LA TOGA NOSTRA
En el gran salón de la Corte Suprema, donde las paredes estaban cubiertas de retratos de antiguos jueces con más pelucas que sentido común, se encontraba Hortensia la Rigidez, la jueza más temida y respetada de Legalia. Su toga nostra era tan impresionante que incluso tenía un brillo propio, o al menos eso afirmaban los poetas locales pagados por su esposo.
"¡Haced silencio en la sala!", ordenó Hortensia, levantando una ceja con la habilidad de un domador de leones. "Hoy decidiremos el caso más importante de la década."
"¿Cuál caso, su señoría?", se atrevió a preguntar un abogado novato, temblando en su toga como si fuera de papel de arroz.
"¡El caso de quién merece la toga nostra por los comentarios políticos más sagaces en sus sentencias!", respondió Hortensia con una sonrisa que podría derretir el acero. "Porque en esta corte, la justicia es ciega, pero nunca sorda a la política."
Los murmullos se apagaron de inmediato, y todos los jueces presentes comenzaron a repasar mentalmente sus sentencias más recientes. Al fondo del salón, sentado en una butaca tapizada con terciopelo rojo, estaba Marco Veredictus, el autoproclamado "Togado Supremo", conocido por su toga impoluta y sus opiniones políticas más brillantes que el sol.
Marco se levantó con la confianza de un político en campaña. "¡Permitidme recitaros mi última sentencia sobre la reforma fiscal!", proclamó, ajustándose la toga y levantando un brazo dramáticamente.
"¡Oh, por favor, Marco!", interrumpió Penélope Pleitista, famosa por sus veredictos mordaces. "Tus comentarios son tan predecibles como las promesas electorales. Escuchad, en mi última sentencia sobre la legislación medioambiental, comparé la gestión actual con un campo de nabos."
Hortensia observaba el intercambio con un brillo divertido en los ojos. "Veo que la competencia es feroz este año", dijo, tamborileando los dedos en el estrado. "Pero recordad, la toga nostra no solo debe ser resplandeciente en apariencia, sino en ingenio y crítica política."
Justo en ese momento, la puerta de la corte se abrió de golpe y entró Julio el Justo, un juez conocido más por su sentido común que por su sentido de la política. Su toga era sencilla, sin adornos ni bordados dorados.
"Disculpad mi tardanza, su señoría", dijo Julio, inclinándose ligeramente. "Estaba ocupado resolviendo un caso de verdad."
Hortensia levantó una ceja, intrigada. "Y dime, Julio, ¿crees que tu sencilla toga puede competir con estas obras maestras de la ironía judicial?"
Julio sonrió con modestia. "No lo sé, su señoría, pero creo que la toga nostra debe reflejar no solo el ingenio político, sino la dedicación a la verdadera justicia."
Un silencio sepulcral cayó sobre la sala. Hortensia, con una expresión que mezclaba incredulidad y furia, se puso de pie lentamente. "¿Estás sugiriendo, Julio, que esta corte no se dedica a la verdadera justicia?"
Julio, dándose cuenta de su error, tragó saliva. "No, su señoría, no quise decir eso..."
"¡Desacato al tribunal!", bramó Hortensia, su voz resonando como un trueno. "Julio, te condeno a una semana de detención y a redactar una disculpa formal a esta corte. Aquí valoramos tanto la justicia como el ingenio, y tu comentario ha insultado a todos los presentes."
Los murmullos de aprobación se extendieron por la sala, mientras Julio era escoltado fuera del salón, con su toga sencilla arrastrándose por el suelo. Hortensia, recomponiéndose, miró al resto de los jueces.
"Que esto sirva de lección. En esta corte, la justicia es ciega, pero siempre presta atención a la política y al respeto. Ahora, continuemos con la deliberación sobre la toga nostra."
«La vida es como una obra de teatro: no importa lo larga que sea, sino lo bien que se interprete» (Hjalmar Söderberg nacido el 2 de julio de 1869 para interpretar el papel de escritor con bastante éxito, por cierto)
Y que cumplas muchos más de los 41 de hoy en tan buena compañía como el que te acompaña a la guitarra.
El joc de l'amor
Un somriure tímid, una mirada furtiva, i ja ho saps: has caigut en el joc de l'amor. Un joc de rialles i llàgrimes, de besos tendres i punxades al cor. Un joc on les regles canvien constantment, però que sempre acaba amb la mateixa pregunta: m'estimes?
La resposta, com una melodia enganxosa, ressonarà en el teu cap fins que trobis la teva parella de ball en aquest vals apassionat que és la vida. I llavors, potser, només potser, podràs guanyar el joc de l'amor.
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