miércoles, 10 de abril de 2024

EL COLOR QUE VEMOS AL CERRAR LOS OJOS

Al cerrar los ojos, un velo grisáceo se extiende ante mí, como una niebla tenue que danza en la oscuridad. No es un negro absoluto, sino un tono que se aproxima al carbón, con vetas de pizarra y ceniza. Un susurro de color, apenas perceptible, se esconde en este lienzo de sombras. Algunos lo llaman eigengrau, el gris propio, la tonalidad intrínseca de la retina cuando se encuentra en la quietud.

Es un color que muta, que se transforma con la luz que se filtra a través de los párpados. A veces se torna azul marino, con destellos de zafiro que se arremolinan como olas en una tormenta. En otras ocasiones, se tiñe de verde musgo, con motas de esmeralda que brillan como luciérnagas en la noche. Un caleidoscopio de matices que se mezclan y se difuminan, creando un paisaje onírico en el interior de mis ojos.

En este microcosmos de color, también hay formas que se insinúan. Líneas que se curvan y se retuercen, creando espirales y arabescos que parecen cobrar vida propia. Manchas que se expanden y se contraen, como si respiraran en la oscuridad. Un universo en miniatura que se revela solo cuando la mirada se vuelve hacia adentro.

Es un espacio de quietud y silencio, donde los pensamientos se arremolinan y se disuelven en la neblina. Un lugar de introspección, donde la mente se libera de las ataduras del mundo exterior y se sumerge en la profundidad del ser. Un refugio donde el color, en sutiles y fugaces formas, se convierte en el lenguaje del alma.

“Todo lo que en las condiciones de la vida no se renueva o transforma, o se corrompe o es foco de corrupción.” (Nicolás Salmerón, nacido el 10 de abril de 1838 para ser presidente de la I República española durante un mes y medio. Dimitió por problemas de conciencia al tener que firmar condenas a muerte, vamos, ¡más o menos como hoy!.

 Y que cumplas muchos más de los 64 de hoy caminando siempre bajo el sol... pero llévate una sombrilla que con el cambio climático, el sol pica una barbaridad.

Caminant sota el sol

La Marta, amb el seu vestit vermell, caminava per la Rambla, radiant com un sol. La gent la mirava, embadalida per la seva alegria contagiosa. A cada pas, la música ressonava a la seva ànima, fent-la vibrar amb una energia indomable.

Un jove músic, atret per la seva llum, va començar a tocar una melodia vibrant. La Marta va tancar els ulls, deixant-se endur pel ritme. Els seus peus van començar a ballar, seguint el compàs de la música.

En un instant, la Rambla es va convertir en una pista de ball improvisada. La gent s'hi va unir, contagiada per la seva alegria. La Marta, amb un somriure radiant, va seguir ballant sota el sol, deixant una estela de felicitat al seu pas.


 

 

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