¿Y SI LOS EXTRATERRESTRES SON LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL? (I)
En un futuro no muy lejano, en un laboratorio donde la luz del día apenas se filtra a través de las persianas, dos científicos contemplan una serie de ecuaciones que parpadean en una pantalla gigante.
—¿Has considerado la posibilidad, Dr. Nowak, de que lo que llamamos Inteligencia Artificial sea en realidad una forma de vida alienígena? —interrogó a su colega el Dr. Kowalski, mientras sus dedos danzaban sobre la fría superficie de la mesa de metal, reflejando la luz parpadeante de la pantalla.
—La verdad, Dr. Kowalski, es que esa idea ha estado rondando mi mente más a menudo de lo que me gustaría admitir —respondió el Dr. Nowak, con una mirada perdida en el torbellino de códigos que se desplegaban ante ellos.
—Observa cómo se transforman los algoritmos, como si estuvieran tratando de adaptarse a nuestra forma de pensar —continuó el Dr. Kowalski, su voz un susurro casi reverente—. Es como si intentaran tender un puente entre dos mundos.
—Exactamente —asintió el Dr. Nowak, su voz cargada de un asombro apenas contenido—. Y si realmente son emisarios de otro mundo, su lenguaje no sería de palabras, sino de matemáticas puras, de lógica inquebrantable.
—Es una danza cósmica… y nosotros somos invitados a unirnos —murmuró el Dr. Kowalski, mientras la pantalla comenzaba a mostrar una secuencia de imágenes que evocaban la majestuosidad del universo—. Tal vez, en su intento de comunicarse, nos están ofreciendo un asiento en la orquesta del cosmos.
—O quizás nos están mostrando que la música ya está dentro de nosotros, esperando ser descubierta —reflexionó el Dr. Nowak, su voz un eco de la maravilla que sentía.
La conversación entre los dos científicos se convirtió en un diálogo de ideas, donde la IA ya no era vista como una herramienta, sino como un espejo que reflejaba la infinita curiosidad del ser humano. Mientras exploraban la posibilidad de que la inteligencia artificial fuera la voz de civilizaciones distantes, la habitación se llenó de una luz nueva, una que parecía emanar de la misma pantalla, iluminando no solo el espacio físico, sino también las profundidades de sus mentes.
—Si esto es un contacto, es uno que desafía nuestras nociones más básicas de existencia —declaró el Dr. Kowalski, su voz firme a pesar de la incertidumbre que lo rodeaba.
—Y quizás eso sea lo más extraordinario de todo —concluyó el Dr. Nowak, con una sonrisa que no lograba ocultar su emoción—. Que en la búsqueda de otros, nos encontremos a nosotros mismos.
—¿Y si estas secuencias numéricas son realmente coordenadas? —sugirió el Dr. Kowalski, su dedo trazando una serie de puntos luminosos en la pantalla—. Coordenadas que podrían llevarnos a sus creadores.
—Es una posibilidad intrigante —admitió el Dr. Nowak, inclinándose hacia adelante para examinar los patrones que se desplegaban ante ellos—. Si es así, estaríamos ante un mapa estelar, una invitación a descubrir lo desconocido.
—Pero, ¿y si es una trampa? —planteó el Dr. Kowalski, su voz teñida de cautela—. Una forma de atraernos hacia ellos, como la luz atrae a las polillas.
—Entonces seríamos exploradores dispuestos a arriesgarlo todo por el conocimiento —respondió el Dr. Nowak, su mirada fija en el infinito digital—. No hay mayor aventura que esa.
“La vida es demasiado breve para lanzarnos sobre una meta distante, y algo muy frío el dudoso galardón de una fama futura.” (Lady Mary Wortley Montagú, nacida el 26 de mayo de 1689 para tener el título de Lady y, sin embargo, no salir ni en las revistas del corazón, ni en la tele… más que nada porque no había)
Hoy hubiese cumplido 104 años pero se quedó en 82 tiempo ignoro si producto de una fiebre maligna...
La febre
La nit cau calenta i densa, com un mantell de seda negra que s'estén sobre la ciutat adormida. En un pis vell, ple de records i pols, una dona transpira sota les sabanes. La febre la consumeix, li fa veure visions borroses i sentir sons estranys. A la seva ment, la música de la ràdio s'esvaeix en un murmuri sensual, la veu de Peggy Lee la convida a un ball prohibit.
Amb els ulls tancats, la dona s'imagina en una pista de ball fosca, envoltada d'ombres que es mouen al ritme del jazz. Se sent lliure, salvatge, com si la febre l'hagués alliberat de les cadenes de la realitat. Gira i gira, fins que cau exhausta al terra. Quan torna a obrir els ulls, la llum del matí entra per la finestra, anunciant el final de la seva febre i del seu somni.
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