lunes, 11 de marzo de 2024

LA LEYENDA DEL VALIRA DE ORIENTE


En el susurro de Canillo, bajo el lienzo virginal de la nieve, se erige la Iglesia Románica de Sant Joan de Caselles, una sinfonía de piedra y madera que se recorta en el cielo gris, custodia silente de la fe ancestral.

El campanario, dedo apuntando al firmamento, murmura leyendas al oído de los copos de nieve que besan su tejado de pizarra. El río Valira de Oriente, fiel compañero de la iglesia, danza grácilmente por el valle, tejiendo una melodía que embellece aún más el paisaje. Su voz, apenas interrumpida por el crujido de la nieve bajo los pasos de algún errante solitario, es un himno a la majestuosidad de la creación.

Tan significativa es su presencia que la puerta norte de la iglesia, desafiando la tradición, se abre hacia él, como si el precipicio y el río fueran un altar natural. En sus aguas claras yacen los ecos de una leyenda inmemorial. Cuentan que Alira, ninfa de cabellos argénteos y mirada glaciar, habitaba en el río, enamorando con su canto a un pastor que, sediento, acudía a sus orillas.

Día tras día, la ninfa entonaba su amor desde las profundidades, y el pastor, hechizado por la dulzura de su voz, permanecía hasta que el sol se escondía tras las cimas eternas.

Pero un invierno, la furia de una tormenta desgarró el valle, y el pastor desapareció. Alira, consumida por la desesperación, emergió de su acuoso refugio y se convirtió en estatua de hielo, aguardando por siempre a su amado. Se rumorea que en las noches gélidas, cuando la luna llena acaricia el Valira de Oriente, la silueta de Alira se refleja en el hielo, y su lamento, un réquiem de amor perdido, se entrelaza con el aliento del invierno.

"El único conocimiento verdadero es el conocimiento crítico, es decir, el conocimiento que se enfrenta a sí mismo y que nunca acepta nada sin cuestionarlo." (Cornelius Castoriadis, nacido el 11 de marzo de 1922 para cuestionarse, incluso, a si mismo)

Y que cumplas muchos más de los 74 de hoy dando tan buenos consejos como el de la canción... aunque haya días, como el de hoy, que es mejor no recordar a la especie a la que pertenecemos.


No et preocupis, viu feliç

En un petit poble costaner, el sol brillava amb força i la mar murmurava cançons de calma. Allí vivia un home anomenat Tomás, conegut pel seu etern somriure i la seva guitarra desgastada. Un dia, la tristesa va tocar a la seva porta; el seu vaixell, font de manteniment, havia naufragat. No obstant això, Tomás va cantar amb més força que mai: “No et preocupis, sigues feliç”. La seva melodia es va escampar pels carrers, i la gent del poble, contagiada pel seu esperit, es va unir en un cor d'optimisme. L'adversitat no havia minvat la seva felicitat, sinó que havia enfortit la unió de tots.

 

 



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