"AVE, MARTINEZ, QUI ITERATURI SUNT, TE SALUTANT"
El profesor Martínez se ajustó el casco y pulsó el botón. En un instante, se vio transportado al pasado. Su misión era observar y documentar la vida en la antigua Roma, sin interferir ni alterar nada. Era una oportunidad única para un historiador como él, que había dedicado su vida al estudio de esa época.
Al abrir los ojos, se encontró en medio de una plaza abarrotada de gente. El ruido, el olor y el colorido le abrumaron. Reconoció el lugar como el Foro Romano, el centro político, social y religioso de la ciudad. A su alrededor, vio templos, basílicas, arcos y estatuas. Todo parecía tal y como lo había visto en los libros y las películas.
Sin embargo, pronto empezó a notar algunas cosas que no cuadraban con lo que él sabía. Por ejemplo, vio a un grupo de soldados con uniformes que no correspondían a la época. Eran demasiado modernos, con cascos de metal, cotas de malla y espadas largas. Según sus cálculos, él había viajado al año 50 a.C., cuando los legionarios romanos llevaban túnicas, corazas de cuero y gladios cortos.
También vio a algunas mujeres con vestidos que le parecieron anacrónicos. Eran demasiado ajustados, con escotes pronunciados y colores llamativos. Según sus conocimientos, las matronas romanas vestían con sencillez y modestia, con túnicas de lana o lino y mantos de colores sobrios.
Además, escuchó algunas conversaciones que le resultaron extrañas. Algunas personas hablaban en latín, pero con un acento y un vocabulario que no eran propios de la época. Otras, en cambio, hablaban en otros idiomas, como el inglés, el francés o el alemán. Incluso oyó a alguien decir "hola" y "adiós", palabras que no existían en el latín clásico.
El profesor Martínez se sintió confundido y decepcionado. ¿Qué estaba pasando? ¿Acaso su máquina del tiempo no funcionaba bien? ¿O era él el que estaba equivocado? ¿Acaso todo lo que había aprendido sobre la antigua Roma era falso?
Decidió acercarse a alguien y preguntarle. Escogió a un hombre que parecía un comerciante, con una túnica blanca y una bolsa de dinero. Se le acercó y le dijo, en un latín correcto:
—Salve, domine. Quis es? Unde venis? Quo vadis?
—¿Qué? -respondió el hombre, con cara de sorpresa-. No te entiendo. ¿Qué idioma hablas?
—Latine loquor -repitió el profesor Martínez-. ¿Non intellegis?
—No, no te entiendo -insistió el hombre-. Habla en español, por favor.
—¿Español? -preguntó el profesor Martínez, perplejo-. ¿Qué es eso?
—El idioma que hablamos aquí -dijo el hombre, impaciente-. ¿De dónde has salido? ¿Eres un extranjero?
—No, soy un romano -dijo el profesor Martínez, orgulloso-. Un ciudadano de la República.
—¿Un romano? -se rió el hombre-. ¿Y qué haces aquí? ¿No sabes que esto es un parque temático?
—¿Un parque qué? -preguntó el profesor Martínez, sin entender.
—Un parque temático -repitió el hombre-. Un lugar donde se recrea la historia de forma divertida. Aquí puedes ver cómo era la vida en la antigua Roma, con actores, decorados y atracciones. Todo es falso, por supuesto. Es solo un juego.
El profesor Martínez se quedó sin palabras. No podía creer lo que oía. ¿Un parque temático? ¿Todo falso? ¿Un juego? ¿Acaso él no había viajado al pasado, sino al futuro? ¿Acaso había cometido un error en los cálculos? ¿Acaso había sido víctima de una broma?
—¿Estás bien? -le preguntó el hombre, preocupado-. ¿Necesitas ayuda?
—No, no, gracias -balbuceó el profesor Martínez, tratando de disimular-. Estoy bien. Solo estoy un poco... desorientado.
—Bueno, si necesitas algo, avísame -dijo el hombre, amable-. Yo me voy a seguir con mi negocio. Que te diviertas.
El hombre se alejó, dejando al profesor Martínez solo y confundido. El profesor Martínez miró a su alrededor, buscando su máquina del tiempo. La vio escondida detrás de una columna. Corrió hacia ella, se puso el casco y pulsó el botón. En un instante, se vio transportado de nuevo al presente. Su misión había sido un fracaso. Un fracaso histórico.
"El dolor es inevitable. El sufrimiento es opcional." (Kōbō Abe, nacido el 7 de marzo de 1924 nos dejó esa frase para no prolongar más allá de lo necesario un dolor)
Y que cumplas muchos más de los 51 de hoy para que te de tiempo a cantar algo tuyo.
L'amor
Manuel es va asseure en la plaça a escoltar la música. Notes de saxofon van omplir l'aire, evocant el sentiment més pur. Al seu al voltant, parelles ballaven abraçades, immerses en el seu propi món. En la mirada d'una noia va descobrir un centelleig de comprensió, com si la música parlés als seus cors. Es va acostar tímidament. "Balles?" Les seves mans es van entrellaçar, surant en la melodia. Van trobar l'amor que la cançó cantava.
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