EL SUEÑO DE UN VOTO DE VERANO
Esta noche tuve un sueño de esos que te dejan pensando si fue la cena o si simplemente mi subconsciente se aburrió de los mismos pensamientos. Soñé que un político socialista venía a pedirme el voto para ser presidente de la Generalitat. Sí, tal cual. Se plantó en mi sala de estar como si fuera un viejo conocido.
"Buenas noches," me dijo con una sonrisa forzada. "¿Podríamos hablar un momento sobre su voto?"
Ahí, medio dormido y sin pensármelo dos veces, le respondí lo más amable posible, aunque con el sarcasmo que la situación merecía: "Mire, caballero, no es por faltarle al respeto, pero no creo en usted. Francamente, no pienso que sea la mejor opción para nuestro País."
Su sonrisa se desvaneció y fue reemplazada por esa cara de “pomes agres” (manzanas agrias, en una traducción imposible del castellano) que suele poner ese político socialista cuando alguien le contradice. Insistió, claro, con argumentos reciclados de promesas pasadas, pero yo no podía tomarlo en serio. Una de mis frases fue: “oiga usted que yo no soy como ER”. Pero él, erre que erre, intentando convencerme de su integridad política. Mi mente se fue a otro lado y recordé algo que había leído sobre Sigmund Freud, el famoso psicoanalista. En 1895, precisamente en la noche del 23 al 24 de julio, Freud tuvo un sueño al que llamó “el sueño de la inyección de Irma”. Ese sueño le ayudó a desarrollar su teoría de la interpretación de los sueños. Tal vez mi sueño y el de Freud estuvieran interconectados, en una especie de broma cósmica. Pero claro, Freud no estaba aquí para que pudiera preguntárselo.
En el sueño, el político seguía hablando y hablando. Pero yo, un hombre ya entrado en año y con una larga trayectoria de promesas incumplidas a mis espaldas, ya estaba más allá de ser convencido por discursos vacíos. Sabía que las palabras se las lleva el viento y que las caras de “pomes agres” no cambian nada.
Finalmente, harto de la perorata, y como el político socialista veía mi firmeza, decidió parafrasear a Groucho Marx: "Tengo esta política, pero si no le gusta, tengo otras."
Y con esas, el político desapareció de mi sala de estar. Y yo, despertando con una mezcla de alivio y desdén, me quedé pensando en lo surrealista que puede ser la mente humana y lo poco que hemos cambiado desde Freud. En fin, tal vez esta noche vuelva a soñar, aunque espero que sea algo más interesante, como volar o encontrarme un millón de euros.
«Sin el impulso humano original para desarrollarse, sin el poder autogenerado que se expresa como una pasión (ya sea dirigida hacia el mundo real o el mundo de los pensamientos o sueños) y sin ese fuerte, incluso audaz coraje de querer ser uno mismo en toda nuestra desnudez divina, nadie alcanza la verdadera libertad» (Henrik Pontoppidan, nacido el 24 de julio de 1857 para ser premio Nobel de literatura en 1917 e interpretar mi sueño como lo hubiese hecho Sigmud)
Y que cumplas muchos más de los 34 de hoy con ese ritmo que te he enseñado. Me refiero a él por supuesto.
Cuba
La Marta seia a la terrassa del bar, amb la mirada perduda i un daiquiri a la mà. Els acords d'una havanera llunyana li van fer tancar els ulls. De sobte, era allà: l'aroma del tabac, el ritme dels timbals, la calor enganxosa de l'Havana. Va recordar aquella nit de passió amb en Carlos, el ballarí de salsa que li va robar el cor. Les promeses d'amor etern es van esvair amb l'alba, igual que el somni d'una nova vida. Ara, anys després, només li quedava aquesta cançó i el gust agredolç del rom als llavis. Cuba era un record, però seguia viva dins seu.
No hay comentarios:
Publicar un comentario