¡POR FIN YA ES VIERNES!
En la oficina de “Todo a Cien Ideas por Segundo”, el aire acondicionado soplaba con la misma fuerza que las promesas de un político en campaña. Era viernes, y el ambiente olía a libertad, a café recién hecho y a planes de fin de semana. Los cubículos parecían celdas de monasterio, donde los monjes tecleaban en sus ordenadores como si de rosarios se tratasen.
Lucía, con su pelo recogido en un moño que desafiaba la gravedad, miraba el reloj como si fuera un horizonte lejano. Carlos, cuya barba parecía haber sido diseñada por un arquitecto de lo irregular, lanzaba miradas furtivas a la pantalla de su móvil, buscando una señal divina que le dijera que ya era hora de salir.
—¿Has probado el ritual del papel arrugado? —preguntó Lucía, con una sonrisa que escondía un viernes de planes y un sábado de resaca.
—¿El qué? —Carlos levantó la vista, confundido como un turista sin mapa.
—Mira, es fácil. —Lucía cogió una hoja de papel y un lápiz—. Cuentas las letras de tu nombre, las del apellido, multiplicas, y si encestas el papel, tus deseos se cumplirán.
—¿Y si no tengo deseos? —Carlos bromeó, aunque en el fondo, deseaba un bañador nuevo que no gritara "turista" en la playa.
—Entonces, pide por un novio. —Lucía guiñó un ojo, mientras escribía algo en el papel.
—Prefiero el bañador. —Carlos rió, aceptando el desafío.
El ritual era una mezcla de superstición y procrastinación, pero en ese momento, cualquier cosa era mejor que mirar la pantalla. Lucía rezó la oración con la seriedad de un monje, pero con la esquina de sus labios dibujando una sonrisa. Carlos, por su parte, arrugó el papel como si fuera la última hoja en la Tierra.
El tiro fue perfecto, un arco elegante que terminó con el papelero tragándose el papel como un gol en el último minuto. Lucía aplaudió, Carlos sonrió, y por un momento, la oficina se llenó de algo más que aire frío y trabajo pendiente.
El viernes prometía, y aunque los problemas del mundo seguían ahí, por un momento, en esa oficina, todo parecía posible. Incluso encontrar un bañador decente o, quién sabe, quizás un novio.
"Si la vejez no trajera consigo la placidez del vivir, ¿qué premio fuera suficiente a consolarnos de la juventud y de la vida gastada en luchas y desvelos?"(José Echegaray y Eizaguirre, nacido el 19 de abril de 1839 para ser premio Nobel de literatura en 1904 y para escribir frases de consuelo –hoy llamadas de autoayuda- a tod@s l@s ancianos del mundo)
Hoy hubiésemos celebrado su 96 cumpleaños pero esa voz hacía presagiar muchas noches de humo y alcohol y otras cosas que le ayudaron a partir (¿os gusta el eufemismo?) con 56 años.
La dona del honky tonk
En el cor del 'honky tonk', la llum tènue acaricia rostres cansats i somriures ebrius. Ella, amb la seva mirada de felina salvatge, es mou entre la multitud, un huracà de seda i foc. La seva veu, ronca i sensual, entona una melodia que parla d'amor furtiu i passions prohibides.
Ell, captivat pel seu magnetisme, s'acosta, atret per la promesa d'una nit d'embriaguesa i desig. En la penombra, els seus cossos es fonen en un ball salvatge, un ritual ancestral que els arrossega cap a un abisme de plaer i perdició.
Al alba, quan la música s'esvaeix i els llums s'apaguen, ell despertarà sol, amb el record del seu somriure tatuat en la memòria. Ella, ja haurà marxat, emportant-se amb ella un tros del seu cor, un secret que només la llum tènue del 'honky tonk' coneix.
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