LA SOMBRA DE LA SIMULACIÓN
El sol poniente bañaba la ciudad en tonos dorados y púrpura, una belleza tan perfecta que casi parecía irreal. De pie en el balcón de su apartamento en el piso treinta, Alicia observaba la escena con una sensación de inquietud. Desde que había leído el artículo sobre la teoría de la simulación, no podía sacudirse la idea de que su vida, su realidad, no era más que una sofisticada ilusión.
El artículo, publicado por un renombrado físico teórico, argumentaba que era más probable que viviéramos en una simulación creada por una civilización avanzada que en una realidad auténtica. Alicia, una ingeniera de software con un agudo interés en la física cuántica, había sido inmediatamente cautivada por la hipótesis. Pero, más allá del interés académico, había algo en su interior que resonaba con esa teoría. Había empezado a notar pequeños fallos en la matriz de su mundo: errores en la lógica de los eventos cotidianos, detalles que no encajaban del todo.
Una tarde, mientras caminaba por el parque, notó algo peculiar. Un hombre, vestido con un traje gris oscuro, parecía moverse en un bucle. Caminaba hasta el estanque, se detenía por un momento, y luego volvía sobre sus pasos. Una y otra vez. Alicia se detuvo a observarlo, sintiendo una creciente inquietud. Decidida a resolver el enigma, se acercó al hombre y lo detuvo.
—Disculpe, ¿está bien? —preguntó, con una mezcla de curiosidad y preocupación.
El hombre la miró, sus ojos vacíos y sin brillo, y luego, sin decir una palabra, continuó con su rutina. Alicia sintió un escalofrío recorrer su espalda. ¿Podría ser este un fallo en el programa que controlaba su realidad?
Esa noche, mientras trabajaba en su ordenador, decidió investigar más a fondo. Accedió a bases de datos ocultas y profundizó en archivos que se suponía que no existían. Horas más tarde, encontró algo. Un código oculto en los algoritmos de la simulación, una secuencia que sugería la presencia de una puerta trasera.
Alicia, con el corazón latiendo con fuerza, decidió intentar acceder a esa puerta trasera. Lo que encontró la dejó sin aliento. Un vasto océano de datos, un entramado complejo que mantenía su mundo en funcionamiento. Pero lo más sorprendente fue la presencia de un archivo etiquetado como "Contingencia".
Sin pensarlo dos veces, abrió el archivo. Inmediatamente, su pantalla se llenó de imágenes de su vida, recuerdos que se reproducían como escenas de una película. Pero había algo extraño. Algunos recuerdos eran de eventos que nunca habían ocurrido, conversaciones con personas que nunca había conocido. La revelación la golpeó con la fuerza de un trueno. Su vida, su identidad, no eran más que constructos programados.
Sintió que su realidad se desmoronaba. Pero entonces, un pensamiento surgió de entre el caos. Si todo era una simulación, ¿podría manipular el código a su favor? Determinada a tomar el control de su destino, comenzó a reescribir las secuencias de su vida. Introdujo nuevos parámetros, diseñó nuevas posibilidades.
Los días siguientes fueron un torbellino de cambios. Alicia comenzó a experimentar una realidad moldeada por sus deseos más profundos. El hombre del traje gris desapareció, reemplazado por un entorno donde cada detalle respondía a su voluntad. Sin embargo, con cada alteración, la sensación de desconexión crecía. La perfección de su mundo era un recordatorio constante de su falsedad.
Finalmente, comprendió la verdad más profunda de su existencia. No importaba cuán perfecta fuera la simulación, la auténtica realidad radicaba en la imperfección y la imprevisibilidad. Decidió abandonar el control absoluto y restaurar la aleatoriedad en su vida. Reescribió el código una última vez, dejando espacio para el azar y la espontaneidad.
Alicia volvió al balcón, observando el atardecer una vez más. Esta vez, con una mezcla de aceptación y esperanza. Aunque su mundo pudiera ser una simulación, había encontrado una manera de hacerla suya, de vivir en la incertidumbre que define lo humano.
La ciudad se extendía ante ella, un laberinto de posibilidades. Y en ese momento, comprendió que la verdadera libertad no estaba en controlar cada aspecto de su existencia, sino en abrazar el misterio de lo desconocido.
«La revolución no se improvisa, se prepara» (Esta frase es de un tal José Doroteo Arango Arámbula, nacido el 5 de junio de 1878 para ser Pancho Villa y convertir el pillaje en lucha revolucionaria. Nada ha cambiado)
Hoy hubiese cumplido 83 años pero se quedó sentado a la vera del camino con 81.
A la vora del camí
El sol començava a amagar-se darrere dels núvols, tenyint el cel de tons taronges i morats. Un home, amb el rostre cansat i la mirada perduda, seia a la vora del camí, ple de pols i amb la roba arrugada. Havia caminat durant dies, sense rumb ni destinació, buscant alguna cosa que ja no sabia ni què era.
De sobte, va sentir una veu suau que el va fer aixecar la vista. Una jove, amb un somriure càlid en els llavis, li oferia un tros de pa i una ampolla d'aigua. En els seus ulls hi va veure una compassió que li va tocar el cor. En aquell moment, va saber que no estava sol.
Amb un agraïment sincer, va agafar el menjar i la beguda. Va prendre un glop d'aigua fresca i va sentir com li tornaven les forces. La jove li va preguntar cap a on anava, però ell va negar amb el cap. No ho sabia.
"Vine amb mi", va dir ella, estenent-li la mà. "Et portaré a un lloc on podràs descansar i trobar el teu camí."
L'home va dubtar un moment, però alguna cosa en la mirada de la jove li va infondre confiança. Va agafar la seva mà i junts van continuar caminant, ara amb un pas més ferm i una esperança renovada. El camí encara era llarg, però ja no se sentia sol. Havia trobat algú que el podia guiar i ajudar-lo a trobar el seu camí.
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