martes, 27 de febrero de 2024

EL DIPUTADO QUE FUE A POR MASCARILLAS Y PERDIÓ SU IPAD Y SU MÓVIL


Era una mañana soleada y fría de invierno en Madrid. El tráfico era intenso y los peatones se apresuraban a llegar a sus destinos. Entre ellos, se destacaba un hombre de mediana edad, vestido con un traje gris y una corbata roja. Llevaba en sus manos un maletín de cuero y un iPad de última generación. En su oreja, lucía un auricular inalámbrico conectado a su teléfono móvil. Se trataba de José Luis Abetos, diputado del Partido Socialista Obrero Español por la provincia de Valencia.

José Luis era un político ambicioso y sin escrúpulos. Había llegado al Congreso de los Diputados gracias a su habilidad para manipular a los votantes con promesas falsas, discursos vacíos y ser un incondicional de Pablo Sanches. No le importaba el bienestar de sus representados, sino el suyo propio. Su único objetivo era mantener su escaño y disfrutar de los privilegios que le otorgaba su cargo: un sueldo de 5000 euros al mes, dietas, viajes, coche oficial, escolta y, sobre todo, su iPad y su teléfono móvil.

José Luis adoraba sus gadgets. Los consideraba imprescindibles para su trabajo y su vida personal. Con ellos, podía consultar las noticias, enviar mensajes, hacer llamadas, ver vídeos, jugar, leer, escuchar música y navegar por las redes sociales. Sin ellos, se sentía perdido, aburrido e insignificante. Eran su fuente de información, entretenimiento y autoestima.

Pero José Luis tenía un problema. Su partido estaba envuelto en un escándalo de corrupción que salpicaba a varios de sus compañeros. La opinión pública y la oposición exigían responsabilidades y el líder del partido, Pablo Sanches, había decidido sacrificar a algunos diputados para salvar su imagen. Entre ellos, estaba José Luis.

José Luis se enteró de la noticia cuando llegó al Congreso. Su secretaria le entregó una carta firmada por Sanches, en la que le comunicaba que debía renunciar a su acta de diputado y abandonar el escaño. José Luis se quedó atónito. No podía creer que le hicieran eso. Él no había robado nada, solo había seguido las órdenes de sus superiores. ¿Por qué tenía que pagar él el pato?

José Luis se dirigió al despacho de Sanches, dispuesto a reclamar. Entró sin llamar y se encontró con el líder del partido, sentado tras su mesa, rodeado de papeles y pantallas.

—¿Qué significa esto, Pablo? - preguntó Alberto, mostrando la carta.

—Significa lo que dice, José Luis. Tienes que dimitir. Es una decisión del partido - respondió Sanches, con frialdad.

—¿Pero por qué yo? ¿Qué he hecho yo? - insistió José Luis.

—No te hagas el inocente. Sabes muy bien que estás implicado en el caso Mascarillas. Has recibido sobresueldos, regalos y comisiones ilegales. Estás en la lista de Villarejo. Eres un corrupto - acusó Sanches.

—Eso no es cierto, Pablo. Yo solo he hecho lo que me mandabas. Tú eras el que repartía el dinero. Tú eres el responsable - se defendió José Luis.

—No me vengas con excusas. Tú eres el que ha sido pillado y el que tiene que asumir las consecuencias. El partido necesita un chivo expiatorio y tú eres el elegido. Así que no te resistas y haz lo que te digo. Renuncia a tu escaño y lárgate - ordenó Sanches.

—Pero Pablo, piensa en lo que me pides. Si renuncio a mi escaño, perderé todo. Mi sueldo, mi coche, mi escolta, mi iPad, mi teléfono... - se lamentó.

—¿Y qué? ¿Acaso no tienes suficiente con lo que has robado? ¿No te basta con lo que tienes en tu cuenta de Suiza? ¿No te da vergüenza seguir viviendo del erario público? - reprochó Sanches.

—No, Pablo, no lo entiendes. No se trata del dinero. Se trata de mis gadgets. Sin ellos, no soy nadie. Son mi vida, Pablo, mi vida – confesó José Luis.

—¿Tus gadgets? ¿De qué hablas, José Luis? ¿Estás loco? ¿Cómo puedes anteponer unos cacharros a tu dignidad, a tu honor, a tu partido? - se sorprendió Sanches.

—Es que tú no lo sabes, Pablo. Tú no sabes lo que es estar conectado al mundo, a la información, al entretenimiento, a la autoestima. Tú no sabes lo que es sentir el poder en tus manos, el poder de un iPad, el poder de un teléfono. Tú no sabes lo que es ser un diputado, Pablo, un diputado de verdad - se exaltó.

—Basta, José Luis, basta. No quiero oír más tonterías. Ya he tomado mi decisión y no voy a cambiarla. Así que hazme un favor y vete de aquí. Y no olvides devolver el iPad y el teléfono. Son propiedad del Congreso, no tuya - sentenció Sanches.

—No, Pablo, no. No me pidas eso. No me quites mis gadgets. No me quites mi vida. Por favor, Pablo, por favor - suplicó.

—Lo siento pero es lo que hay. Ahora, fuera de mi vista - concluyó Sanches.

José Luis salió del despacho de Sanches, derrotado y desesperado. Sabía que no tenía escapatoria y tenía que renunciar a su escaño y a sus gadgets. Sabía que iba a perderlo todo. Y lo que era peor, sabía que iba a convertirse en nadie.

"La democracia es la necesidad de doblegarse colectivamente a la opinión pública." (Ernest Renán, del 27 de febrero de 1823. Acertó de pleno con la definición de democracia)

Y que cumplas muchos más de los 61 de hoy y, si, hemos cambiado una barbaridad. Pero hablaremos de eso otro día.


 Com hem canviat

La distància entre nosaltres creixia dia a dia. Al principi discutíem per petiteses, després per diferències cada vegada majors. El nostre amor s'anava esquerdant com una finestra sota la pluja tempestuosa. Un dia em vaig adonar que ja érem estranys i tot havia canviat. Vaig mirar cap enrere amb nostàlgia dels temps en què rèiem junts, però aquests dies mai tornarien. Ara només quedava seguir cadascun pel seu camí.

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