NI LOS EXTRATERRESTRES NOS QUIEREN
Ah, el mundo, ese escenario tragicómico donde cada acto parece superar al anterior en un guion que ni el más audaz de los dramaturgos se atrevería a escribir. Aquí estamos, de vuelta de unas vacaciones que prometían ser un oasis en el desierto de la cotidianidad, solo para descubrir que el espejismo era justamente eso: un espejismo.
Putin, ese maestro del ajedrez geopolítico, mueve sus piezas con una destreza que despierta tanto admiración como temor. Avanza en Ucrania, y nosotros, simples espectadores en la grada de la historia, nos preguntamos: ¿será este el preludio de un futuro incierto? Los mandarines europeos, por su parte, tocan los tambores de guerra con una melodía que suena sospechosamente familiar. ¿No hemos escuchado ya esta canción?
Y mientras tanto, Netanyahu, ese eterno protagonista de un drama sin fin, continúa su acto en Gaza. El guion, desgastado por el uso, sigue generando más odio y destrucción, y ni el UNO ni la ONU parecen capaces de escribir el final de esta obra.
Pero no todo está perdido, ¿verdad? Porque en algún lugar, más allá de las estrellas, hay esperanza. Los extraterrestres, esos seres de inteligencia y tecnología incomprensibles, podrían ser nuestros salvadores. Pero, ¿qué hacen? Pasan de largo a la velocidad de la luz, como turistas espaciales que miran por la ventana del autobús y deciden que este no es un buen lugar para detenerse ¿O fue el salvador contemporáneo Elon Musk quién sobrevoló el suelo patrio?
Así que aquí estamos, con la resaca de la realidad, preguntándonos si algún día seremos más que meros extras en esta comedia de errores cósmica. Pero no desesperemos, amigos míos, porque al final, ¿no es la incertidumbre la sal de la vida? O al menos, eso es lo que nos gusta decir para dormir un poco mejor por las noches.
"Antes morir joven que arrugado" (John Wilmot, nacido el 1 de abril de 1647 para ser el hombre ideal en inaugurar el club de los “27” se pasó por 6 años)
Y que cumplas muchos más de los 38 de hoy, sin impaciencias que todo llega.
Necessitat
La llum tènue de la lluna entrava per la finestra, il·luminant la teva cara. Els teus ulls, abans brillants, ara eren buits i tristos. "No puc més", vas dir amb veu trencada. "Et necessito ara."
Un silenci incòmode va omplir la habitació. Recordava els dies feliços, les rialles compartides, els somnis teixits junts. Però ara, tot se sentia tan llunyà.
"No puc prometre't que ho arreglaré", vaig respondre, la meva veu feble. "Però estaré aquí, al teu costat."
Em vas acaronar la mà i vas tancar els ulls. En aquell moment, vaig saber que el que més necessitaves no eren paraules, sinó simplement la meva presència. La necessitat d'estar a prop, de sentir un cor que bategava al costat del teu.
En la foscor de la nit, vam compartir un silenci ple de dolor i esperança. En aquell moment, només necessitàvem saber que no estàvem sols.
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