¡MENOS MAL QUE NO SON TERRORISTAS!
En un rincón de un país cuyo nombre prefiero no recordar, existía un juez de un tribunal superior, el Honorable (aunque no mucho) Manuel García-Castellón y García-Lomas. Este hombre, cuyo talento para interpretar la ley era comparable al de un pez para escalar árboles, se había obsesionado con una cruzada personal contra un grupo de políticos independentistas catalanes. Los acusaba de ser terroristas, aunque todo el mundo sabía que lo más peligroso que habían hecho era olvidarse de pagar el parquímetro. Sin embargo, García-Castellón, con su sentido de justicia tan agudo como una cuchara, estaba convencido de lo contrario.
Desde su polvoriento despacho, García-Castellón tramaba con fervor. Sus días consistían en leer titulares sensacionalistas y escuchar rumores de pasillo, los cuales, según él, eran pruebas irrefutables. "¡Son terroristas!", exclamaba, mientras su secretaria rodaba los ojos y seguía tipeando, soñando con el día en que pudiera trabajar para alguien con una pizca de sentido común.
El juez, con una arrogancia que solo la ignorancia puede otorgar, decidió emprender una caza de brujas judicial contra estos políticos. El primer juicio fue un espectáculo digno de un circo, con pruebas tan sólidas como un flan y testimonios de testigos que cambiaban sus declaraciones con la facilidad de un político cambiando de promesas.
El público, que asistía más por el entretenimiento que por el interés en la justicia, se deleitaba con las idas y venidas de García-Castellón. "¡Los atraparé!", vociferaba, mientras el fiscal suspiraba y el abogado defensor luchaba por mantener la compostura. Parecía que el único que creía en la culpabilidad de los acusados era el propio juez.
Un buen día, o un mal día según se mire, el Honorable García-Castellón cometió un error garrafal. Un tecnicismo, una simple coma mal puesta en la documentación, se convirtió en su némesis. El abogado defensor, que había estado esperando una oportunidad como un gato acechando a un ratón, saltó sobre el error con la rapidez de un rayo. "Procedimiento nulo, señoría", anunció con un tono que apenas ocultaba su satisfacción.
El juez García-Castellón, rojo de vergüenza y rabia, no tuvo más remedio que archivar el caso. Los políticos, que hasta el momento se habían mantenido estoicos, salieron del tribunal con sonrisas de victoria.
Y así, la caza de brujas terminó, no con un estallido, sino con un patético susurro. Mientras los acusados celebraban discretamente su libertad recuperada, alguien se atrevió a murmurar en los pasillos del tribunal: "Menos mal que no eran terroristas de verdad. Con la ignorancia de García-Castellón, habríamos terminado todos en un lío peor que el de un episodio de telenovela venezolana."
Desde ese día, el Honorable Manuel García-Castellón siguió en su puesto como si nada, pero su fama de cazador de terroristas se desvaneció más rápido que una promesa electoral. La ciudad respiró aliviada, sabiendo que el próximo capítulo de esta tragicomedia judicial sería menos preocupante, aunque sin duda igual de entretenido. Y así, en este rincón olvidado del mundo, la justicia volvió a ser tan caótica y absurda como siempre.
«La imaginación tiene el poder de evocar escenas y situaciones tan encantadoras que las hace parecer reales» (Ann Radcliffe, nacida el 9 de julio de 1764 para escribir novelas de terror, vamos como las que intenta escribir algún juez)
Y que cumplas muchos más de los 53 de hoy y aunque te pierdas ya sabemos dónde encontrate.
El somni de la glòria s'esvaeix
El sol, un globus d'or a punt d'esclatar, banyava Sunset Boulevard amb una llum tènue i càlida. Enmig d'aquell paisatge urbà enlluernador, una figura solitària caminava amb el cap cot, el cor ple d'amargor.
Era en Scott, un músic amb talent i somnis d'estrellat. Havia arribat a Los Angeles amb la maleta plena d'il·lusions, però la realitat l'havia colpejat amb duresa. Els rejections s'apilaven com fulles seques a la tardor, i la seva esperança començava a esvair-se com el fum d'un cigarret.
De sobte, es va aturar davant d'un cartell lluminós que anunciava un famós club nocturn. Va tancar els ulls i va aspirar profundament. Un últim sospir d'esperança abans de submergir-se de nou en la foscor de la nit.
En aquell moment, va sentir una veu que li deia: "No et rendeixis, Scott. La teva música mereix ser escoltada." Va obrir els ulls i va veure una dona somrient que el mirava amb compassió. Potser, només potser, encara hi havia una llum al final del túnel.
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