sábado, 21 de septiembre de 2024

ÚLTIMA NOTICIA: ME BAJO DEL MUNDO

 

Ha llegado un momento en que ya no veo las noticias. Ni en la tele, ni en el periódico, ni en la radio, ni en esos artículos interminables que aparecen en redes sociales pretendiendo abrirme los ojos. La verdad, no sé si tengo ya ganas de mantenerlos abiertos. Yo, que hace poco devoraba titulares como quien devora una comida rápida, he llegado al límite. Se repiten, como las sobras de ayer que se recalientan una y otra vez.

Las caras cambian, claro. Nuevos villanos, nuevos héroes. Pero la trama, esa sí, es siempre la misma. Me recuerda a esos culebrones que mi abuela veía: gritos, lágrimas, pero al final la misma conclusión. Qué irónico. Antes me generaban una ansiedad voraz, como si el mundo dependiera de cuántas veces apretaba el botón de refrescar. Cada desastre se sentía como un golpe directo. Pero, ¿y ahora? Ahora me limito a observar desde lejos, como quien mira por una ventana empañada. El ruido ha dejado de ser insoportable; se ha convertido en un zumbido constante al que me he acostumbrado. Ya no corro a cambiar el canal, ni a apagar la radio. Simplemente dejo que fluyan.

Porque, seamos sinceros, ya sé cómo acaba esta película. El gran spoiler está ahí, delante de todos: la humanidad corre hacia su final como un tren sin frenos. ¿Cuál será el titular del día? "Otro conflicto en el Medio Oriente". "Nuevo escándalo de corrupción". ¿En serio? ¿Otra vez?

Así que me refugio en lo que puedo tocar, oler y saborear. Mi taza de té macha cremoso en la mañana, me ofrece más consuelo que cualquier editorial. Mis charlas con la vecina sobre el clima, aunque predecibles, al menos me hacen sonreír. ¿Acaso no es eso lo que cuenta al final? Ese pequeño instante de felicidad cuando el sol calienta mi cara o cuando el olor a hierba mojada después de la lluvia me recuerda que el mundo sigue girando, a pesar de todo.

Antes creía que preocuparme por todo me hacía más consciente, más humano. Pero me he dado cuenta de que era como intentar detener el viento con las manos. Y he soltado. Soltar, qué alivio. Ahora mi mundo es más pequeño, sí, pero más manejable. Mis ansias de cambiar el rumbo de la humanidad han sido reemplazadas por la simple gratificación de arreglar la bombilla de la cocina que parpadeaba. Un triunfo personal, aunque minúsculo.

Mientras el tren avanza imparable hacia el abismo, yo me bajo en la siguiente parada. Me bajo y disfruto el paisaje. Las noticias seguirán ahí, con su redundancia, su melodrama, sus urgencias falsas. Yo, en cambio, tengo una vida que vivir. O al menos, unos cuantos instantes de felicidad que rescatar antes de que la última página de este periódico cósmico se cierre.

«Las bombas asustan pero no persuaden, desquician pero no construyen» (Mario Bunge, nacido el 21 de setiembre de 1919 para combinar física y filosofía a partes iguales y con mucho tino)

Leonard Cohen hubiese cumplido hoy 90 años pero hace 8 que entró en la eternidad y allí sigue bailando.


 Balla'm fins al final

Sota la llum tènue dels fanals, les nostres mans s’enllacen com si fos l'última vegada. La música flueix, suau, embolcallant-nos en una melodia eterna. Cada pas és una promesa no dita, cada gir, un record compartit. Els nostres cossos es mouen com si sabessin que el final s'apropa, però no importa. Aquí, ara, dansarem fins que els nostres cors deixin de bategar, fins que l'amor sigui tot el que resti, una flama que no es consumeix. Balla’m fins al final, fins que no quedin més nits ni matins, només el silenci de tu i jo.

Y, por supuesto, "bonus track"

 


Y no podía faltar

Hallelujah

En la foscor de l'habitació, la llum de la lluna es filtra per les cortines. Ell seu, guitarra en mà, intentant recordar una melodia que havia perdut fa temps. Els dits ballen tímidament sobre les cordes, però la perfecció no arriba. No importa. A cada acord mal executat, una mena d'harmonia emergeix. I amb ella, una veritat amarga: l'alegria i el dolor són la mateixa nota, només cal escoltar-la. Així, amb cada "hallelujah" murmurat, sent la redempció en el fracàs, sabent que la bellesa rau en la imperfecció, en el cor que persisteix, malgrat tot.

 

 

 

 

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