de él por viejo y, sin embargo, con él siempre se aprenderá algo nuevo)
Y que cumplas muchos más de los 24 de hoy sin preocuparte por "cagarla". Eso te dará experiencia.
Solitari
Solitari, així és com em sento. Voldria compartir la meva vida amb algú especial, però no tinc a ningú. Els meus dies transcorren en solitud, anhelant l'afecte i la companyia que només pot donar l'amor. Somiava amb trobar a la meva mitja taronja, i formar una llar, però ara com ara només em queda esperar.
Bueno Bueno aquets no e'ets tu tens molta gent al teu costat, bona nit y pensamens més pusitius
ResponderEliminarAquest es el/la de la cançó. Si et fixes hi ha poques cançons positives :D
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