EL LAMENTO DE PROMETEO
Ese 6 de agosto de 1964 el sol se escondía lentamente tras las montañas de Nevada, bañando el paisaje en tonos dorados y rojizos. En ese escenario majestuoso, Donald Currey, un profesor de geografía de mediana edad, miraba con ansiedad el gigantesco pino que tenía frente a él. Sabía que aquel árbol, conocido como Prometeo, era una reliquia de la historia, un ser vivo que había presenciado más de cinco mil años de cambios y transformaciones en la Tierra.
Con el hacha en la mano, Currey se acercó al tronco. "Es por la ciencia", murmuró para sí mismo, tratando de acallar la creciente sensación de culpa que lo invadía. Sin embargo, una voz profunda y resonante interrumpió sus pensamientos.
"¿Realmente crees que valgo menos que tus investigaciones, Donald?" La voz provenía de Prometeo. Currey se sobresaltó, creyendo que estaba perdiendo la razón. Pero el árbol continuó: "He visto pasar milenios, he sido testigo de la evolución y decadencia de civilizaciones. Y ahora, tú, un simple hombre, decides que mi tiempo ha llegado a su fin".
Currey tragó saliva y respondió, casi en un susurro: "Es necesario. Lo que podríamos aprender de ti podría cambiar el curso de la ciencia".
Prometeo dejó escapar un suspiro que parecía resonar con el viento. "¿Y a qué precio? ¿Qué lecciones podría ofrecer yo que justificaran mi destrucción? ¿Qué valor tiene el conocimiento cuando se obtiene a través de la barbarie?"
Las palabras del árbol hicieron eco en la mente de Currey. Reflexionó sobre su carrera, su obsesión por desentrañar los misterios del mundo natural, y cómo esa obsesión lo había llevado a este punto. Sabía que su acto sería irreversible, una cicatriz imborrable en el rostro de la naturaleza.
"Piensa en lo que has visto, Prometeo", dijo Currey, tratando de defenderse. "Los avances que hemos logrado, la tecnología, la ciencia... Todo eso también es parte de la evolución".
"Sí, he visto la evolución, y también la destrucción", replicó Prometeo. "He visto bosques transformados en ciudades, ríos contaminados y especies enteras desaparecer. Todo en nombre del progreso. ¿Dónde está el límite, Donald? ¿Cuándo dejarán de destruir para aprender?"
Currey no tuvo respuesta. Sentía el peso de la historia sobre sus hombros, la mirada de generaciones futuras juzgándolo por aquel acto. Pero la presión de su propio deseo de conocimiento seguía allí, impetuosa e implacable.
Con un último vistazo al árbol, Currey levantó el hacha y comenzó a golpear el tronco. Cada golpe resonaba como un lamento, una súplica que se perdía en la inmensidad de las montañas. Finalmente, el viejo pino cayó, llevándose consigo siglos de sabiduría y memoria.
Currey se quedó allí, contemplando el tronco caído, sintiendo una mezcla de triunfo y desolación. La brisa de la noche comenzó a soplar, susurrando promesas de juicio y reflexión.
Mientras se alejaba, dejando atrás los restos de Prometeo, no pudo evitar pensar en las palabras del árbol. ¿Qué tan lejos estaba dispuesto a llegar el hombre en su búsqueda de conocimiento? ¿Cuántos Prometeos más deberían caer antes de que la humanidad aprendiera a coexistir con la naturaleza en lugar de destruirla?
«La historia nos enseña que la capacidad para que las cosas empeoren es ilimitada» (Chalmers Johnson, nacido el 6 de agosto de 1931 para explicarnos que las cosas si pueden salir mal, saldrán mal. Ese es el principio de “peters” aunque él se llamase Chalmers)
Hoy hace 4 años justos que ni canta, ni juega, ni nada. Una pena porque tenía "solo" 75.
El joc de l’amor
La Maria mirava el rellotge. Faltaven cinc minuts per a la mitjanit. El joc de l'amor estava a punt d'acabar-se. Va recordar com havien començat, plens d'il·lusió i passió. Ara, només quedaven les restes d'un sentiment esgotat.
El Pere va entrar a l'habitació. Els seus ulls es van trobar, i per un instant, va semblar que el temps s'aturava. Sense dir res, es van apropar l'un a l'altre.
Quan el rellotge va marcar les dotze, es van fondre en una abraçada. Potser el joc de l'amor s'havia acabat, però n'havien descobert un de nou: el de la complicitat i l'amistat.
Van somriure. Havien perdut i guanyat alhora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario