viernes, 8 de marzo de 2024

 JUNTAS SOMOS LA MAREA


En el fresco amanecer del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, Lucía se despertó con una mezcla de sentimientos. La luz del sol se filtraba tímidamente a través de las cortinas, bañando la habitación en tonos dorados y rosados, como si el cielo mismo estuviera celebrando. Se sentía empoderada, recordando todas las luchas y victorias de las mujeres que la precedieron. Pero también había una sombra de melancolía, un sutil recordatorio de las batallas que aún quedaban por luchar.

Se vistió con una blusa de color lavanda, su favorita, que siempre le recordaba la fuerza y la dignidad. En el espejo, su reflejo mostraba más que su imagen; reflejaba la historia de muchas. Con cada movimiento, cada decisión de ese día, Lucía llevaba consigo la determinación de continuar avanzando, de construir un futuro donde cada día fuera una celebración de la igualdad y el respeto.

Mientras caminaba hacia el trabajo, las calles de Barcelona vibraban con la energía de la ocasión. Las banderas y los carteles ondeaban al viento, cada uno contando una historia, cada uno un llamado a la acción. Lucía se unió a la marea de personas que compartían su mismo espíritu, y juntas, marcharon. No solo era una marcha por los derechos, sino también una danza de esperanza, un canto colectivo que resonaba en los adoquines de la ciudad.

Lucía se acercó a Marta en la cafetería del trabajo con una sonrisa triunfal en su rostro y comenzó la conversación con entusiasmo:

“Marta, ¿has sentido el cambio en el aire de hoy? Es como si cada paso resonara con más fuerza que de costumbre,” dijo con una sonrisa que iluminaba aún más la habitación.

Marta asintió, su mirada reflejando la misma pasión. “Sí, Lucía. Es el peso y la ligereza de nuestra historia colectiva, llevándonos hacia adelante. Hoy, más que nunca, siento la importancia de nuestra presencia aquí,” respondió con voz firme y segura.

“Es curioso, ¿verdad? Cómo un día puede hacerte sentir tan conectada con mujeres de todo el mundo, mujeres que quizás nunca conoceremos,” reflexionó Lucía, su voz teñida de asombro y una pizca de curiosidad.

“Es la belleza de este día. Aunque la lucha es diaria, hoy celebramos juntas, no solo nuestras victorias, sino también nuestras esperanzas y sueños,” compartió Marta, con un tono lleno de convicción y esperanza.

“Y seguimos adelante, porque cada logro es un paso más hacia la igualdad. No solo para nosotras, sino para las que vendrán después,” concluyó Lucía, con determinación resonando en cada palabra.

“Exactamente. Y mientras tomamos nuestro café, recordemos que cada pequeña acción cuenta. Somos gotas en un océano inmenso, pero juntas, somos la marea,” dijo Marta, cerrando el diálogo con una nota de unidad y propósito compartido.

Al final del día, cuando las estrellas comenzaron a asomarse en el cielo, Lucía se sentó en un banco de la plaza, observando cómo la multitud se dispersaba lentamente. Sentía una profunda gratitud y una renovada convicción. Sabía que el camino no sería fácil, pero también sabía que no estaba sola. Y con esa certeza, se permitió soñar con un mañana lleno de posibilidades, un mañana forjado con la fuerza de todas las mujeres trabajadoras que, como ella, no cesaban de luchar.

«L’amor és una tendència molt forta, però de vegades és relativa. Puja i baixa. Ja que tots hem de morir, val més no tenir gaire pressa.» (Josep Pla i Casadevall, del 8 de marzo de 1897 uno de los pocos catalanes que pudo hablar y escribir en su lengua materna en la dictadura franquista tal vez porque fue ‘amigo’ de ella... pero ayudó a preservar la lengua y eso tiene mérito ayer y hoy)

El año pasado hubiese podido felicitarlo pero este no... o al menos no se enterará. Hubiese cumplido 78 años este 8 de marzo, se quedó en 77 por llevar las cosas al límite.


Portar-ho al límit

En el límit de la ciutat, on les llums es confonen amb les estrelles, vivia un home que somiava amb volar. Cada nit, pujava al terrat més alt, estenia els braços i tancava els ulls, imaginant que el vent l'elevava per sobre de les seves pors i fracassos. Una nit, una brisa inusualment fort va bufar, i en el seu cor, va sentir el dolç vertigen de l'enlairament. En obrir els ulls, les llums sota ell parpellejaven com a aplaudiments distants. Per un instant, abans que la raó el retornés al sòl, va tocar el cel.

 

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