domingo, 2 de junio de 2024

EL SEXO NOS HARÁ ETERNOS

Desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha buscado la fuente de la juventud. Se ha bebido sangre de unicornios inexistentes, se ha probado el elixir en frascos que nunca ofrecieron más que un sabor amargo, y se ha recorrido la Tierra en busca de un Shangri-La que siempre se muestra esquivo. Sin embargo, la respuesta ha estado todo el tiempo al alcance de nuestras manos —o, más precisamente, de otras partes de nuestro cuerpo.

En el pequeño pueblo de Eternidad, enclavado entre colinas que susurran secretos al viento, una revelación científica cayó como un rayo: el sexo, la actividad carnal tan antigua como la propia humanidad, es el verdadero elíxir de la vida eterna. Este descubrimiento, enmascarado en el lenguaje complejo de un artículo científico, fue rápidamente descifrado por los locales, quienes comprendieron que la clave de su perpetuidad estaba en el fervor del lecho.

Doña Clara, una anciana venerable de noventa y siete años, fue la primera en abrazar esta nueva religión de la carne. Con una sonrisa irónica, que hacía juego con las arrugas que delineaban historias de épocas pasadas, se aventuró a desempolvar sus lencerías olvidadas. "Si el secreto de la inmortalidad es este, no pienso perderme ni un minuto más," dijo, antes de dirigirse al club de baile nocturno con una energía renovada.

No pasó mucho tiempo antes de que el rumor se propagara. Los balcones del pueblo resonaban con risas pícaras y jadeos furtivos. Las farmacias agotaron sus existencias de profilácticos y afrodisíacos. El aire mismo parecía impregnado de una vitalidad que, para quienes no estaban al tanto del secreto, era simplemente inexplicable.

El Dr. Esteban, el médico del pueblo, fue el principal abanderado de esta nueva era dorada. "Cada orgasmo libera endorfinas, mejora la circulación y reduce el estrés," predicaba en la plaza mayor, ante una audiencia más que atenta. "Si continuamos con esta devoción, no solo mejoraremos nuestra salud, sino que desafiaremos a la misma Parca."

Para el escéptico vecino Julio, un hombre de mirada siempre crítica y con la permanente sombra de una ceja arqueada, todo esto no era más que una distracción de los verdaderos problemas de la vida. "El hedonismo no puede ser la respuesta," murmuraba, mientras observaba desde la distancia cómo el pueblo se entregaba a una hedonista bacanal disfrazada de régimen de salud.

Y sin embargo, Julio mismo no pudo resistir la atracción. La curiosidad, esa chispa que mueve montañas y derriba murallas, lo llevó a probar el método. Con una mezcla de resignación y expectativa, se entregó al frenesí, descubriendo que, en efecto, una piel bien sudada y un corazón acelerado podían, al menos momentáneamente, hacer olvidar las cargas del día a día.

Los días se transformaron en semanas, las semanas en meses, y Eternidad parecía haberse convertido en un oasis de eterna juventud. Las arrugas se suavizaban, las canas retrocedían, y los pasos se volvían más ligeros. La muerte, siempre tan puntual y severa, parecía haberse tomado unas vacaciones indefinidas.

Pero, como en toda historia de placeres desenfrenados, llegó un momento de inflexión. Doña Clara, la pionera del rejuvenecimiento, fue encontrada una mañana en su cama, con una sonrisa pacífica y un corazón que había dejado de latir. Su partida no fue motivo de tristeza, sino de celebración. Había vivido no una, sino muchas vidas en sus últimos meses, cada una marcada por la intensidad de un momento eterno.

El pueblo comprendió entonces que, tal vez, la inmortalidad no estaba en alargar los días interminablemente, sino en llenar cada instante de vida. La verdadera eternidad no era un reloj sin fin, sino una colección de momentos vividos con tal pasión y entrega, que el paso del tiempo se volvía irrelevante.

Eternidad volvió a la calma, pero con un nuevo entendimiento: el verdadero secreto de la vida no era la duración, sino la intensidad.

«El pesimismo es un juego seguro. Así no puedes perder nunca, solo puedes ganar. Es el único punto de vista desde el que nunca te sentirás decepcionado» (Thomas Hardy, nacido el 2 de junio de 1840 para jugar… y perder de vez en cuando. Como tod@s los optimistas)

Y que cumplas muchos más de los 58 de hoy y sin contaminarse de los que versionaron tu canción. 

Contamínem

Un xiuxiueig entre fulles m'acaricia la pell. Un perfum de terra humida em captiva els sentits. Sóc un arbre arrelant en la memòria, testimoni del temps que passa. He vist vides néixer i créixer, he sentit cançons d'amor i de guerra. He acollit sota les meves branques a amants que es besaven a la llum de la lluna i a refugiats que fugien de la nit.

Avui, una figura s'acosta. Els seus ulls em miren amb curiositat, la seva veu em parla en un idioma desconegut. No entenc les seves paraules, però sí la seva necessitat. Li ofereixo l'ombra de les meves branques, un refugi enmig del món. I en silenci, ens contagiem mútuament: ella em comparteix històries d'un món llunyà, jo li ofereixo la pau de la natura. En aquest encontre fugaç, dos mons es connecten, dos solituds es troben. I sota la branca d'olivera, neix una nova comprensió.


 

 

1 comentario:

  1. Bona nit segueixu, densa veura, res per no publica, si es lo millo de la vida y lo mes normal estem al 2024 y sembla q tornem.1024

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