sábado, 16 de marzo de 2024

 EL INEPTO POR EXCELENCIA


Hace un año, en un rincón olvidado de este blog, escribí sobre la incompetencia en la política. Hoy, con el café en mano y la ironía en la otra, vuelvo a la carga. La política catalana, ese teatro del absurdo donde los actores olvidan sus guiones y el director se perdió en el intermedio.

El mandarife de la gestoría catalana, un hombre que confunde un debate parlamentario con una subasta de ganado, sigue en su trono de incompetencia. Comparado con el maestro de ceremonias en Madrid, nuestro hombre parece un aprendiz en su primer día de magia, incapaz de sacar un conejo de la chistera, y mucho menos, sacar adelante unos presupuestos.

En Madrid, el profesional de la política, con más astucia que un zorro en una tienda de gallinas, ha logrado unir a ocho partidos políticos. ¡Ocho! Algunos dirían que es como hacer que gatos y perros bailen flamenco juntos. Pero lo hizo, y hasta pasó la ley de amnistía con más aplausos que una telenovela en su gran final.

Aquí, nuestro querido líder catalán, con la habilidad negociadora de un niño en una tienda de caramelos con solo una moneda, no consigue más que miradas de lástima por mucho que se empeñe la subvencionada tevetrés. Y los presupuestos, esos esquivos documentos, siguen siendo una leyenda urbana, como el monstruo del lago Ness o un taxi libre en hora punta.

Así que, mientras el mandarife sigue buscando la salida de emergencia en forma de elecciones anticipadas, yo me pregunto: ¿Será que la política es el arte de lo imposible o simplemente el refugio de los que nunca encontraron la puerta de entrada en el mundo real? Al menos, nos proporcionan comedia, aunque sea involuntaria.

"El hombre es la medida de todas las cosas." (Sully Prudhomme, nacido el 16 de marzo de 1839 para que le diesen el premio Nobel de Literatura en 1901 y no por hacerle la pelota a ‘el hombre’)

Hoy hubiese cumplido 82 años pero se quedó en 78 y con la canción del Sr. Bojangles, el vagabundo, marcando su vida musical.


El rodamon

Al costat de la barra, un home major ballava sol. Els seus passos descoordinats i la tristesa en la seva mirada delataven una vida en la ruïna. Ningú semblava parar-li atenció, excepte un nen que l'observava amb curiositat. Quan la música va acabar, el rodamon va sortir al fred de la nit. "Adeu, senyor Bojangles", va murmurar la criatura. La seva figura es va perdre en la foscor, com un record borrós de temps millors.

 

 

 

 

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