A TRAVÉS DEL VELO
En la penumbra de la biblioteca, las sombras danzaban al compás del parpadeo de una única vela encendida. Los libros, testigos silenciosos de incontables secretos, parecían susurrar entre sí, aguardando el momento preciso para revelar su conocimiento más oculto.
El médium, un hombre de mirada penetrante y manos temblorosas, se sentó frente a la mesa de caoba que había pertenecido a generaciones de buscadores de lo desconocido. La sesión estaba por comenzar, y los asistentes, escépticos y creyentes por igual, contenían la respiración ante la posibilidad de un contacto con el más allá.
“Los espíritus se comunican a través del velo que separa los mundos”, comenzó a explicar con voz grave, “y lo hacen de maneras que desafían nuestra comprensión. A veces, es un susurro llevado por el viento, otras, una serie de golpes en la pared, o el movimiento de un objeto que nadie ha tocado.”
La vela parpadeó más fuerte, como si confirmara sus palabras, y una ráfaga de aire frío recorrió la estancia. Uno de los presentes, un joven de cabello oscuro y ojos inquisitivos, se atrevió a preguntar: “¿Pero cómo podemos saber si es real, y no una ilusión de nuestras mentes?”
El médium sonrió, una sonrisa que no llegó a sus ojos. “Los mensajes de los espíritus son como un eco de una melodía olvidada. No todos pueden escucharla, pero aquellos que sí, encuentran en ella una verdad que no necesita pruebas.”
La sesión continuó, y mientras el médium invocaba a los espíritus, los asistentes se sumergieron en un mundo donde la línea entre la vida y la muerte se difuminaba. Algunos recibieron mensajes, otros solo silencio, pero todos sintieron la presencia de algo que, aunque no podían ver, estaba indudablemente allí.
Cuando la vela se extinguió, la biblioteca recuperó su silencio habitual, pero para aquellos que habían participado en la sesión, las palabras del médium resonarían en sus mentes, recordándoles que hay misterios en este mundo que están más allá de la comprensión humana, esperando ser explorados.
«Todos vuelven a la tierra en que nacieron, al embrujo incomparable de su sol, todos vuelven al rincón donde vivieron, donde acaso floreció más de un amor…» (César Miró, nacido el 7 de junio de 1907 para volver a la tierra 92 años después. Y mientras tanto esperamos que pronto, muy pronto vuelvan aquell@s que tuvieron que irse para no perder su libertad)
Hubiese cumplido 66 años pero se quedó en los 58 aunque tuvo la suerte de encontrarse con la mujer más bella del mundo... para él claro.
La noia més bella del món
En un carreró estret de la ciutat, entre parets de pedra antiga, vaig conèixer la noia més bella del món. Els seus ulls brillaven com estrelles a la nit i el seu somriure era com el sol que surt. No necessitava paraules, la seva mirada ho deia tot.
En aquell moment, el món es va aturar. El soroll de la ciutat es va esvair i només vaig sentir el batec del meu cor. Vaig saber en aquell instant que havia trobat alguna cosa especial, una bellesa que anava més enllà del físic.
Era més que una noia, era una musa, una inspiració. La seva bellesa em va omplir d'alegria i em va fer veure el món amb nous ulls.
Mai més vaig veure la noia del carreró, però la seva imatge va quedar gravada per sempre en la meva memòria. I cada vegada que escolto la cançó "The Most Beautiful Girl in the World", recordo el seu somriure i la seva mirada, i sé que vaig tenir la sort de conèixer la noia més bella del món.
No hay comentarios:
Publicar un comentario