¡QUE VIENE EL FASCISMO!
Sorbió su último café amargo—sin leche, por supuesto, porque el fascismo no admitía suavidades—y clavó su mirada en el reloj. Las manecillas avanzaban con la lentitud torturante de un verdugo esperando el grito final.
Su vecina, Carmen, lo observaba desde la ventana del salón, con una revista de horóscopos abierta, aparentemente distraída.
—¿Y qué se supone que ocurrirá en dos minutos, Juan? —preguntó ella con una sonrisa cínica, el tipo de sonrisa que se reserva para los que han cruzado la línea entre la paranoia y la locura.
—El fascismo —respondió él, sin mover un músculo—. A las doce, el mundo como lo conocemos habrá terminado. No más democracia. No más elecciones. Solo botas negras marchando sobre nuestras cabezas.
Carmen dejó escapar una pequeña carcajada. A lo largo de los años, había escuchado a Juan profetizar de todo: plagas bíblicas, invasiones alienígenas, el auge del karaoke en horario estelar. Pero esta vez, él parecía más convencido que nunca.
—¿Y qué sugieres que hagamos? —preguntó con fingida inocencia—. ¿Nos ponemos a practicar el saludo romano?
—No te burles —respondió él, con los ojos clavados en el reloj—. Nos convertiremos en súbditos. Los jerarcas estarán ahí para aplastarnos. Pero yo estaré preparado.
Carmen miró el reloj junto a él. 11:59. El ambiente se tensaba como una cuerda al borde de romperse.
—¿Seguro que será a las doce? Porque podría necesitar un poco más de tiempo para prepararme para la dictadura. Tal vez mañana sea más conveniente.
Juan la fulminó con la mirada.
—No hay mañana. A las doce en punto, Carmen. Y no será nada bonito. Prepárate para una vida de estatuas colosales, desfiles interminables, y slogans que no podrás ignorar.
El reloj hizo su último "tic" a las 12 en punto. Justo entonces, un crujido monumental retumbó por la casa. Juan se levantó de un salto, con los ojos desorbitados, mientras el suelo bajo sus pies vibraba levemente. Carmen dejó caer la revista y se quedó de pie, observando los fragmentos de polvo que caían del techo.
—¡Lo sabía! —gritó Juan, con una mezcla de terror y satisfacción—. ¡Es el fin! ¡El fascismo ha llegado!
Un estruendo ensordecedor llenó el salón cuando una sección del techo cedió, dejando caer un aluvión de escombros. Carmen, atónita, vio cómo el viejo tanque de agua del tejado, oxidado y olvidado, había decidido ceder en el momento exacto.
—Bueno, bueno… parece que el fascismo tiene un extraño olor a moho y óxido —dijo Carmen, levantando una ceja mientras el agua mojaba todo a su alrededor.
Juan estaba extasiado, corriendo por la casa como si hubiera sido testigo del mismo Apocalipsis.
—¡Esto es! ¡El primer signo! ¡El fascismo empieza por lo alto! Lo sabía, ¡lo sabía! —exclamaba, señalando los restos de techo como si fueran la materialización de sus profecías.
Carmen, empapada y completamente incrédula, soltó una carcajada. Se sentó nuevamente en la butaca, observando cómo Juan corría frenéticamente, delirando con su "predicción cumplida". El derrumbe no era más que otra prueba de que el verdadero colapso no llegaba del exterior, sino de las mentes de los agoreros de siempre.
El reloj siguió avanzando, indiferente al caos en el salón y al derrumbe que Juan había tomado como la señal de su victoria.
«¡Libertad, Igualdad, Fraternidad! ¡Qué farsa más ridícula! A la Libertad la asesinan todos los que ejercen algún mando; la Igualdad la destruyen con el dinero, y la Fraternidad muere a manos de nuestro despiadado egoísmo» (José Rubén Romero, nacido el 25 de setiembre de 1890 para ser, menos mal, diplomático)
Y hoy hace 12 años que ya no está entre nosotr@s uno de los máximos representantes de la llamada música "pastel".
On Comença l'Amor
On comença l'amor, si no és en un sospir,
en la dansa callada d’un somriure subtil?
Quan la llum d'uns ulls encén tot l'univers,
i el temps es fon com neu en els teus vers.
On acaba l'amor, si mai no ha de morir,
quan les paraules són pols i el cor no vol fugir?
Si l’eco dels dies es fa melodia,
i cada moment amb tu es torna poesia.
És potser al primer adéu, quan ja no sé seguir,
quan cada instant que passo, desitjo reviure en tu,
com una brisa suau que em porta els teus records,
comença l'amor, però mai s'acaben els seus cors.
On comença l'amor, potser mai no ho sabré,
però en tu, en el teu gest, sempre el trobaré.
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