FRAGOR LUMINOSO
Un extraño ruido me deslumbró. Fue tan estruendoso que temí perder la visión del mundo. Estaba en mi habitación, con la ventana entreabierta, cuando el sonido irrumpió como un rayo de luz en medio de la oscuridad. En un instante, todos los ruidos habituales se desvanecieron, dejando un silencio abrumador que envolvía mi existencia.
Llevo las manos a los oídos, pero el ruido no proviene del exterior, sino de dentro de mi propia cabeza. Es como si el universo entero hubiera decidido comprimir sus secretos en una única y devastadora nota, resonando en la caverna de mi mente.
¿Qué está pasando? ¿Me estoy volviendo loco? No, no puede ser. Esto es real, lo siento en cada fibra de mi ser. Pero entonces, ¿qué significa? El eco de ese sonido imposible comienza a disiparse, y con él, algo más empieza a desmoronarse. La realidad que conozco, el mundo que creía estable y sólido, comienza a fracturarse en mi percepción. Las paredes de mi habitación se curvan, sus colores se tornan líquidos, y los objetos flotan como si la gravedad hubiese perdido su poder.
Me aferro al borde de la cama, buscando algún ancla en este mar de incertidumbre. Las palabras de mi abuela vienen a mi mente, relatos de tiempos en que los límites entre los mundos eran permeables, cuando los dioses y los mortales compartían espacios comunes y las fronteras de la realidad eran maleables.
“Cuando el ruido se vuelva silencio”, solía decir mi abuela, “escucha con el corazón, porque la verdad del mundo se susurra en los espacios intermedios”. Sin otra opción, cierro los ojos y trato de escuchar más allá del estruendo que aún reverbera en mi mente. Poco a poco, el caos se transforma en un murmullo constante, un ritmo subyacente que conecta todo lo existente.
¿Es esto lo que ella quería decir? ¿Es este el silencio entre los mundos? Siento una presencia, algo que me observa desde los confines de mi conciencia. Abro los ojos y me encuentro en un lugar completamente distinto. Estoy en un campo infinito de luces, estrellas titilantes que forman constelaciones desconocidas. A lo lejos, una figura se acerca, caminando con paso seguro y tranquilo. Es mi abuela, pero no la mujer frágil y anciana que recuerdo. Esta abuela es joven y fuerte, irradiando una energía pura y brillante.
“Eduardo”, dice la figura, su voz resonando como una melodía, “has cruzado el umbral. Has escuchado el sonido primordial. Este es el tejido del universo, el lugar donde todas las realidades se entrelazan”.
Intento hablar, pero las palabras se me escapan, reemplazadas por una sensación de comprensión profunda. La figura continúa: “El ruido que escuchaste es el eco del primer sonido, el Big Bang del alma. Todo lo que existe comenzó con ese sonido, y tú lo has sentido en su forma más pura. Ahora debes decidir qué hacer con este conocimiento. Puedes regresar a tu vida y olvidar, o puedes caminar conmigo y aprender los secretos de la creación”.
La elección parece imposible. Recuerdo mi vida, mis amores, mis penas, las cosas pequeñas que hacen mi existencia única. Pero también siento la inmensidad del cosmos llamándome, prometiendo respuestas a preguntas que nunca había sabido formular.
¿De verdad puedo dejar todo atrás? ¿Qué pasará si regreso y nunca vuelvo a encontrar esta puerta? Pero, ¿y si avanzo? ¿Qué significará eso para el yo que soy ahora?
Finalmente, con el corazón latiendo con una fuerza renovada, doy un paso hacia mi abuela. Sé que este viaje, aunque incierto, es el comienzo de una nueva comprensión, una exploración de los confines del ser y del universo.
«La vida es como el lenguaje. O bien es común o no es en absoluto» (Jürgen Habermas, hoy aún cumple 95 años y sigue pensando: para que luego alguien diga que el hacer trabajar la mente te mata)
Y que cumplas muchos más de los 63 de hoy que como tú, solo estás tu.
Només tu
La ràfega freda li acaricia el rostre mentre observa la ciutat des de la finestra. Un mar de llums parpelleja sota la pluja nocturna, però els seus ulls només busquen un far en la immensitat. Un record s'esvaeix en la melodia melancòlica que ressona a la seva ment.
"Només tu", murmura, i la seva veu es perd entre el soroll de la ciutat.
Un somriure agredolç li dibuixa els llavis. La distància els separa, però en la seva memòria, el seu amor perdura, un eco intangible que omple el buit de la solitud.
Tanca els ulls i s'imagina la seva abraçada càlida, l'aroma familiar del seu perfum. Només per un instant, la il·lusió de la seva presència la reconforta.
"Només tu", repeteix amb un sospir, abans de tornar a la realitat freda i humida de la nit.
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