LA SEQUÍA QUE PERSISTE
Esta lluvia que está cayendo no va a acabar con la sequía de la política. Las gotas tamborilean en el tejado como dedos inquietos, insistiendo en su presencia. Desde la ventana, veo cómo el agua se acumula en charcos irregulares en el patio, pero sé que su llegada es efímera. Al igual que las promesas electorales, esta lluvia sólo enmascara la aridez subyacente, un espejismo de esperanza en un desierto de decepciones.
Recuerdo las campañas pasadas, las voces que resonaban con promesas de cambio y redención. Los candidatos se presentaban como salvadores, sus discursos llenos de fervor y convicción. Pero al igual que estas gotas de lluvia, sus palabras se evaporaban rápidamente, dejando atrás un terreno más seco y árido. La política se había convertido en un pantano de retórica vacía, donde las acciones reales eran tan escasas como el agua en un desierto.
Me encuentro reflexionando sobre la ironía de la situación. Aquí estoy, observando una tormenta que debería traer alivio, pero que en su lugar resalta la sequedad persistente en nuestras vidas públicas. Es una paradoja cruel, un recordatorio de que a veces, lo que parece ser una solución es en realidad una simple distracción. La lluvia se convierte en una metáfora de la política misma: abundante en apariencia, pero carente de sustancia.
La sequía política no es sólo una falta de acción; es una carencia de autenticidad, de integridad. Los líderes que deberían guiarnos se han convertido en actores en un escenario, interpretando papeles diseñados para mantenernos entretenidos, pero no para llevarnos a ninguna parte. Mientras las gotas de lluvia continúan cayendo, pienso en cómo hemos llegado a este punto. ¿Es la naturaleza humana la que nos lleva a buscar consuelo en falsas promesas? ¿O es el sistema el que nos ha condicionado a aceptar la superficialidad como norma?
La respuesta no es clara, pero lo que sí sé es que esta lluvia pasará. Se secará el suelo, y los charcos desaparecerán, dejando sólo una tenue marca de su presencia. Y nosotros, como electores, quedaremos nuevamente expuestos a la realidad de nuestra sequía política. Una realidad que no cambiará hasta que exijamos más que palabras vacías. Hasta que busquemos la lluvia verdadera, esa que no sólo humedezca la superficie, sino que penetre profundamente y revitalice el terreno.
Mientras tanto, sigo observando desde mi ventana, con una mezcla de resignación y esperanza. Porque, aunque esta lluvia no acabará con la sequía, es un recordatorio de que la necesidad de agua, de cambio genuino, sigue ahí. Y quizás, algún día, vendrá una tormenta que realmente transforme nuestro árido paisaje político. Pero hoy no es ese día. Hoy, sólo tengo la lluvia pasajera y mis pensamientos.
«Las personas están constantemente siguiendo guiones y roles predefinidos para encajar en situaciones específicas y cumplir con las expectativas de los demás» (Erving Goffman, nacido el 11 de junio de 1922 para ser considerado el padre de la microsociología, según las expectativas de algun@s)
Y que cumplas muchos más de los 54 de hoy con ese espíritu que tienes de flower power.
Somnis acolorits
En Joan s'enfonsa en la butaca, tancant els ulls cansats. La llum tènue de la lluna s'escola per la finestra, pintant el seu rostre de reflexos platejats. Un sospir s'escapa dels seus llavis, seguit d'un badall silenciós. Una melodia serena l'envolta, transportant-lo a un món de somnis acolorits.
En Joan s'imagina envoltat d'una multitud immensa, tots units per un vincle invisible. Davant seu, una figura radiant emergeix de la llum, estenent una mà càlida cap a ell. En Joan s'atreveix a tocar-la, sentint una onada d'amor i pau que inunda el seu cor.
Al despertar, un somriure li dibuixa els llavis. La música ha cessat, però l'eco dels somnis acolorits encara resona en el seu interior. En Joan sap que, fins i tot en els moments més foscos, la imaginació pot obrir portes a un món ple de meravella i esperança.
Bon dia en lo q estic mes de acort.es q no yan vons politits, no van a favori el poblá, van per fet fortuna pels els
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