EXILIO
El frío viento de abril azotaba con saña la solitaria estación de tren. Ana, con el rostro pálido y los ojos enrojecidos por el llanto, se aferraba con fuerza a su maleta. A su lado, Tomás, su esposo, la envolvía en un abrazo que pretendía infundirle la fuerza que ella ya no sentía.
Las lágrimas corrían sin cesar por sus mejillas. No era solo el dolor de la despedida, era la impotencia de verse obligada a abandonar su tierra natal, su hogar, su vida entera, por culpa de un juez corrupto que se había ensañado con ella por motivos políticos.
Años atrás, Ana había participado en una manifestación pacífica en el aeropuerto del Prat convocada por Tsunami en la que se criticaba duramente las sentencias que condenaban a los líderes independentistas catalanes. A partir de ese momento, su vida se convirtió en una pesadilla. El juez, un hombrecillo servil y ambicioso, la había acusado de terrorismo, utilizando su poder para silenciarla y amedrentar a cualquier otra persona que osara alzar la voz.
Ana había luchado con todas sus fuerzas, pero la justicia estaba podrida. La instrucción del proceso fue una farsa y decidió partir al exilio; era su única opción, alejarse de todo lo que amaba para salvar su vida.
El tren se aproximaba a la estación. Ana se separó de Tomás con un último beso, lleno de amor y dolor. Subió al vagón y se asomó a la ventana. Vio cómo Tomás se alejaba, su figura se empequeñecía hasta convertirse en un punto en la distancia.
Las lágrimas brotaron de nuevo con más fuerza. Se sentía sola, desamparada, como un barco a la deriva en un mar de incertidumbre. No sabía qué le deparaba el futuro, pero una cosa era segura: nunca olvidaría su tierra natal, ni las personas que la habían obligado a abandonarla.
En su corazón, juró que algún día regresaría. Regresaría para luchar por la justicia, para que nadie más tuviera que sufrir lo que ella estaba viviendo. Regresaría para recuperar su vida, para reconstruir su futuro.
El tren aceleró y el paisaje comenzó a desdibujarse. Ana cerró los ojos y respiró hondo. Era hora de empezar de nuevo. Era hora de construir una nueva vida en un nuevo país, un lugar donde la libertad y la justicia no fueran solo palabras vacías.
"No es suficiente hablar, hay que actuar; no es suficiente comenzar, hay que perseverar; no es suficiente ser sabio, hay que aplicarlo." (Rachele Mussolini, nacida el 11 de abril de 1890 pasó a la historia por su matrimonio y por, a pesar de eso, morir a los 89 años de muerte natural y no colgada por los pies en el puente de la Plaza Loreto de Milán)
Y que cumplas muchos más de los 37 de hoy aunque mañana no te llames así.
Condueix la meva ànima
La lluna brilla amb força sobre la carretera deserta, il·luminant el camí que la Laia recorre amb la seva moto. El vent bufa pels seus cabells, mentre la música de Lights omple els seus sentits.
"Condueix la meva ànima", canta la veu potent de Lights, i la Laia sent com la música penetra en el seu interior, empenyent-la a seguir endavant.
La carretera es transforma en un llenç blanc, on la Laia dibuixa la seva trajectòria amb llibertat i determinació. Les llums de la ciutat s'esvaeixen al retrovisor, mentre la nit l'envolta amb el seu misteri.
En cada corba, en cada acceleració, la Laia sent com la seva ànima s'allibera, deixant enrere les pors i les incerteses. La música la guia, la impulsa a explorar els racons més profunds del seu ser.
Amb un somriure radiant a la cara, la Laia s'entrega a la nit, sabent que la seva ànima està en el camí correcte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario