domingo, 9 de junio de 2024

LA VERDADERA LIBERTAD


En la penumbra de un crepúsculo perpetuo, reflejo de la constante lucha humana entre el nacimiento y la muerte inevitable, una figura solitaria emprende un viaje a través de un paisaje urbano abandonado. Los edificios se erigen como monolitos silenciosos de aspiraciones olvidadas; ventanas como ojos imperturbables son testigos del implacable avance del tiempo. Nuestro protagonista lucha con su propia insignificancia en este vasto tablero de decadencia.

Mientras deambula por calles desoladas salpicadas de restos de vidas una vez vividas, reflexiona sobre su propia existencia —efímera como una sombra al atardecer— y cuestiona la futilidad de sus ambiciones frente a la eternidad. Los encuentros con otros son fugaces; los diálogos son escasos pero profundos, cada palabra cargada con la gravedad del entendimiento de que todos los caminos llevan inexorablemente hacia el olvido.

Sin embargo, de esta contemplación surge una epifanía liberadora: si el significado inherente de la vida hace que el miedo y la esperanza sean igualmente absurdos, entonces la verdadera libertad reside en abrazar cada momento sin temor ni expectativa —la belleza encontrada en cada aliento se convierte en su propio propósito.

Y así la silueta continúa su viaje bajo cielos de media luz, un testimonio tanto de la búsqueda humana duradera de significado como de su reconciliación con la nada.

«La gente quiere ser rica con mente de pobre y mientras la miseria exista en tu corazón, el dinero jamás te hará rico» (Daniel Heinsius, nacido el 9 de junio de 1580 –igual que Jordi Pujol i Soley e Irene Montero con quién notenía nada que ver- nos enseñó la diferencia entre pobreza y miseria y en una sola frase)

Y que cumplas muchos más de los 73 de hoy sin estropearte las manos ¡por favor!

La melodía del somni

Aquella nit, el bosc cantava una melodia suau, com un murmuri de fulles en un somni profund. El vell roure, amb arrels arrelades en segles de memòria, guardava un secret. Enmig del clar de lluna, una figura dormia, embolcallada per la llum platejada. Era ell, el guardià dels somnis perduts, descansant després d’una eternitat vigilant. Els animals del bosc s’acostaven, sense por, escoltant el ritme pausat de la seva respiració. Quan ell dormia, el món s’aturava, els malsons es dissipaven i, per un breu moment, la pau regnava. El bosc sabia que ell tornaria a despertar, però ara gaudia d’aquell instant etern.


 

 

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