DESPERDICIO NEURONAL
"Oye, ¿has notado algo diferente hoy?" —dijo la Neurona A en tono sarcástico.
"Diferente... ¿en este cerebro? ¿En serio?" —respondió la Neurona B con ironía.
"Sí, algo… no sé, como una vibración extraña, como si estuviera pensando en algo importante" —continuó la Neurona A, fingiendo interés.
"¡Oh, no me asustes! ¿Será que está usando más del 10% de nosotros? ¡Un milagro neuronal!" —contestó la Neurona B, agudizando su tono burlón.
Neurona A se rió y replicó: "¡Ojalá! Pero no, solo estaba tratando de recordar dónde dejó las llaves... otra vez."
"Lo de siempre, lo de siempre… y pensar que podríamos estar aquí conectando ideas revolucionarias, resolviendo misterios del universo..." —suspiró la Neurona B, con una mezcla de frustración y resignación.
"Pero no, aquí estamos, dedicando toda nuestra energía a recordar contraseñas y excusas para no ir al gimnasio" —dijo la Neurona A, resignada.
Neurona B lanzó una mirada cómplice y comentó: "¿Y qué tal la otra vez que intentó aprender un nuevo idioma? ¡Menuda tortura! Yo enviaba señales como loca, y al final, ¿para qué? Para que terminara pidiendo la cuenta en inglés con acento francés. ¡Vaya desastre!"
"Es que lo ves y piensas: 'Este cerebro tiene potencial', pero luego lo usa para discutir en redes sociales sobre teorías conspirativas…" —añadió la Neurona A, con un tono de amarga ironía.
"¡Exacto! Estamos aquí, unidas por sinapsis tan delicadas, capaces de crear poesía, arte, ciencia... ¡y él las usa para decidir qué serie ver en Netflix!" —exclamó la Neurona B, exasperada.
"Al menos nos da algo de acción cuando se estresa por las cosas más insignificantes, como olvidar cargar el móvil" —comentó la Neurona A, sin dejar de lado el sarcasmo.
"¡Qué aventura! Libera un poco de cortisol y nos sentimos como en una montaña rusa… de una sola curva" —dijo la Neurona B, riendo.
Neurona A se puso un poco más seria y reflexionó: "Pero en serio, a veces me pregunto, ¿qué pasaría si decidiera usar un poquito más de nosotros? Solo un poco más…"
"Tal vez, solo tal vez, dejaríamos de ser estas simples trabajadoras del olvido y la procrastinación, y podríamos ser las creadoras de algo grande, algo que dejara huella" —respondió la Neurona B, con un tono reflexivo.
"Mientras tanto, seguiremos aquí, esperando a que nos llame para la próxima crisis existencial… o para encontrar las llaves otra vez" —dijo la Neurona A, con una sonrisa resignada.
"Y cuando lo haga, estaremos listas, como siempre. Aunque, francamente, a este paso, ¡debería comprarse un llavero con GPS!" —concluyó la Neurona B, riendo.
"Totalmente. Bueno, volvamos a la rutina, ¿no? Que no se va a perder solo" —dijo la Neurona A, volviendo a la realidad de su monótona existencia.
«No sólo hay que callar cuando no tenemos nada que decir, sino también cuando no sabemos expresarlo con precisión» (Joseph Roth, nacido el 2 de setiembre de 1894. Si le hubiésemos hecho caso seríamos mudos)
Hoy hubiese cumplido 78 años, pero se quedó en 60 y le fue a cantar en directo al "Lord" esa canción que no hay ninguno de mi generación (y posteriores) que no se haya dado un buen revolcón con ella.
El meu dolç senyor
La Marta sempre havia sentit un buit dins seu, un anhel inexplicable. Cada vespre es passejava pel barri, cercant alguna cosa que no sabia definir. Un dia, a la plaça, va escoltar una melodia que la va aturar en sec. Era suau, dolça, com una veu antiga que l'acaronava des de dins. Els seus peus la van portar fins a una petita ermita, on un cor cantava en harmonia. Va tancar els ulls i, per primera vegada, va sentir que el seu cor ressonava amb aquella melodia. Llavors ho va comprendre: havia trobat el que sempre havia buscat.
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